En una entrevista exclusiva con el periódico británico The Telegraph, el presidente Javier Milei volvió a dejar en claro cuál es su verdadera lealtad geopolítica. Casi que como gerente de una colonia y no como un presidente de un país soberano, el mandatario argentino dejó entrever una hoja de ruta para el conflicto de las Islas Malvinas que rompe con la posición tradicional de los gobiernos argentinos anteriores y se alinea, palabra por palabra, con los intereses de la ocupación inglesa.
Bajo la promesa de una futura visita a Londres y en un contexto donde su gobierno busca desesperadamente acuerdos comerciales y financieros con el Reino Unido, Milei afirmó que la soberanía de las islas debe resolverse “a través de la negociación y cuando los isleños lo deseen”. Esta declaración, que parece sacada de un manual del Foreign Office[i], pone sobre la mesa el argumento de la autodeterminación de los kelpers, una población implantada por la fuerza colonial en 1833 y sostenida artificialmente por la corona británica.
Aunque luego el presidente intentó matizar sus dichos asegurando que “nunca renunciaremos al reclamo de soberanía sobre Las Malvinas. No es negociable”, la contradicción es tremenda, “o sea, digamos”, no se puede reclamar soberanía mientras se le otorga poder de veto a los ocupantes ilegítimos.
Un esbirro del imperialismo jugando a la diplomacia
Lo de Milei no es un error o algún tipo de ingenuidad diplomática. Es la confesión directa de un gobierno que actúa como súbdito directo del eje anglosajón. Al igual que Benjamín Netanyahu utiliza la implantación de colonos en Palestina para justificar el despojo territorial y el genocidio, el Reino Unido utiliza a los kelpers como escudo humano y político para perpetuar su enclave militar y extractivista en el Atlántico Sur.
Que un presidente argentino valide esta lógica no es solo una traición histórica, y un insulto para todos los combatientes que pusieron el cuerpo en la guerra, sino una renuncia explícita a cualquier intento serio de recuperación.
Es imposible negociar algo favorable para los intereses nacionales cuando el destino del gobierno está atado de pies y manos a los designios del Fondo Monetario Internacional y de la Casa Blanca. Estados Unidos, el gran aliado (hoy un tanto desaparecido) con el que Milei se alinea carnalmente, ha sido históricamente el socio estratégico de Gran Bretaña, brindándole apoyo logístico y satelital durante la guerra de 1982 y votando sistemáticamente en contra de la Argentina en los foros internacionales. Creer que de la mano de estos verdugos vendrá la libertad para Malvinas es, cuanto menos, una burla para la memoria de nuestros caídos.
Mientras Milei habla de una solución a largo plazo y de evitar confrontaciones que dañen las “transacciones culturales y económicas”, la realidad es que su política de entrega abre las puertas para que los capitales ingleses y sus socios avancen en la explotación de nuestros recursos.
No es casual que, en paralelo a estas declaraciones, se reactiven los proyectos de saqueo petrolífero y pesquero en la cuenca de Malvinas, con empresas británicas e israelíes a la cabeza. La soberanía no se defiende con discursos vacíos para fechas patrias mientras se entrega el subsuelo y el mar a las potencias extranjeras.
La salida es antiimperialista o no es nada
Desde el MST en el Frente de Izquierda Unidad tenemos una posición clara: el conflicto de Malvinas no se resolverá en los salones alfombrados de la ONU ni en las cumbres diplomáticas donde se brinda con los usurpadores. Décadas de reclamos administrativos han demostrado la esterilidad de esa vía mientras el imperialismo sigue fortificando su base militar y robando nuestros bienes comunes.
La desmalvinización no empezó con Milei, aunque él la lleve a los extremos del cipayismo. Fue una política de Estado de todos los gobiernos desde 1983, que bajo el paraguas de la democracia aceptaron pagar la deuda externa fraudulenta, firmaron acuerdos de protección de inversiones con las potencias ocupantes y permitieron que empresas británicas, como Lewis en Lago Escondido o las mineras y petroleras en todo el país, sigan saqueando nuestras riquezas en el continente. No se puede ser soberano en las islas si se es colonia en tierra firme.
Por eso, rechazamos cualquier negociación que incluya la voluntad de la población implantada. La única salida real pasa por una política de ruptura y confrontación con el imperialismo, el desconocimiento de la deuda externa, expropiación de los activos británicos y de sus aliados en el país y una campaña internacional de solidaridad apoyada en los pueblos de Latinoamérica y del mundo, no en las cancillerías de las potencias.
Malvinas volverá a ser argentina de la mano de un gobierno de trabajadores que se anime a romper con las cadenas de la dependencia, no de la mano de un presidente que quiere viajar a Londres para pedir perdón por querer ser libres.
[i] Es el ministerio del gobierno británico que se ocupa de las relaciones exteriores en Europa, de los asuntos exteriores y relaciones con los países miembros de la Mancomunidad Británica de Naciones.

