sábado, 21 diciembre 2024 - 12:12

Milei. Un año de lucha

Se cumplen 23 años del aniversario de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, conocidas como el Argentinazo. Jornadas históricas del pueblo trabajador argentino, donde se logró poner en jaque al régimen político de ese momento, a tal punto que se voltearon 5 presidentes en 11 días. Pero además de ese aniversario, también se cumple un año del comienzo de las luchas para enfrentar al gobierno de Milei y todas sus políticas de ajuste, hambre, saqueo y represión.

La jornada del 20 de diciembre del año pasado, una acción encabezada por la izquierda, fue el puntapié inicial de un 2024 cargado de luchas contra el gobierno de Javier Milei. El conjunto de movilizaciones, paros nacionales, tomas de universidades y demás demostraciones en contra de la gestión libertaria, se encargaron de dejar en claro la existencia de que fuerza para frenar al presidente existieron, existen y las continuará habiendo. Ahora, frente a la situación actual del gobierno, el cual se encuentra en un periodo de cierta estabilidad, y viendo la potencialidad que exhibieron todas estas expresiones de lucha, se abren interrogantes, donde la discusión sobre la organización y el rol de las direcciones que participaron en estas acciones se vuelven fundamental analizarlas.

En el 2024 fuerza hubo

La ofensiva oficialista contra los trabajadores comenzó a pocos días de iniciar su gestión. Donde el gobierno buscó poner en marcha una de las primeras medidas en su intento de construcción de un régimen mucho más autoritario del existente.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se encargó de presentar su Protocolo Anti Piquetes. Esta medida, plagada de atropellos contra derechos democráticos elementales, como el de la movilización, es uno de los pilares fundamentales que el gobierno necesita para poder hacer pasar todo su programa. El 20 de diciembre, a pesar de las intimidaciones con las que se quisieron presentar las fuerzas represivas, no lograron tener el efecto que querían conseguir. El acto en conmemoración al Argentinazo se logró llevar adelante y la continuidad de las acciones para enfrentar al gobierno no demoraron en reproducirse.

El 27 de diciembre del año pasado, fue una de las primeras demostraciones de como hacer flaquear al protocolo de Bullrich. En una acción convocada por la CGT, aunque sin llamar a un paro, la central obrera, acompañada por otros sectores, movilizó hacia el Palacio de Justicia de la Nación, para denunciar la inconstitucionalidad del Decreto de Necesidad y Urgencia. El cual modificaba más de 300 leyes, con un apartado específico encargado de gestionar un nuevo régimen laboral pro patronal. A pesar de las limitaciones que propone una acción dirigida por la burocracia sindical, se vio que la masividad en las calles anula el protocolo represivo de la ministra de Seguridad.

Producto de todo esto, una de las expresiones de la lucha contra el plan de guerra del gobierno de Milei, brotó por los poros de los aglomerados urbanos, principalmente, en la zona del AMBA y con repercusión en el interior de la provincia de Buenos Aires. La misma se constituyó evocando espectralmente la forma organizativa que se dio durante la crisis del 2001: Asambleas y cacerolazos.

Las mismas surgieron en germen, posterior al anuncio por cadena nacional del tiránico DNU 70/23, y se esparcieron, nucleando a activistas y sectores de vanguardia.

Fueron experiencias que impulsaron a vecinos y vecinas a organizarse y tomar en sus manos la lucha contra el ajuste y la motosierra. Pequeñas expresiones de organización colectiva en respuesta a Milei.

Teniendo en cuenta esto, lejos de un principio de año tranquilo, las calles en enero se ocuparon continuamente. Los ataques que proponía la vieja Ley Ómnibus y las desregulaciones contenidas en el DNU, hicieron que los estatales, juntos a los trabajadores y trabajadoras del INCAA, además de la cultura en su conjunto salgan a manifestarse.

Fue tal el ruido que causaba la motosierra de Milei en los primero 20 días del año, que además de comenzar a cultivar un incipiente crecimiento en asambleas barriales, hizo, por presión de las bases, que las centrales obreras (CGT y CTAs) tengan que llamar un paro general el 24 de enero. Fecha donde se volvió a demostrar como hacer fallar los intentos represivos del gobierno. La masividad representada en las calles de todo el país dejaba en claro que, a menos de un mes de gestión de Milei, la adhesión contra las ideas liberfachas tenían su potencia, la cual eran capaces de dejar estéril las intenciones del protocolo antipiquetes y el conjunto de medidas ajustadora.

