El atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner causó conmoción y un fuerte rechazo entre los trabajadores y los sectores populares. Ese lógico sentimiento y preocupación fue utilizado por el gobierno para convocar a ayer viernes a una movilización a Plaza de Mayo, llamando a la unidad nacional y la paz social, al tiempo que se está implementando un fuerte ajuste sobre los de abajo.
Desde nuestro partido, repudiamos inmediatamente el atentando a través de declaraciones de nuestros referentes y mediante un pronunciamiento de la dirección nacional, exigiendo una profunda investigación para esclarecer este grave hecho. También rechazamos la hipocresía de Juntos por el Cambio y las campañas mediáticas de toda la derecha que habilitan estas y otras acciones reaccionarias.
Asimismo nos manifestamos mediante una declaración del FIT Unidad en términos similares.
Por qué no concurrimos
Desde el MST, junto a gran parte de la izquierda llamamos a no concurrir a la marcha convocada por el presidente, el Frente de Todos y avalada por la burocracia sindical oficialista. Porque la movida se apoyó en la bronca popular pero con la indisimulable estrategia de canalizar ese rechazo para fortalecer al gobierno en medio de la aplicación de un duro plan de ajuste ordenado por el FMI.
Por otro lado, se utilizó el fallido atentado, para abonar a la tesis de la desestabilización, la democracia en peligro y otras afirmaciones tramposas, habitualmente utilizada por los gobiernos con momentos de crisis agudas y cuando necesitan recomponer su base social, apelando al fantasma de la derecha. Cuando es hoy el propio gobierno, de la mano de Massa – Rubinstein y con el aval explícito de CFK y su sector, quien tomó en sus manos la agenda de la derecha para aplicar sin tapujos la receta del FMI.
La mayoría de la izquierda y del sindicalismo combativo coincidió en el repudio al atentado, pero sin concurrir al acto del Frente de Todos. La excepción, una vez más haciendo gala de un oportunismo extremo fue el Nuevo MAS con Manuela Castañeira, que marcharon y terminaron siendo furgón de cola, pero “con sus propias banderas”.
El gobierno decretó feriado nacional para facilitar la convocatoria en distintos puntos del país. Y si bien el repudio al atentado fue general y masivo, la marcha estuvo claramente hegemonizada por el peronismo, con un innegable tinte político partidario y electoral fomentándose de manera central la consigna “Cristina presidente”.
En el palco convivieron funcionarios del gobierno como el jefe de Gabinete Manzur, intendentes, gobernadores (entre ellos Gildo Insfrán), dirigentes sociales, de derechos humanos y sindicalistas afines, con el superministro Massa a la cabeza. Dentro de la Rosada se realizó una reunión de empresarios, gobierno, Iglesia y dirigentes sindicales, donde se delineó la declaración que luego se leyó en la plaza llamando a la unidad nacional (1). Una reunión con aroma a pacto social de forma y contenido, donde se llamó a la concordia, a la unidad entre los que pergeñaron el acuerdo con los usureros, los que se la llevan en pala, los que aplican el ajuste y… los que pagamos los platos rotos de la crisis.
Otra vez en los momentos de crisis llaman a sostener la gobernabilidad en función de los planes de ajuste. Fomentando la unidad entre los que lo sufrimos y quienes lo aplican, convocando a los trabajadores y al pueblo a la armonía con los partidos capitalistas y con las entidades empresarias responsables de la inflación, precarización laboral y la entrega del país.
Junto al presidente de la UIA, el empresario negrero Daniel Funes de Rioja, estaba la dirigencia de las centrales sindicales que no hicieron siquiera mención a los tarifazos, los recortes presupuestarios de salud y educación y planes sociales y a las medidas de ajuste del gobierno. Nota de color: la burocracia cegetista, que venía amenazando con un paro para el lunes metió violín en bolsa, fue parte del acto y ni una palabra de luchar por el salario.
Lo que se necesita, a la par de seguir reclamando una profunda investigación del atentado contra CFK es movilizar; pero no para llamar a la unidad con las patronales y los ajustadores, sino para pararle la mano al plan antiobrero del gobierno y el Fondo Monetario.
(1)Anexo
Documento leído en Plaza de Mayo
Frente al intento de asesinato de la principal dirigente política del país, nadie que defienda la República puede permanecer en silencio o anteponer sus diferencias ideológicas al repudio unánime que esta acción depara.
No hay manera de relativizar ni minimizar un intento de magnicidio. La solidaridad y el repudio de dirigentes de toda América Latina, de los EE.UU, de Europa y del Papa Francisco muestran que el mundo comprende cabalmente la gravedad de lo ocurrido. En el mismo sentido se expresó el movimiento obrero organizado, entidades empresarias, comunidades religiosas, asociaciones deportivas y demás organizaciones intermedias del país. También gran parte de la dirigencia política nacional, a quienes agradecemos que comprendan que la convivencia democrática debe prevalecer sobre cualquier desacuerdo político.
El “límite” del que hemos oído hablar mucho en las últimas horas no se cruzó ayer. Si no queremos que la intolerancia y la violencia política arrasen con el consenso democrático que hemos construido desde 1983 a la fecha, debemos contextualizar lo ocurrido anoche contra la vicepresidenta Cristina Kirchner: desde hace varios años un sector minúsculo de la dirigencia política y de sus medios partidarios viene repitiendo un discurso de odio, de negación del otro, de estigmatización, de criminalización de cualquier dirigente popular o afín al peronismo, y aún de cualquier simpatizante. Todos hemos visto movilizaciones donde se pasearon por las plazas más importantes de la Capital Federal bolsas mortuorias, ataúdes o guillotinas.
No es inocente ni gratuita la legitimación de discursos extremos, de llamados a la agresión, de planteos que niegan legitimidad democrática del adversario político. Nadie es individualmente responsable por las acciones de otros, pero quienes cedieron minutos de aire a los discursos de odio deberán reflexionar sobre cómo han colaborado para que lleguemos hasta esta situación.
La vida democrática es incompatible con el accionar de minorías violentas que pretenden llevar de las narices al resto de la sociedad, u obligar a determinada dirigencia a tomar posiciones cada vez más sectarias con tal de contentar a esa supuesta clientela electoral.
La convivencia en el marco de un orden democrático también es el umbral de las condiciones necesarias para el desarrollo de nuestros hijos y nuestras hijas. El daño que producen las acciones y las palabras violentas en las mentes de niños y niñas es una condena para el futuro de la Argentina.
El pueblo argentino está conmovido, impactado por lo ocurrido, incluyendo a millones que no simpatizan con Cristina ni con el peronismo. En honor a todos nuestros compatriotas es que hacemos este llamamiento a la unidad nacional pero no a cualquier precio: el odio afuera.