A días de una nueva marcha mundial contra Monsanto, la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de San Nicolás impuso a la empresa de agrotóxicos Atanor SCA el pago de 150 millones de pesos de indemnización al Estado argentino por contaminar de manera “irreversible” e “irreparable” el río Paraná. Se confirma así la denuncia que vecinas y vecinos vienen realizando hace años: Atanor contamina el río, la tierra y el aire.
Pero esta justicia, que es pro patronal y extractivista, muestra su parcialidad permanente. No alcanza con demostrar que la contaminación existe y que es irreversible, no alcanzan los cientos de casos de cáncer y otras enfermedades sólo en los últimos 10 años, no alcanza la importancia en términos ecosistémicos e incluso en términos productivos del río Paraná, nada parece alcanzar para frenar a estos monstruos del agronegocio. La multa que la justicia impone literalmente es un vuelto para esta multinacional que solo el año pasado facturó U$S 2 mil millones.
No es cualquier industria, los agrotóxicos representan el 91% de sus ventas y los productos químicos industriales el 9% restante. Es la responsable del 15% del comercio local de agrotóxicos, y es la única empresa en Latinoamérica que produce los tres agrotóxicos de mayor uso: glifosato, fenóxidos y atrazina.
Por ende es la responsable de la distribución de un gran volúmen de atrazina que es un agrotóxico prohibido en todo el continente europeo desde el 2004 por sus efectos perjudiciales para la salud y el ambiente, y según el reciente fallo, las pruebas demostraron la presencia de Atrazina “en valores superiores a los permitidos para protección de la biota acuática en aguas superficiales del río Paraná”. No sólo en esto estaba en falta Atanor también se marcó la ausencia de permiso de vuelco de efluentes líquidos, incluso no contaban con certificado de aptitud ambiental vigente.
En los ocho años que tramitó la causa judicial, y gracias también a los numerosos análisis realizados por el Conicet y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), entre otras, se determinó que Atanor funciona en un marco de “ilegalidad”, y que la contaminación del río Paraná se produjo a través del vuelco de sus efluentes. Fabian Maggi, abogado y representante de los vecinos, expresó la importancia legal de este fallo: “Se trata del primer fallo de la historia que impone una condena de indemnización sustitutiva de estas características por el daño causado al río Paraná”.
Nuestra mirada ecosocialista: Probada la contaminación, hecha la trampa
Estos fallos abren debates centrales, por ejemplo ¿Cuál es la reparación posible frente a daños irreversibles? ¿alcanza con una indemnización económica? ¿Qué valor tiene el río Paraná, nuestro aire, la tierra? Para nosotros: el río vale más que todo, y por eso tenemos que profundizar los debates. El fallo es histórico, porque fortalece nuestra pelea global para luchar por otro modelo productivo, uno basado en las necesidades sociales y no en las ganancias extractivistas.
Y nuestra postura es tajante: probada la contaminación ¡Fuera Atanor! No estamos en momentos de medias tintas, estamos en momentos de transicionar para preservar lo nuestro, nuestra vida. Si el daño es irreparable no puede seguir funcionando esa industria como si nada. Es más, probada la contaminación allí ¿Qué diferencia el vuelco local de esos efluentes industriales con la aplicaciones de millones de litros de esos agrotóxicos en todo el territorio nacional?
Que este fallo también sirva para ir contra los agrotóxicos, contra el modelo productivo del agronegocio. En un mundo de crisis social, económica, ambiental, en el país de la inflación descontrolada y de la contaminación probada nos quieren hacer creer que la salida es con medidas irracionales como que el Mercado Central esté autorizado para poder importar alimentos o el anuncio del gobierno, con bombos, de habilitar esas importaciones en el país con las extensiones de tierra más fértil para la producción real de alimentos.
Es hora de que nuestras vidas valgan más que sus ganancias, es momento de cambios de raíz, porque lo que cruje es el modelo. Hoy más que nunca la prohibición de agrotóxicos y transgénico es clave, la salida no es importar alimentos, la salida es la agroecología. La salida es el acceso a la tierra para quien la trabaje. La salida es la Ley de Abastecimiento para que no se especule con el precio de nuestro alimentos. La salida es prohibir ingreso al país a estas empresas contaminantes que nos saquean y contaminan. La salida, en última instancia, es desarrollar una alternativa política para que seamos los trabajadores y las comunidades las que decidamos y controlemos absolutamente todo contra las medidas irracionales de esta clase ecocida, que nos está llevando al colapso.