Las primeras medidas económicas del gobierno, representadas en un durísimo hachazo al poder adquisitivo de los trabajadores, potenciaron la respuesta en las calles. A menos de 60 días de gobierno, presentado lo que en primer momento era uno de los ejes centrales de su programa, el gobierno mileista, consigue anotarse su primera derrota. La caída de la Ley Ómnibus, esa monstruosidad leguleya que buscaba aplicar un abanico de desregulaciones económicas, reformas anti obreras y donde además, contenía las bases para empezar a asentar un régimen mucho más autoritario, no consiguió consagrarse como ley. A pesar de las complicidades dadas por las debilidades estructurales presentadas en el parlamente por el oficialismo, la presión generada en las calles, enfrentando la feroz represión desplegada por Bullrich, surtió efecto. Este episodio fue uno de los primeros retratos donde empezaba a quedar claro quien enfrentaba como oposición al gobierno y quienes solo lo hacían discursivamente. La izquierda, acompañada por los sectores en lucha y las asambleas barriales, fueron la punta de lanza para dejar en claro cual es el camino para enfrentar y frenar a este gobierno. Mientras que las direcciones sindicales y políticas del PJ se estaban intentando borrar, algunos sectores del peronismo,  hacían presencia, de manera tímida en las calles.

A pesar de los reveses que obtenía el gobierno, también empezaba a coleccionar algunos de los títulos que le servían como caballito de batalla para presentar a su tribuna, como lo fueron a lo largo del año, la caída de la inflación y el superávit financiero. Resultados conseguidos a partir de un ajuste violento y el dibujo de algunas maniobras económicas en medio de una recesión. Proceso que se transitó por el espacio habilitado por el amplio arco de la oposición de los partidos tradicionales, desde el PRO hasta el PJ.

Pero la carga del ajuste y los intentos de profundizar un régimen autoritario no fueron impedimento para que la lucha de clases se siga desarrollando, una característica propia de los primeros 6 meses del 2024. A regañadientes de las direcciones políticas, sindicales y estudiantiles los procesos de movilización tuvieron varios hitos. Marzo aportó dos marchas con volúmenes de convocatorias casi históricas. El 8M produjo una de las movilizaciones más importantes desde la aparición de la ola verde, una acción contestaría contra un gobierno que pone al feminismo como uno de sus enemigos principales. Y en el mismo mes, el 24M también se encargó de marcar un hito en su convocatoria. Las plazas de todos el país, además de recordar a todos los compañeros y compañeras que lucharon contra la última dictadura, le contestaron masivamente al discurso negacionista que pretende normalizar este gobierno.

Mechándose de acciones y movilizaciones en respuesta a los primeros ataques que el gobierno realizó contra parte de los trabajadores, como fueron los despidos y las suspensiones en algunos sectores del Estado, abril también aportó el inicio de uno de los procesos más importante que contuvo este 2024. Ese mes se despertó uno de los gigantes que estaba dormido hace varios años, el movimiento universitario. El que supo contestarle contundentemente al ataque del gobierno macrista. El 23 de abril, la marcha federal universitaria colmó las calles y las plazas de todo el país, convirtiéndose en unas las acciones más grandes desde la vuelta de la democracia. Una jornada que dio aviso sobre la potencialidad de este movimiento frente al ataque del gobierno contra el desfinanciamiento de la universidad pública y la idea de querer profundizar la mercantilización del conocimiento producido en estas casas de estudio. Esta acción que movilizó a un millón de personas en todo el país terminó firmando su primer capítulo en el año.

