martes, 19 noviembre 2024 - 05:27

No son gauchos ni son peones. Son asesinos y sicarios de los patrones 

Desde los grandes medios de comunicación, varios de los que participaron meses antes en reuniones secretas con jueces, empresarios y políticos en las propiedades de Joe Lewis, se intentó explicar que las tierras apropiadas por este magnate británico eran defendidas por «gauchos a caballo» y «peones de estancia». Y que eran ellos los que enfrentaban a los manifestantes que estábamos frente al portón, a los que ingresaron al camino de Tacuifí por un acceso y a las compañeras y compañeros de la columna de montaña. Nada más falso. Se visten de gauchos y están a caballo, pero son asesinos, son sicarios al servicio de la empresa de Lewis y estuvieron cerca de matar a un compañero y golpearon en forma salvaje y brutal a muchos otros. 

Cuando el lunes 30 de enero con una importante marcha integrada por FIPCA (Fundación Interactiva para la Promoción de la Cultura del Agua), grupos de ex Combatientes, CTA T y CTA A, organizaciones de sectores del peronismo, los jóvenes del Movimiento La Dignidad y una gran delegación del MST en el FIT Unidad y la Red Ecosocialista, encabezada por Cele Fierro, llegamos a la puerta del acceso público del camino de Tacuifí sobre la ruta nacional 40, vimos que la entrada a las tierras de Lewis y su empresa, que deberían ser públicas, estaban custodiadas por personal a caballo y con una gran bandera argentina desplegada detrás de las rejas. 

Más de un centenar de policías de la provincia de Río Negro se apostaban a los costados de las rejas, mientras otros 50 policías permanecían bajo la sombra de los árboles. Varios de esos policías compartían el lugar con la guardia armada de Lewis del lado de adentro. Una reja de hierro de más de 16 metros de largo, con sus pilares centrales enterrados varios metros bajo la tierra, con soldaduras dobles y poderosos candados, estaba custodiada por unos 40 sicarios a caballo y otros de a pie vestidos de gauchos, con bombachas, boinas y pañuelos. Los grandes medios de comunicación se empeñan en definirlos como «gauchos», pero después de estar 5 días cara a cara con ellos, de verlos actuar, de investigarlos, de saber algunos de sus nombres y sus historias, podemos afirmar en forma contundente que estamos frente a una guardia armada pagada por la empresa de Lewis que actuó como una verdadera banda paramilitar contra los que allí nos manifestábamos. 

Apropiadores de tierras, asesinos de pueblos originarios 

En el año 1878, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, se inició la llamada «Campaña del Desierto» al mando del ministro de guerra Julio A. Roca. Con esto, el Estado Argentino se proponía extender la frontera sur y avanzar sobre tierras indígenas, asesinando y desmembrando a las comunidades y fortaleciendo el proyecto de la oligarquía terrateniente y estanciera, incorporando miles y miles de hectáreas al naciente modelo agroexportador. La campaña comandada por Roca fue la más violenta y la más sangrienta contra la población indígena. Organizó una ofensiva militar de 6.000 soldados que avanzaron sobre la zona norpatagónica de Neuquén y Río Negro. La mayor parte de la población indígena fue asesinada y apresada, quedaron a disposición del gobierno nacional y fueron confinados en dependencias del Ejército y la Marina. El objetivo era invisibilizar a las diferentes comunidades bajo la designación general de «indios». 

Necesitaban ese territorio para incorporarse de forma definitiva al mercado mundial como socios del imperialismo inglés. El Estado vendió a muy bajo precio o directamente regaló, más de 41.000.000 de hectáreas a un pequeño grupo de 500 terratenientes. 

En el año 1890, una de las primeras familias beneficiadas fue la de los Puchy. El actual jefe de la guardia armada de Lewis, el que tiró gas pimienta en nuestra cara, el que enfrentó y dió la orden de golpear a nuestra compañera Cele Fierro, a Julieta Luna, Gastón Harispe, Gabriel Berrospe, Joel Sverdlik, Leandro Rachid, Marcos Ciani y a Alejandra Bartoliche, fotógrafa de Télam, fue Pablo Puchy. Se presenta como un baqueano, un pequeño productor rural, pero es el jefe de seguridad de una patota que utiliza armas de fuego, aerosoles de gas pimienta, cuchillos y facones, rebenques y fustas, que cuenta con un modernísimo domo para conocer con exactitud todo lo que sucede afuera de las rejas y que cuenta con total colaboración y complicidad de la policía de Río Negro. La mujer que con una guardia armada de 20 personas a caballo detrás de ella le pega a Cele Fierro y a Julieta Luna es policía de Río Negro, se llama Graciela Helvecia Hernández y actuó como parte de esta banda de asesinos. 

