Milei cerró campaña en Rosario. Casete repetido y desgastado

En su cierre de campaña en Rosario, Javier Milei intentó reavivar el discurso del “cambio” pese a la crisis y el desgaste político de su gestión. Entre promesas recicladas y ataques a la oposición, el presidente buscó blindar a La Libertad Avanza frente a una economía en caída y un gabinete en descomposición.

De cara al domingo 

En medio de una economía en recesión y una creciente pérdida de credibilidad, Javier Milei cerró la campaña de La Libertad Avanza (LLA) en Rosario con un discurso que repitió consignas ya desgastadas. Entre gritos contra “la casta” y promesas de reformas estructurales, el Presidente intentó reinstalar la idea de que todo depende del Congreso, el mismo argumento con el que busca justificar el fracaso de su propio programa de gobierno.

“Tenemos la posibilidad de cambiarle la cara al Congreso y avanzar con las reformas que la Argentina necesita”, afirmó Milei, ignorando que tras casi un año de gestión los resultados económicos son devastadores: inflación persistente, salarios en caída libre, pobreza récord y una economía paralizada por el ajuste.

El acto, que pretendió ser una muestra de fuerza, dejó al descubierto la fragilidad interna del oficialismo. La reciente salida del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, y los rumores de nuevos recambios en el gabinete exponen una gestión desbordada y cada vez más aislada.

Desde el escenario, Milei volvió a apelar al relato del sacrificio, prometiendo un futuro próspero que nunca llega. Mientras tanto, los números lo desmienten: la inflación no cede, la industria se derrumba y el consumo popular se hunde. Aun así, el Presidente insiste en culpar a “los mismos de siempre” por los efectos de su propio plan económico.

Aunque el acto se realizó en la ciudad del Monumento a la Bandera, símbolo de soberanía nacional, Milei ya ha jurado lealtad a otro emblema: el de Estados Unidos, con un alineamiento político y económico que subordina la agenda local a los intereses de Washington.

El cierre en Rosario fue más un acto de supervivencia política que de celebración. Con tono mesiánico y sin autocrítica, Milei volvió a vender la ilusión del cambio mientras la realidad muestra un país empobrecido y dividido. Su discurso, plagado de consignas vacías, intenta sostener una narrativa que se desmorona frente al deterioro cotidiano que sufren millones de argentinos.

A un año de haber prometido “terminar con la casta”, el libertario gobierna rodeado de los mismos sectores de poder que decía combatir. Y su “revolución liberal”, lejos de liberar al país, lo hunde cada día más en la desigualdad y la desesperanza.

Por otro lado, en las calles de Rosario también hubo una Malvenida a Milei, hecho que se viene repitiendo en cada lugar que visita el presidente.

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