El Senado de la Nación asestó este jueves otro durísimo golpe al gobierno de Javier Milei al rechazar por amplia mayoría el veto presidencial a la ley de distribución automática de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Con 59 votos a favor, 9 en contra y 3 abstenciones, la Cámara Alta demostró una vez más la crisis política creciente de un gobierno que pierde batalla tras batalla en el parlamento. La votación, que superó holgadamente los dos tercios necesarios, se produce apenas un día después de la derrota sufrida en Diputados con las leyes de Emergencia Pediátrica y Financiamiento Universitario, confirmando una crisis de gobernabilidad que se extiende a todos los frentes.
Mientras el Senado enterraba el veto mileista, los mercados reaccionaban con pánico ante la evidente incapacidad del gobierno para controlar la situación política. El dólar se disparó por encima de los $1500, superando la banda de flotación establecida por el Banco Central. El riesgo país escaló a 1400 puntos básicos, las acciones y bonos argentinos se desplomaron y el escenario financiero se tornó complicadísimo para una administración que muestra signos de parálisis total frente a la tormenta que ella misma ayudó a desatar.
La derrota en el Senado adquiere dimensiones catastróficas cuando se la lee en conjunto con el colapso financiero de la jornada. La fuga hacia el dólar, el aumento del riesgo país y la caída de activos locales muestran que los mercados han perdido confianza en la capacidad de Milei para gobernar. Las amenazas del vocero Manuel Adorni de recortar planes sociales y subsidios para financiar las leyes vetadas -una suerte de ajuste del ajuste- solo alimentaron el pánico en lugar de disuadir a la oposición.
El gobierno se encuentra ahora en una encrucijada: por un lado, un parlamento que le ha quitado el control de la agenda legislativa; por otro, unos mercados que huyen despavoridos ante la evidencia de que el barco se hunde; y en el medio, una sociedad movilizada que celebra cada derrota oficialista como una victoria propia. La estrategia de intimidación y reparto discrecional de fondos -los $12.500 millones enviados a provincias aliadas- demostró su absoluta ineficacia para recomponer alianzas políticas.
La sesión del Senado confirmó que ni el veto presidencial ni las maniobras financieras pueden ocultar la realidad de un gobierno acorralado, sin mayoría parlamentaria y sin credibilidad en los mercados.
Con las elecciones de octubre acercándose y el panorama económico oscureciéndose por minutos, Milei enfrenta la tormenta perfecta: derrotas legislativas consecutivas, fuga financiera y descontento social creciente. Pero a pesar de la existencia de ese conjunto de elementos, si el gobierno de Milei todavía no ha emperorado aún más, es única y exclisvamente por la complicidad política y sindical de las direcciones tradicionales. Si bien le votan todo en contra en el parlamento, al mismo tiempo le garantizan la gobernabilidad. La calle es una muestra de esto, ya que la CGT no convoca a ningún paro nacional, ni constuye un plan de lucha para terminar con el gobierno libertario.
Como lo demostró la movilización del día de ayer en el Congreso, la presión en las calles además de voltear los vetos del gobierno, indican el camino para terminar con un oficialismo totalmente debilitado.