Los herederos de los que asesinaron y encarcelaron a nuestros hermanos de los pueblos originarios, los que se apropiaron de sus tierras con la colaboración de un Estado genocida, son hoy la guardia armada de un enclave británico en nuestra Patagonia. 

Con armas y tecnología atacaron y golpearon a nuestros compañeros 

Cuando la marcha se acerca a la reja que impide el acceso al camino público, varias rejas laterales se cierran en forma automática, comienzan las grabaciones de video que son monitoreadas por un circuito cerrado de televisión. Una formación militar de gente armada subida a los caballos se ubica frente a los manifestantes, detrás de una bandera argentina gigante y con un ruido ensordecedor de chacareras, zambas y canciones de nuestro folklore, esperan la orden de Puchy para agredirnos. Todo bajo la mirada cómplice y pasiva de la policía de Río Negro. 

Se acercan a los manifestantes con gas pimienta, muestran provocativamente sus armas, y en un momento, empieza una feroz pedrada con hondas y a mano, que llueven sobre nosotros. La marcha enfrenta unida y organizada este ataque, con un compañero de la juventud del MST que las piedras le atraviesan el casco y termina hospitalizado con dos puntos en la cabeza. La policía sigue a los costados. Un grupo de ocho compañeras y compañeros logra ingresar a las tierras de Lewis y transitar el camino público de Tacuifí, que ellos presentan como «camino privado». Pablo Puchy al frente de esta patota los enfrenta a 200 metros de la reja y comienzan a golpearlos brutalmente. 

Alejandra, una fotoperiodista de Télam es golpeada y arrastrada salvajemente. Intentan quitarle la cámara, pero no lo logran y ella registra cientos de fotos que muestran la brutalidad de la agresión. Cele Fierro intenta defender a Julieta Luna y es golpeada. Después evita que en el piso sigan golpeando a Joel Sverdlik. La reja infranqueable por fin se abre. Las compañeras y compañeros heridos salen en ambulancia y son atendidos en el Centro de Salud de El Foyel. La policía provincial custodia la apertura de la reja y entorpece y retrasa el ingreso de la ambulancia. 

Esta banda armada a sueldo de la empresa de Lewis tiene sus ramificaciones en la ciudad de El Bolsón. El viernes 3 de febrero en horas de la mañana nos manifestamos frente a la Municipalidad, y en un bar de la zona un compañero fue atacado y golpeado por sicarios de esta banda. La impunidad con la que cuentan es absoluta. Ni el gobierno municipal, ni el provincial, ni el nacional, que conocen perfectamente su existencia, hacen nada contra ellos. 

La mujer policía que golpeó a Cele Fierro y Juli Luna

Hay que terminar con este Estado paralelo y con sus sicarios 

Conseguir la apertura del camino público de Tacuifí para que uno de los lagos más bellos de nuestra Patagonia puede ser disfrutado por todos es una tarea pendiente. Tanto como sacar ese enclave inglés de nuestro territorio. Y para hacerlo hay que derrotar a su guardia armada. Tenemos que ir preparados para hacerlo. Tenemos que instalar la recuperación del Lago Escondido como una causa nacional. Tenemos que hacer fuerte esta causa en El Bolsón, en Bariloche, en Lago Puelo y en todo nuestro sur. En todo el país. Los heridos y golpeados no pueden seguir siendo de nuestro lado. Tenemos que enfrentar a estos sicarios y los tenemos que derrotar. Porque como cantamos hasta quedarnos sin voz, «no son gauchos ni son peones, son asesinos al servicio de patrones». Desde el MST en el FIT Unidad comprometemos todos nuestros esfuerzos para hacerlo. 

Carlos Maradona

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