El viernes un nuevo récord de temperatura asoló la vida de millones de argentinos. La térmica llevó a Buenos Aires a 41,5°, la máxima estuvo en Santiago del Estero con 43,4°, le siguieron Catamarca y Morón (prov. de Buenos Aires) con 42,6°. Fue la temperatura máxima después de 65 años. Pero esta vez, gracias al aumento constante de temperatura del planeta, estas térmicas llegaron para quedarse. Los últimos siete años, han sido los años de temperatura más altos de los que se tiene registro y por mucho tiempo, aun cuando se tomaran las medidas necesarias para detener las emisiones contaminantes, una importante masa de gases que generan el efecto invernadero, van a continuar recalentando el planeta.
El cielo de Buenos Aires tuvo un color naranja, como producto de la alta temperatura combinada con los gases que llegaban de los incendios del Delta y la localidad de Canning. El calor infernal, la falta de lluvias, más algún pirata inmobiliario se sumaron para que hubiera múltiples puntos de incendios en nuestro territorio en estos días, como el que además se está desarrollando en estos momentos en Bariloche.
Sumemos las penurias por los cortes de luz, que en el punto más grave de este viernes volvieron a dejar a alrededor de 300.000 usuarios sin energía eléctrica, el infierno de las familias más pobres que tienen apenas algún ventilador para repartir un aire sofocante, de los que trabajan en malas condiciones para enfrentar la canícula, o de los que -cortes por medio- se quedaron sin agua. En una Argentina super infectada de Covid 19.
La ola de calor que sufre nuestro país abarca a otros países de la región como el sur de Brasil, Paraguay y Uruguay. Una zona afectada por una persistente sequía que ha hecho perder muchas cosechas (para la Argentina se estima una pérdida de U$S 2.600 millones) y ha provocado una bajante histórica del río Paraná.
Como han explicado en estos días científicos del CONICET, esta ola de calor se debe a una combinación de factores, entre los de más peso: el cambio climático y los efectos del fenómeno llamado La Niña, que produce sequías.
La falta de precipitaciones por un largo período produce que “el suelo se calienta más fácil, permanece la temperatura más elevada en todo el sistema suelo-atmósfera y eso hace que las temperaturas puedan subir mucho más. Es una suma de factores”, señalan los profesionales. Estas condiciones son la base para que también se estén produciendo en distintas zonas graves incendios forestales, lo que agrava aún mal el cuadro descripto.
La alta presión atmosférica que se produce funciona como un bloqueo para que las lluvias se desplacen hacia el sur. Por eso estamos presenciando fuertes lluvias e inundaciones en el norte de Brasil, en los estados de Bahía y Mina Gerais, mientras se soportan sequías y una ola de calor intenso en el centro y sur de Sudamérica.
El planeta está ardiendo
El clima está cambiando. Las emisiones de gases que abonan al efecto invernadero han provocado que este 2021 haya sido el año más caluroso en el mundo y los últimos siete fueron los de más alta temperatura desde que se tiene registro, como refleja el artículo de Sarah Kaplan y John Muyskens, publicado originalmente en el New York Times y reproducido por el diario La Nación este 14 de enero. (1)
Según la NASA en el año pasado se registraron temperaturas globales 1,1 y 1,2 grados Celsius superiores a las de la era pre industrial. En 25 países se produjeron temperaturas récords. En julio –mes de verano en el hemisferio norte- se produjo un domo de calor que abrazó el Pacífico noroeste, según los científicos este “constituye el evento de calor extremo más anómalo jamás observado en la Tierra”. En el 2021 se registró la séptima capa de nieve más baja del hemisferio norte, la novena en menor extensión de la capa de hielo del hemisferio Ártico, y se colocó en el puesto número diez de las tormentas tropicales.
Desde 1981 viene subiendo la temperatura de la tierra a razón de 0,18 grados por año y se multiplicó por ocho la velocidad de calentamiento de los océanos que absorben el 90% del calor que queda atrapado en las emisiones de carbono y a su vez, atrapan el 23% de las emisiones anuales de CO2 producidas por el hombre.
El calentamiento de los mares que viene teniendo cifras cada vez más importantes, viene disminuyendo el pH de la superficie marina en los últimos 40 años, siendo en la actualidad el más bajo que ha habido en los últimos 26.000 años. A medida que el pH disminuye, también se reduce la capacidad de los mares para absorber el CO2 de la atmósfera. A lo que debemos sumar otro efecto del deshielo por altas temperaturas: el aumento constante del nivel de los océanos que amenaza la supervivencia de las poblaciones costeras donde viven cientos de millones de personas.
