Foto. Daniella Fernández y Ariel Espósito
El miércoles 5 de noviembre, después de la entrevista con Eduardo Feinmann en su programa de A24, Norma Lezana, secretaria general de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Hospital Garrahan (APyT) y nutricionista del Hospital Pediátrico Prof. Dr. Juan P. Garrahan, habló con su psicóloga. La profesional la felicitó por sus respuestas marcadas y contundentes ante las provocaciones del periodista de derecha, quien catalogó a la dirigente y a Maximiliano Bares, administrativo del laboratorio central, de “golpistas”.
La entrevista tuvo lugar poco después que el Gobierno aceptara entregar el aumento del 61% sobre el salario a empleados de planta de uno de los hospitales pediátricos de referencia en el continente.
—Eduardo, ¿vos hacés terapia? Porque no podés estar así de enojado porque ganamos los trabajadores —le contestó Norma, con una voz pausada, a un Feinmann eufórico.
La frase de Norma se volvió viral en redes, traducida en memes y hasta canciones, pero vino de un lugar genuino. Era, ante todo, un consejo real. Hacé terapia Feinmann.
—¿Dónde quedó la Norma tranquila, que no podía contestar o decir ciertas cosas? —le preguntó su psicóloga.
Norma piensa: ¿dónde quedó esa versión de ella después de tanta exposición y lucha frente a un gobierno que no dialoga, frente a las autoridades de un hospital que no te reciben, que no te responden? Llega un momento donde todo cambia.

Norma Lezana tiene 61 años. Es pequeña, no levanta la voz más de lo necesario —como quedó demostrado aquella noche del 4 de noviembre— y pareciera no perder la dulzura. Sonríe y se emociona, los ojos se le humedecen un poco cuando piensa en de dónde viene y cómo llegó a ser el rostro más emblemático del hospital Garrahan, el gran bastión de resistencia contra el gobierno del ultraderechista Javier Milei.
Norma Lezana nació en Quilmes, en el sudeste del área metropolitana de Buenos Aires, en una familia trabajadora y humilde. Su padre, un entrerriano que falleció cuando ella tenía 19 años, solo llegó hasta tercer grado y, por eso, alentó siempre a sus tres hijas a estudiar. Tenían una verdulería donde todos trabajaban.
Norma recuerda la dedicación de la familia al negocio y los vínculos que creaban con sus clientes. Su padre, un hombre muy gracioso, les ponía sobrenombres a todas las personas que llegaban al local; una tradición muy entrerriana.
“Era muy divertido estar ahí con ellos, ayudándolos”, señala.
De chica le gustaban las ciencias biológicas. También la geografía. En algún momento pensó ser profesora de Educación Física, pero optó por realizar una licenciatura en Nutrición porque le llamaban la atención los alimentos, así como las limitaciones del contexto social a su acceso; la posibilidad —o no— de las familias a lo más elemental, lo más básico.
“Siempre estuve con una mirada en la ciencia y otra en lo social”, explica.
“Comer es elemental para vivir. Nuestra carrera tiene eso: si bien es muy científica —cómo uno se alimenta y cómo el metabolismo hace que esos alimentos se transformen en energía que permite la vida—, por otro lado, eso mismo está condicionado por lo social. Es muy difícil ser licenciado en Nutrición y no tener esa mirada sobre lo social y por tanto, en lo político”.
Pero no fue hasta que empezó a atender en el Hospital Interzonal Sor María Ludovica, en La Plata, que se dio cuenta de que “lo suyo” estaba específicamente relacionado con las infancias. Ahí decidió perfilarse y hacer un posgrado en nutrición pediátrica.
Así Norma, hija de laburantes, decidió dedicar su vida a otros hijos de otros laburantes.
Del hospital Garrahan escuchó hablar por primera vez a finales de los 80, cuando aún vivía en Quilmes. En aquel entonces, tomaba un autobús que pasaba por el centro aún en construcción.
“Yo decía: quiero trabajar acá”, recuerda.
Su entrada no fue inmediata: estuvo un tiempo ad honorem en el Hospital General de Agudos Dr. Cosme Argerich, en el barrio de La Boca; trabajó en la Clínica del Niño de Quilmes; tres años en el Ludovica e incluso trabajó tres años en Correo Central como mecanógrafa. Era la encargada de escribir los telegramas en los teletipos.
