jueves, 26 diciembre 2024 - 10:46

Miguel Bonasso. Sobre el llamado del Papa Francisco a Isabel Perón

Reproducimos a continuación, un texto recientemente publicado por Miguel Bonasso, en torno al amistoso llamado que el Papa Francisco acaba de hacerle a Isabel Perón. En su breve relato, una vez más sale a la luz la relación directa y nefasta entre Perón, Isabel, la macabra Triple A, la Iglesia, y los asesinatos de esa época negra de nuestra historia.

El saludo del Papa a la ex Presidenta argentina “Isabel” Perón por su nonagésimo cumpleaños, agravia directamente la memoria del padre Carlos Mugica, asesinado por la Triple A, en mayo de 1974, durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón. Aunque voceros de la derecha, tanto la peronista como la otra, intentaron culpar del asesinato a Montoneros, ya se vertieron en una causa judicial testimonios directos como el de Ricardo Capelli, que no solamente señalan a la Alianza Anticomunista Argentina, como autora del asesinato, sino que incluso identifican a quien efectuó los disparos: el policía corrupto y asesino Rodolfo Almiron, a la sazón jefe de la custodia de “Chabela” y del propio Perón. Fui amigo personal de Carlos Mugica y me consta quien lo asesinó y quien lo mando asesinar. Puedo afirmar rotundamente que no fueron los Montoneros, como lo precisó el propio Mario Eduardo Firmenich en tres columnas publicadas en el diario “Noticias” que yo dirigía.

Ya en 1974, pocos meses después del crimen, el gran jurista Arturo Sampay, autor de la Constitución Peronista de 1949, me dijo que el instigador era el propio Perón. “Asesinar a Mugica -sostuvo entonces- era una maniobra maquiavélica para dividir el espacio político de Montoneros, o sea, la Juventud Peronista”. Y agregó: “esa idea no se le ocurre a un cabito de la Federal como es López Rega”. “Es la respuesta que les dio Perón a ustedes por haberle vaciado media plaza el primero de mayo”. Aunque podía ser una teoría, una especulación, no lo decía un personaje menor, sino uno de los forjadores intelectuales del peronismo.

En la foto de portada junto a Perón e Isabel.

Diecinueve años más tarde, otra figura cenital del Movimiento, me lo confirmaba con detalles muy precisos. Era un sacerote jesuita, como Bergoglio, pero a diferencia del hoy Pontífice había sido suspendido a divinis por la Compañía de Jesús, debido precisamente a sus nexos con Perón y Evita: el padre Hernán Benítez. En una larga charla, en su casa de Florida, donde lucía un busto de Eva Perón y un óleo del Ché Guevara, tuvimos una charla muy a fondo que se prolongó durante casi cinco horas. Hacia el final del encuentro me preguntó:

¿Quién asesinó a nuestro amigo Carlitos Mugica?

La Triple A, respondí de inmediato. Cabeceó afirmativamente.

Si, claro. Eso es así y la Iglesia lo sabe. Lo que yo le pregunto es quién, concretamente, apretó el gatillo.

El comisario Rodolfo Almirón.

Ajá. ¿Y qué era en ese momento el comisario Almirón?

Jefe de la custodia de Isabel Perón.

Así es, exactamente. ¿Y usted no cree en el carácter transitivo?

El confesor de Evita, el que la preparó “a bien morir” por orden del propio Juan Domingo Perón, me estaba diciendo a través de una pregunta -costumbre jesuítica por antonomasia- lo mismo que había especulado catorce años antes Arturo Sampay. Pero además, como al pasar, había deslizado un dato esencial: la Iglesia lo sabía. ¿Podía ignorarlo Jorge Bergoglio? Mucho después, en el tercer milenio, quedaría demostrado a nivel judicial -en causas debidamente encalladas por los desconocidos de siempre- que Almirón, quien más tarde sería jefe de la custodia del político franquista español Manuel Fraga Iribarne, había sido el autor material del crimen.

En otras palabras: ayer el padre Bergoglio, jesuíta como Benítez y vinculado al Colegio de El Salvador como Carlitos Mugica, saludó a la jefa de su asesino. Una ex Presidenta responsable de crímenes de lesa humanidad, por los que no ha sido juzgada. Una próspera viuda que dejó de opinar políticamente hace mucho tiempo. Según las malas lenguas, desde que Carlos Saúl Menem, le envió a través del entonces jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, cuatro millones de dólares de fondos reservados. Una atractiva jubilación que se ufanaba de haberle entregado en persona, el yerno de Anzorreguy: Alejandro Mac Farlane, después ejecutivo del YPF que se entregó a Repsol.

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