Las imágenes de cientos de barcos pesqueros al borde del mar argentino causaron gran conmoción. Se trata de una verdadera ciudad flotante al servicio del capitalismo extractivista.
La escena es impresionante y causa estupor. La luminosidad se asemeja a una pequeña ciudad y los sonidos a un tráfico intenso de mediodía. Así de enorme es la flota de más de trecientos buques extranjeros- chinos, coreanos, españoles, portugueses, taiwaneses- que se encuentran pescando en la famosa “Milla 201”, en el límite del mar argentino (muchas veces dentro de las aguas territoriales).
Las imágenes captadas no son nuevas y dan cuenta de un empeoramiento de la situación ante la falta de controles por parte del Estado argentino. A finales del mes de enero Enrique Piñeyro, un piloto de línea, había tuiteado imágenes sobre la pesca ilegal de calamares sobre la zona económica exclusiva. La repercusión de dichas imágenes en las redes sociales llevo a que Piñeyro organizara un vuelo con 30 periodistas para sobrevolar la zona de pesca ilegal y que fue difundido el pasado viernes 2 de abril por la mayoría de los medios de comunicación televisivos y escritos.
Según algunas estimaciones los buques extranjeros pescan entre 10 y 20 toneladas por día de calamar, merluza, langostinos y abadejo, entre otros, superando las 180.000 en dos meses. Se trata de uno de los negocios ilegales más lucrativos del mundo, sus ganancias se encuentran entre los u$s 15.000 millones y los u$s 36.000 millones anuales, según Global Financial Integrity.
La luminosidad es parte de la técnica de pesca para atraer los cardúmenes de Calamar Illex, una especie migratoria y fotosensible, que en búsqueda de refugio se ubican por debajo de los cascos de los barcos poteros, diseñados para la pesca del calamar y otras especies.
Otra de las prácticas que hacen la situación aún más cinematográfica es que la mayoría de los buques apagan sus sistemas de identificación automática, clave para el rescate en situaciones de emergencia, transformándose en verdaderos barcos piratas que asechan los mares desentendiéndose de toda ley y violando toda norma.
Los buques de pesca son acompañados por otros que hacen de apoyo logístico de combustibles y víveres para soportar los avatares del mar, aunque en algunos casos utilizan el puerto de Montevideo para abastecerse o de emergencia. Nada es improvisado, la depredación pesquera en el Atlántico Sur es llevada adelante por una enorme industria que recibe grandes sumas en subsidios.
El informe de la organización Healthy Oceans (Océanos sanos), publicado en 2018 dio a conocer que la mayoría de los trabajadores de los pesqueros piratas lo hace en condiciones de semiesclavitud e insalubres. En el año 2014 uno de los buques de bandera china tenia a bordo 28 jóvenes africanos que padecían lesiones por permanecer atados con cadenas y grilletes en los tobillos.
Pararle la mano al extractivismo
Según los informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se estima que cerca del 33,1% de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas y algunas en peligro de extinción. Y a mediados del 2018 una investigación publicada en la revista Science Advances, el 86% de la pesca global se encuentra en manos de cinco países: China, Taiwán, Japón, Corea del Sur y España. Cada uno de ellos paga enormes cantidades de subsidios para el tipo de pesca de depredación, ilegal y bajo condiciones de trabajo de sobreexplotación.
Las actuales legislaciones en Argentina no son suficientes para frenar el fenómeno de la pesca ilegal en territorio marítimo nacional. A pesar de que el pasado 1 de marzo el presidente Alberto Fernandez prometió “endurecer las sanciones a los buques que pescan de manera ilegal en los espacios marítimos bajo jurisdicción argentina, lo que incluye a las Islas Malvinas”, las medidas no llegan a pesar de que el saqueo se transmite en vivo y en directo por tv.
Pero la compleja situación hace suponer que no alcanza con incrementar los montos de las multas. Es clave poner los intereses nacionales y el cuidado del ecosistema por sobre los acuerdos con los intereses corporativos extranjeros.
Cabe preguntarnos entonces, ¿por qué el gobierno argentino no exige a los países involucrados que frenen el accionar de las flotas ilegales que financian?, ¿es posible seguir sosteniendo acuerdos comerciales con dichos países que subsidian la pesca ilegal en el mar argentino y depredan los océanos? Pero la realidad hace suponer que poco hará el gobierno nacional que ha orientado toda la política productiva en clave extractivista.
La inacción permanente da cuenta de que defensa de la soberanía por parte del gobierno nacional es palabra vacía. La pesca ilegal tiene un doble efecto devastador: el económico y la depredación ambiental descontrolada que afecta a la flora y fauna marítima.
La recuperación de los puertos y de una infraestructura nacional flotante bajo control estatal, trabajadores y organizaciones ambientales son medidas que tenderían a defender la soberanía nacional. Además del patrullaje permanente para defender los recursos se podrían constituir espacios dentro de la zona exclusiva para contribuir a la renovación de las especies. Es decir, una verdadera planificación sobre nuestros mares que al mismo tiempo que impida el desastre ambiental coloque esos recursos al servicio de las mayorías no de las ganancias de unos pocos.