Cuatro meses de gobierno liberatorio bastaron para concretar acciones importantes en la historia de estos movimientos. Las bases se hacían sentir por el ataque propiciado por las políticas de Milei y las presiones llegaron a las direcciones. Frente a todo este derrotero de luchas y movilizaciones, las centrales obreras, nuevamente tuvieron que realizar un nuevo paro general. El 9 de mayo, se ponía en marcha el segundo en cinco meses, un elemento casi histórico, por el carácter desmovilizador de la CGT. Aunque en este segundo paro, las intenciones de la principal central obrera del país empezaron a quedar mucho más claras. La ausencia de un plan de lucha para enfrentar al gobierno dejaba a la vista de todos, la necesidad de desmovilizar que tenían estas direcciones. La consolidación de estos ascensos, es un elemento que le da pánico a los popes de la burocracia, ya que la continuidad de un camino de luchas y movilizaciones es algo que se los puedo llevar puesto, sobre todo cuando su rol de negociadores seriales con el gobierno ya es totalmente explicito.

A fines de mayo y principios de junio las fuerzas del cielo trataban de recomponerse frente a los golpes recibidos en la calle. Un periodo donde el gobierno en busca de gobernabilidad consiguió el apoyo de gobernadores y de los sectores de la oposición dialoguista. Pero en paralelo, en esas mismas fechas, en la provincia de misiones se desarrolló un proceso de lucha importantísimo del cual es necesario tomar nota. El misionerazo fue una experiencia que marcó el camino para todas las luchas que se desarrollaban en todo el país, en donde se dejó en claro que la profundización de las acciones y la participación activa de las bases da resultados positivos. Esta lucha protagonizada por la docencia de esa provincia y acompañada de otros sectores, como el de la salud, se encargaron de poner en discusión un régimen político, corrupto, que hace década gobierna a los misioneros. A pesar de las limitaciones que pudo haber tenido la dirección del conflicto, quedó en claro que; la movilización constante; los procesos asamblearios; la radicalización de la lucha, como la confrontación con los principales dirigentes de la casta política misionera o los constantes cortes de rutas para causarle dolores de cabeza a los sectores más concentrados de Misiones, abren muchos caminos para triunfar en estos procesos. Los docentes de esta provincia consiguieron una victoria, aunque continúan luchando como el resto de la docencia en todo el país para poder recomponer sus salarios. Pero este proceso que llegó a nacionalizarse por su contundencia demostró la existencia de la fuerza para luchar, y a su vez, el rol de las direcciones burocráticas para tratar de apagar todos estos procesos de movilizaciones.

La segunda parte del gobierno de Milei, se inscribe luego de haber conseguido la sanción de la Ley Bases y haber firmado el Pacto de Mayo, en julio, con la mayoría de los gobernadores. Estos puntos fundamentales para conseguir fuerza y empezar a apuntalar algunos elementos contenidos en su programa de ajuste, rápidamente se encontraron con otras respuestas en las calles. Esta segunda parte, a pesar de estar signada por la caída de la inflación, producto de las consecuencias arrastradas en una recesión, o de ciertos números positivos de la macroeconomía se encontró con una resistencia.

Durante este interregno existieron luchas, por ejemplo, las salariales o las que lucharon por reincorporaciones, pero estas siempre se mantuvieron dentro de los límites de la línea que propusieron las direcciones sindicales. A pesar de esta conducta, la de mantener los procesos fragmentados y no unir a todos en un plan de lucha para frenar al gobierno, las direcciones burocráticas, atadas al PJ y toda su crisis interna, empezaron a pedir calma y tener como horizonte de cambio las elecciones del 2025.

Muy a pesar de esta línea política, en la segunda parte del año, llegaron varios procesos importantísimos, demostrando una vez más que la movilización contra las políticas del gobierno mantenía poder de fuego.

El movimiento universitario en este periodo escribió un segundo capítulo de lucha. En este caso y como consecuencia de los vetos realizados por el presidente, en contra del financiamiento presupuestario de las universidades, el estudiantado se encargó de tomar más de cien facultades en todo el país y lo concatenó con movilizaciones federales, además de brindar su solidaridad con otros sectores en lucha, como lo fue la salud. Momento del año, donde las conducciones peronistas ya dejaban en claro su rol, volverse bomberos de Milei. El discurso sobre la capacidad de respuesta en la calle y que la actual situación solo tiene solución dentro de los márgenes del parlamento fue el sello tatuado de todas las fuerzas relacionadas al PJ, de ahí en adelante.

