En medio de caídas políticas, escándalos y un clima económico deteriorado, el presidente Javier Milei decidió relanzar su campaña electoral con la presentación de su nuevo libro en un estadio cerrado. Lejos de ser un acto cultural inocente, la movida busca generar espectáculo mediático para ocultar las grietas del oficialismo.
Una puesta en escena calculada
Elegir un estadio cerrado como escenario no es azaroso: maximiza el control del acto, limita el ingreso de periodistas incómodos y crea una atmósfera de adhesión casi teatral. Frente a un electorado cada vez más crítico y varias recorridas truncadas por el descontento, el gobierno apuesta al show para revertir la percepción de debilidad.
Mensajes revestidos de marketing
Durante el evento, Milei se presentó como un líder que resiste y propone, mientras admitía sombras que “la situación es dura”, pero aseguró que “cruzar el río” implicaba seguir apoyando su gestión. La distancia entre intención y realidad fue palpable: en un país donde salarios y jubilaciones caen, el relato del “avance contra la casta” suena cada vez más hueco.
Espacios públicos medidos, alianzas cuestionadas
El relanzamiento también revela debilidad estructural, ya que, el oficialismo no confía en su capacidad para convocar en espacios abiertos sin que se evidencien ausencias y reclamos. Al cerrar el acto en recinto bajo techo, se evita que el descontento alcance visibilidad masiva.
Además, el apoyo de figuras clave del espacio libertario —entre ellas José Luis Espert, cuya imagen ya está ligada a acusaciones de financiamiento dudoso— levanta suspicacias: ¿se relanza una campaña o se asegura impunidad política?
¿Para quién el libro?
Más que una obra de reflexión, el libro relanzado actúa como herramienta de propaganda, moldeado para calzar en la narrativa del gobierno: ajuste como valor, crítica a los opositores y la promesa de solución definitiva. Su presentación se suma al catálogo de aparatos simbólicos del oficialismo, destinados más a reforzar adhesiones que a debatir ideas.
Un gesto de crisis más que de fuerza
Cuando un gobierno recurre al relanzamiento teatral mientras se hunde en derrotas legislativas y caídas del mercado, queda claro que lo que se relanza no es un proyecto, sino la imagen de un proyecto que ya no convence. La operación publicitaria que pretende tapar sus fisuras revela el cinismo político del ajuste.
Más que preparar un show para la tribuna, este gobierno de corruptos, ajustadores y coimeros, debería preparar las valijas porque al igual que como Espert renunció a la presidencia de la Comisión de Presupuesto, todos se tienen que ir.