El aumento de la temperatura global, por sí mismo no mata a nadie. Lo que sí mata y crea grandes perjuicios económicos, son los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes que ocasionan. Olas de calor y frío extremos, largas sequías, incendios forestales, grandes inundaciones, tornados, huracanes, produjeron alrededor de 700 muertos y 145.000 millones de dólares en pérdidas materiales sólo en EEUU. Así en todo el mundo, grandes inundaciones repentinas en el centro de China, Sudan del Sur y Alemania, sequías que se arruinaron cosechas en Kenia, Irán, Canadá y Brasil, el tifón tropical Surigae, uno de los más fuertes registrados en las naciones insulares del sudeste asiático, causaron miles de muertos y enormes pérdidas materiales. A su vez aumenta la velocidad de la frecuencia en que se producen estos fenómenos extremos.
El capitalismo destruye el planeta a toda velocidad
“No hay vuelta atrás” afirmó Gabin Schmidt, investigador en jefe de altas temperaturas de la NASA. Aunque se lograra llegar a la meta, altamente improbable por la voracidad capitalista, de lograr una emisión 0, los 1,50 billones de toneladas de dióxido de carbono vertidos a la atmosfera en los últimos años, se quedarán en la misma por varios siglos más. El cambio climático se ha instalado producto del calentamiento global y el planeta está cambiando permanentemente, desde las consecuencias en los mares, hasta el derretimiento de glaciares, hielos permanentes, en lo alto de las montañas o en las altas latitudes de la tierra.
En el Informe provisional sobre el estado del clima mundial de 2021 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), publicado el 31/10/2021 (2) se describen las repercusiones en la seguridad alimentaria y desplazamiento de la población, que produce el daño ocasionado en los ecosistemas esenciales. Allí se consigna que luego de un nivel máximo de hambre y malnutrición que, en el 2020 involucró a 768 millones de personas, hubo una leve disminución a principios de 2021, pero al arribar octubre de ese año las cifras de muchos países ya eran más elevadas que las de 2020. Mientras que en este año el incremento fue de 135 millones de personas sobre la cifra global de desnutridos, en 2021 este aumento fue de 161 millones. En otros países los fenómenos climáticos extremos produjeron regiones sometidas a hambrunas y colapso total de sus medios de vida, como sucedió en Etiopia, Sudan del Sur, Yemen y Madagascar.
La movilización de los trabajadores y los pueblos puede salvar el futuro
Con el ritmo actual de emisiones a la atmosfera de gases de efecto invernadero, el incremento de la temperatura a finales de este siglo superará las metas establecidas en el Acuerdo de Paris y luego en el CP26, para limitar el calentamiento global a 1,5 o 2° grados por encima de los niveles preindustriales. El planeta entrará en una degradación constante de la cual no se podrá recuperar. Estas cumbres climáticas dominadas por las potencias imperialistas son totalmente ineficaces para enfrentar uno de los desafíos más grandes de la existencia de la humanidad. La razón es sencilla, el afán de lucro de los modelos capitalistas que representan, no pueden superar la lógica del funcionamiento del capital, realizar la mayor ganancia posible a cualquier costo.
En los últimos años producto de la movilización de los pueblos contra las consecuencias del cambio climático y de la labor de múltiples organizaciones ambientalistas, ha crecido mucho la conciencia ecológica de la población mundial. En nuestro país el enorme triunfo de los chubutenses contra la instalación de una explotación mega minera contaminante en la meseta y la actual lucha, llamada Atlanticazo, contra la instalación de plataformas petroleras off shore en nuestros mares continentales, son dos ejemplos de que se puede pelear y ganar esta pelea.
Son importantes triunfos y batallas parciales que debemos extender y profundizar para junto a los trabajadores y pueblos oprimidos del mundo, enfrentar y derrotar al monstruo que no cesa en contaminar poniendo en juego la vida de todo el planeta, el sistema mundial capitalista imperialista.
Dese el MST en el FITU y la Red Eco-socialista ponemos toda nuestra fuerza en esa pelea, para reemplazar al actual sistema destructor del medio ambiente por otro basado en los principios de una sociedad socialista sin explotación, opresión, ni miseria, defensora del medio ambiente y de un desarrollo económico al servicio del desarrollo de la humanidad en armonía con su medio natural, el cuidado de la naturaleza y el planeta en que vivimos.
- Artículo “Arde el planeta: los últimos siete años, los más calurosos”, La Nacion Ed. Impresa, 14/01/2022.
- Artículo “Estado del clima en 2021: los fenómenos extremos y sus principales repercusiones”, publicado por la Organización Meteorológica Mundial el 31/10/2021.