“Hice la carrera trabajando y estudiando”, aclara.
Durante su tiempo en el Correo Central, leía los avisos del diario en busca de puestos asociados a su área, hasta que un día se enteró que el Garrahan había abierto concursos para nutricionistas y se presentó. Quedó seleccionada.
El Garrahan abrió oficialmente sus puertas en agosto de 1987 y, en enero del año siguiente, Norma entraría al recinto. Cruzó las puertas del hospital que cambiaría la vida para siempre.
“El edificio era completamente nuevo, moderno, y hasta tenía olor a nuevo”, señala.
“En ese momento, había cuatro salas, muy poquitos pacientes. Se fueron abriendo áreas a lo largo de los años. Me acuerdo de que estaba muy impresionada. Nosotros empezamos a trabajar ahí junto a profesionales que venían del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde o del Hospital General de Niños R. Gutiérrez”.
La idea, según cuenta Norma, era formar profesionales jóvenes para poder atender pacientes con problemas de alta complejidad. Fue desafiante. Eran enfermedades raras y que en la carrera de grado no habían visto. Se investigaba y se atendían infancias de forma simultánea; así aprendieron poco a poco.
“Llegó un momento en que las nutricionistas nos dimos cuenta que íbamos a tener que dividirnos las tareas, o sea, especializarnos: alguna en renal, otra en gastroenterología (…) Yo, en diabetes y trasplante hepático. Después, creamos la Especialización en Nutrición Pediátrica con la Universidad de Buenos Aires. Eso fue todo un desafío porque fuimos pioneras en la carrera”, agrega.
“Cursamos la carrera y, a la vez, nos dábamos clases a nosotras mismas. Fuimos la primera camada de especialistas en Nutrición Pediátrica”.

El Garrahan cumplió 38 años el pasado 26 de agosto. Y en sus casi cuatro décadas de existencia, el hospital ha sido un símbolo de resistencia sanitaria frente al ajuste estructural de gobiernos anteriores. Las luchas dentro de este espacio no son nuevas.
En la década de los 90, bajo el gobierno de Carlos Menem, el hospital sufrió recortes y políticas de privatización. Los trabajadores realizaron huelgas prolongadas con un rol clave de la APyT. Durante la crisis de 2001, en pleno “corralito”, también fue epicentro de protestas. La historia parece repetirse, o quizás nunca encontró solución definitiva.
La primera vez que Norma intervino en una lucha gremial fue en el año 2009. Si bien estaba enterada de los conflictos anteriores, estaba más abocada a estudiar y a realizar trabajo social en zona sur. Salía del hospital y se iba a Florencio Varela, donde había una Casa del Niño. A través de una iglesia gestionaban alimentos y consultas a familias.
“Yo me acerqué a ese espacio porque me costaba sobrellevar el dolor de los chicos en el hospital. No estaba muy preparada para resistir el peso de niños muy enfermos, con problemas graves. Fui buscando ayuda y me encontré con esta iglesia. El objetivo era muy social: ayudar a resolver problemas de las familias. Fueron años donde estuve volcada a eso y no tanto a lo sindical ni a lo político. También fueron años en donde tuve a mis hijos”, explica.
Pero en 2009 algo pasó. En aquel entonces, se construían los cimientos de una carrera hospitalaria.
“No teníamos carrera hospitalaria y estábamos todos de acuerdo: en asambleas en el Aula Magna del hospital decíamos que el tramo profesional debía ser único. Todas las profesiones —las 24— en un solo tramo: médicos, bioquímicos, nutricionistas, psicólogos, enfermeros…”
“Cuando se llevó esto a la paritaria, el sindicato de Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y quienes estaban en ese momento en la Asociación de Profesionales —un modelo médico hegemónico— decidieron, en contra de la Asamblea, un tramo médico y un tramo no médico. Hubo mucha bronca en todo el equipo de salud. Hubo asambleas multitudinarias donde se rechazaba esta carrera que iba a dividir al equipo de salud”.
El presidente de la Asociación de Profesionales y de UPCN firmaron un acta de acuerdo y traicionaron a la base.