El recorrido por todos estos momentos, que sucedieron en solo un año, a los cuales también se le puede anexar la lucha de los jubilados por el cobro de un haber mínimo digno, se puede, por lo menos de que fuerza para intentar frenar a Milei existió. Si en estos últimos meses el gobierno del libertario puede vanagloriarse de haber alcanzado un momento de estabilidad, del cual se podría discutir la solidez de los elementos en los que se cimenta, es porque existo una dirección, la cual, en forma consciente, decidió extenderle la mano para que el presidente pueda continuar aplicando un programa a medida de los designios del FMI y los sectores concentrados de la economía.

La respuesta a la movilización

Siendo una lógica casi de manual, de los gobierno de derecha, es una cuestión necesaria la profundización de la respuesta represiva hacia los sectores que salen a frenar los intentos de ajuste de estos gobierno, sobre todo entendiendo el tamaño del ajuste. Y con el gobierno de Milei, esto no fue una excepción, sino que desde el día uno, siempre se buscó una aceleración en el tránsito de este camino.

El gobierno intentó durante todo este periodo, “ganar” las calles, no a fuerza de apoyo social sino al calor de la represión en aumento. Según los datos aportados por un informe especial de la Comisión Provincial por la Memoria, en un lapso analizado entre el 10 de diciembre de 2023 y el 30 de noviembre del 2024, las fuerzas de seguridad reprimieron una de cada tres manifestaciones.

La doctrina Bullrich trajo consigo, el “protocolo antipiquetes”, ilustrado en la resolución MS 943/23. El mismo limita el derecho a la protesta, consagrado en el Art. 4 de la C.N. y los tratados internacionales de derechos humanos; no prevé limitaciones para el uso de armas letales y munición de plomo; sobreponen las disposiciones sobre identificación por encima de restricciones que imponen otras leyes y avanza sobre la regulación de poderes del Estado.

Además, el aumento del signo represivo se puede ver en “el proyecto de modificación del artículo 194 del Código Penal (obstrucción o entorpecimiento de las vías públicas) y la incorporación del 194 bis, que amplía los sujetos alcanzados por esta ley a aquellos que presten algún tipo de colaboración para la realización de las manifestaciones: los organizadores y coordinadores de una marcha, las personas que difunden la convocatoria, quienes trasladan a la gente, quienes provean material logístico, los que pasen lista o registren por cualquier medio el evento podrán ser también alcanzados por el castigo penal”.[1]

Por otro lado, en la lógica de la “batalla cultural” que expresa Milei, ha vociferado contra los manifestantes bajo el mote de “terroristas”, por lo cual, el decreto 496/2024 que determina la inclusión en el Registro público de personas vinculadas al a actos de terrorismo tiene una amplitud que también puede impactar de forma represiva ante los manifestantes.

No obstante, no fue la única medida contra la manifestación, podemos incluir aquí también la resolución MS 704/2024, que reglamento el empleo de armamento no letal de inmovilización e incapacitación para miembros de las fuerzas de seguridad.

El mismo informe revela que, los operativos no fueron iguales, sino que fueron selectivos “en cuanto a la presencia de fuerzas de seguridad, en muchos casos desproporcionada y hostigante, generando efectos represivos en varios momentos. La explicación no está en que algunas fueron violentas y otras no, ya que todas fueron pacíficas, y los pocos hechos de violencia de los manifestantes surgieron como respuesta a las agresiones de las fuerzas de seguridad. Estos hechos contaron con la participación de agentes de las fuerzas de seguridad que se infiltraban o formaban parte de las manifestaciones no para prevenir delitos sino para provocarlos”.[2]

En lo que definió como “una disputa por el espacio público y una acción dirigida a provocar temor en los manifestantes a fin de disuadir la protesta social”[3]. En las mismas, las fuerzas de seguridad actuaron sin importar si reprimían trabajadores de prensa, jubilados o niños.

Durante este periodo, 33 personas fueron detenidas por “terroristas” y arrojadas en cárceles federales. Sumado a decenas de detenciones arbitrarias y cientos de heridos. Sumado a esto, la persecución también se acrecentó. Según los datos de un trabajo del CELS[4], encargado de estudiar el primer año de Milei, en el 2024 existieron “77 allanamientos a organizaciones populares, las 139 detenciones relacionadas a la protestas o allanamientos, y la apertura de causas penales contra 171 manifestantes, militantes y referentes”.

Del mismo modo que señalamos el salto represivo, también decimos que, ante la masividad, el gobierno no tuvo otra que quedarse de brazos cruzados. Ejemplos de esto, como describimos anteriormente, fueron la movilización a Congreso en el marco del paro general del 24 de enero, el 8M, el 24 de marzo, la marea educativa del 23 de abril y la marcha del orgullo, entre otras.

¿Se lo puede derrotar a Milei?

Cada minuto que pasa del gobierno libertario en el poder, es un nuevo golpe a la calidad de vida de los trabajadores y de los sectores populares, algo que se puede confirmar con solo mirar los números de la pobreza o del poder adquisitivo de los salarios.

Observando detalladamente lo cargado de procesos que estuvo este año, el interrogante que uno puede hacer es sobre como fue posible que pase todo el ajuste, si a la calle se salió. El punto fundamental en el cual pararse para entender esto es ver las actuaciones de los sectores que dirigieron todos estos sectores. Y desde esa arista se puede empezar a comprender la situación actual.

Para frenar a Milei es necesaria la más amplia unidad en la lucha, con todos los sectores que quieran enfrentarlo y terminar con este gobierno ajustador y represor. Pero para llevar adelante esto, las acciones aisladas no tienen efecto y lo único que llegan a producir es la frustración de valiosos luchadores con los que se comparte la calle. Algo que desde las direcciones mayoritarias lo hacen de manera consciente, porque sus intenciones son otras. Si se hubiese aprovechado alguna de las oportunidades de lucha que presentó el 2024, y se la enmarcaba en un plan de lucha, coordinando acciones, paros generales y movilizaciones, el resultado, en principio, hubiera sido distinto. Pero, por ejemplo, para los actuales jerarcas de la CGT, ese no es un puerto al que quieran llegar, ya que la profundización y la radicalización de estos procesos son la llave para procesos de extinción de las burocracias.

Es por eso, que tanto las direcciones sindicales, como las políticas, que argumentan la imposibilidad de la construcción de una relación de fuerzas favorables, son parte del problema. Estas relaciones se construyen, no son estáticas ni aparecen de un día para el otro. Pero si el discurso con el cual se justifica la desmovilización, no atiende de la fuerza que existió en un determinado momento, además de no aprovecharla, por lo menos hay una trampa y la lucha por frenar a este gobierno nunca fue una cuestión estratégica de esa dirección.

Y este a sido el rol de todas las direcciones relacionadas al PJ, demovilizar y permitirle avanzar en el ajuste a Milei. Es por esto que este partido tradicional, fundamental para este régimen es parte del problema. No solo por habernos traído a Milei al poder, sino también, por no combatirlo.

Desde la izquierda nos tenemos que hacer cargo a la hora de la discusión en relación a la creación de una nueva alternativa política, que le abra las puertas y contenga a todos esos luchadores que si quieren pararle la mano y terminar con el gobierno del libertario. La discusión sobre la necesidad de que el FIT-U supere su estadio electoral y pueda ser el espacio que aglutine a lo mejor de esta camada de nuevos luchadores es importantísimo. Y no solo terminar ahí, sino también debatir sobre otra necesidad, la de la creación de una nueva dirección sindical, de izquierda y clasista, con métodos democráticos, donde sean las bases las que puedan decidir todo. Un modelo que se encuentre en la vereda de enfrente de las actuales direcciones burocráticas existentes.

Pasado el año del gobierno de Milei y a pesar del fastidio que significa el brutal ajuste que viene aplicando, es necesario discutir estas cuestiones. Solo de esta manera, superando a viejas estructuras que enchalecan a lo mejor de nuestra clase vamos a poder frenar a Milei. Y no solo quedarse, sino que teniendo en cuenta los aniversarios, también estos debates permitirían, en un futuro, poder dar mejores respuestas a procesos encabezados por la clase trabajadora, como lo fue el argentinazo.

Santiago Ledesma y Gonzalo Zuttión


[1] Informe especial diciembre CPM

[2] Informe especial diciembre CPM

[3] Informe especial diciembre CPM

[4] https://cels.org.ar/anuarioultraderecha/

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