“Entonces nos auto convocamos (…) Hubo mucho rechazo a esa división y empezamos a organizarnos”.
Llevaron a cabo un total de 11 marchas y, cuando hubo elecciones en la Asociación de Profesionales, se presentaron. Dejaron de ser autoconvocados y pasaron a ser otra voz dentro de la Asociación de Profesionales. Se recuperó ese sindicato para el equipo de salud. La lista se llamaba Multicolor–Equipo de Salud, y Doctor Pedroza Rasqueta, en honor a uno de los jefes de Neonatología que siempre estuvo en contra de las divisiones y del modelo médico hegemónico.
“No podíamos creerlo: fue voto a voto y ganamos. Y desde entonces hay otra voz dirigiendo la Asociación de Profesionales”.

En la noche del 4 de noviembre de 2025, Eduardo Feinmann culpó a Norma Lezana de haber ocultado su militancia en el Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) y su candidatura como diputada nacional como parte de las listas del Frente de Izquierda. Algo que Norma nunca ocultó.
Hace casi una década Norma forma parte de las filas del MST. Su entrada fue gradual, no inmediata.
“A lo largo de todo este camino, yo decía: ‘debo ser de izquierda’, pero no entendía. La izquierda era como algo extraño”, explica.
En 2015, conoció y se enamoró de Orlando, un neonatólogo, escritor y su actual pareja, quien ya llevaba un par de décadas en el MST. Su acercamiento al partido —según recuerda— fue durante un aniversario de Nahuel Moreno y ahí conoció a Pablo Vasco, militante histórico y referente de las luchas internacionales y de la comunidad LGBT+.
“Orlando me presentó a muchos compañeros y me impresionó bastante. Ahí le pedí que me explicara un poco cómo era el mapa de la izquierda. Y empecé a darme cuenta de que mis ideas empalmaban bastante con las ideas del partido, con los sueños de un mundo distinto”.
Norma ha aprendido a pedir ayuda para “todo”. Entiende las propias limitaciones de su carácter y temperamento para lidiar con ciertas cuestiones de la profesión; una profesión que se ejerce en contextos sociales de riesgo, de vulnerabilidad social.
“¿Cómo atender sin que eso te enferme?”, se cuestiona. “Porque si te enfermas no podés ayudar”.
En este sentido, siempre buscó ayuda profesional para gestionar tanto dolor. “Realmente hice terapia por este tema en particular”, se ríe. Su consejo a Feinmann tiene un basamento real. Y en lo sindical, no fue diferente. Cuando le tocó asumir un rol protagónico en la lucha, ante un recambio generacional, el partido fue un pilar.
“No era mi vocación principal estar al frente del sindicato. Yo podía estar acompañando, pero no me veía al frente. Vos tenés un título de licenciada en Nutrición, estás habilitado, tenés una matrícula, sabés cuáles son tus responsabilidades. Pero lo sindical es otro terreno. No tenés un título, salvo el aval que te da que te votaron tus compañeros”.
“Lo que hacemos en la Asociación de Profesionales son temas colectivos, y todo lo tenemos que resolver de manera colectiva. Pero como líder, tenés que decidir. Muchas veces tuve que caminar para pensar entre tantas voces. Y llega un momento donde tenés que decir ‘¿y Norma qué piensa?’. Y en ese ‘Norma qué piensa’ es donde tenés que asumir firmeza, sabiendo que hiciste todo lo necesario y que podés tener dudas”.
Norma describe a APyT como un sindicato pluriprofesional y plural en cuanto a las corrientes políticas de sus distintos integrantes. Un espacio de debate.
“Había quienes pensaban que había que aglutinarse solo con la izquierda, y nosotros todo el tiempo pensábamos que, para este conflicto, y sobre todo tratándose del gobierno de Milei, era necesario articular con la más amplia diversidad con compañeros y compañeras. Incluso, las familias que se organizaron a nivel federal. Y esto creo que fue la diferencia: ser un articulador”.
“La lucha no se iba a poder ganar si solo se cerraba en el Garrahan o solo en un sector de los partidos políticos”, reafirma. “Había que abrirlo, y creo que eso fue lo que hizo posible que se generará un movimiento social alrededor del hospital. Muchos representantes de otros sindicatos o de organizaciones sociales y políticas, decían: ‘si gana el Garrahan, ganamos todos’”.
Las victorias del Garrahan fueron tomadas como triunfos replicables en otros sectores de trabajadores. Capaz, eso fue lo que más miedo le dio al gobierno de Milei.

Norma entiende que este es un “gobierno distinto”. Habla de un “enemigo diferente” y, por tanto, sabía que la lucha no iba a ser como en otras ocasiones.
“Algunas veces pensé que era superior a mis fuerzas. Pero bueno, ahí es cuando sacás fuerzas de más”, señala.
Después de más de una docena de paros y medidas de fuerza —que incluyeron marchas a Plaza de Mayo y al Ministerio de Salud— y una denuncia penal para advertir sobre el colapso del hospital, el 17 de septiembre la Cámara de Diputados dio un paso clave al rechazar el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia Pediátrica. La medida se hizo definitiva el 1 de octubre, tras su paso por el Senado.
Fueron acciones difíciles porque, si bien había que visibilizar el conflicto, no podían descuidar la salud de los pacientes. Debían garantizar las guardias mínimas.
A inicios de noviembre, el gobierno anunció un incremento del 61% en la asignación básica del personal de planta, contratos de empleo público, becarios y residentes.
Los festejos fueron interrumpidos por la imputación de sumarios a Norma y una treintena de trabajadores del Hospital Garrahan —entre ellos, Maximiliano Bares—. El ataque forma parte de una escalada persecutoria contra quienes encabezaron la derrota de recortes y la aplicación de la Ley de Emergencia Pediátrica.
Si le preguntás a Norma cual es el trasfondo de la cruzada de Milei contra el Garrahan, te habla de un odio deliberado hacia las infancias y hacia las personas más vulnerables —dígase jubilados y personas con discapacidad—. Lo humano, a este gobierno, pareciera importarle poco o nada. Aquí también interviene “lo público”.
“Ponen la figura de Mario Lugones como ministro de Salud, que es un empresario y que no lo conmueven las cuestiones de la salud pública, en donde el Estado garantiza un derecho, que es el acceso a la salud. Y el proyecto del hospital es un proyecto que funciona, donde vos te das cuenta de que cumple el rol social que tiene que cumplir”, explica Norma.
“Hay algo distinto en estos gobiernos de ultraderecha y no sé si somos conscientes de hasta dónde ellos están dispuestos a llegar. Pero se manejan con un criterio completamente mercantil. No ven un derecho social en la salud o en la educación. Nos quieren llevar a un retroceso”.
Incluso después de haber conseguido que se sancionara la Ley de Emergencia de Salud Pediátrica, la crisis no ha mermado. El problema no está resuelto.
“El hospital está pasando por la peor crisis de su historia. Parte de lo que decía la ley era este aumento de salario, que viene a dar oxígeno, por supuesto, a muchos trabajadores y trabajadoras del hospital, y resuelve una parte. Pero no resolvió el vaciamiento todavía, porque hay 300 puestos de trabajo que se fueron y hay equipos vaciados”, denuncia Norma.
“Hay un giro autoritario en donde el interventor, Pirozzo, parece tener la potestad de resolver todo. Hasta ayer teníamos acceso a la información pública de qué se compra, cómo se gasta, cómo son los ingresos de personal. Ahora, nos dijeron que ya tenemos restringida esa información. Entonces hay un giro”.
“Es clarísimo que es una persecución sindical, una persecución política”.

“¿Qué queda ahora?”, le pregunto a Norma.
“Ser solidarios con el resto de las luchas”, me responde.
La luchadora sindical aboga por la unión de quienes han sido abandonados por el Estado, desde las personas con discapacidad hasta el sector universitario. Todos fuertes ante una próxima reforma laboral y del Código Penal. Fuertes, ante todas las reformas estructurales que vienen para avanzar sobre los derechos conquistados por la clase obrera.
No obstante, Norma entiende que no es un camino fácil. De hecho, dice sentir cansancio y dolor.
“Hay algo que los que me conocen saben, que es que yo, a veces, necesito encontrarme, volver a mi eje, y tengo esos momentos. A veces son diez minutos antes de salir de casa, ir al balcón y centrarme”.

