La guerra de Malvinas es mucho más que, como nos quieren hacer creer los escribas de la historia oficial, una aventura militar ideada por Galtieri para salvar a una dictadura que veía acercarse su fin de ciclo. Esa es solo una parte de la realidad.
Sin dudas el gobierno militar estaba jaqueado por el derrumbe de su modelo económico y una creciente movilización obrera y popular que tuvo un punto cúlmine en esa gran demostración callejera del 30 de marzo.
Esa necesidad de conservar un poder ya cuestionado, explica la causa fundamental de la guerra y la actitud desesperada del dictador Galtieri que lo llevó a invadir las islas de manera improvisada. Y explica también el porqué de una derrota a manos de esa dirección irresponsable y criminal en lo político y lo militar. Pero esa es una verdad a medias, una visión sesgada de la realidad.
Porque hay otro aspecto clave del carácter de esa guerra indudablemente ocultado y vilipendiado por quienes propagandizan que lo “irresponsable” no fue la conducción desastrosa de la dictadura, sino el hecho de osar enfrentar al imperio. Utilizan la condena social a los responsables del genocidio para anestesiar la conciencia antiimperialista que avanzó a la par de esa guerra.
Una causa justa
La Guerra de Malvinas fue también una de las gestas antiimperialistas más importantes que libró el pueblo argentino en la historia reciente. Que parte de una causa justa hecha carne en el pueblo argentino: la soberanía territorial argentina sobre las islas Malvinas. Amparada en el derecho internacional, con las islas ubicadas en la plataforma continental de nuestro país, con indiscutibles registros históricos de la invasión inglesa y con reconocimiento del rol imperialista y socio de los EEUU anclado en la conciencia de amplias franjas obreras y populares.
La lucha por expulsar a los ingleses y terminar con ese enclave al servicio de sus intereses geopolíticos, es una causa más que justa y una necesidad para la pelea por una segunda independencia más global en nuestro país.
Por eso y más allá de las intenciones del gobierno militar, la guerra impulsó con fuerza el sentimiento antiimperialista de todo un pueblo. Y una enorme movilización que despertó una gran simpatía en los pueblos de América Latina y cuestionó el poder político y militar de las grandes potencias. Se tuvo la oportunidad de derrotar a los piratas ingleses. Claro que a condición de desarrollar una dirección que hubiera hecho lo opuesto de los milicos que confiaron en los yanquis, no se prepararon para una guerra en serio y ni siquiera tuvieron una conducción unificada. Se podía haber tenido chances de ganar si se hubiera ido hasta el final, apelando a la movilización latinoamericana y embargando los bienes de los piratas. La guerra se perdió, pero esa movilización que se desató para enfrentar a los ingleses, terminó liquidando a la dictadura más sangrienta de nuestra historia.
Una política principista y revolucionaria
El PST, antecesor del MST, que venía en la clandestinidad luchando contra la dictadura, se posicionó a favor de desarrollar la movilización y la guerra antiimperialista y por la derrota de los piratas ingleses. A diferencia de la mayoría de las corrientes de la época el PST desarrolló la lucha antidictatorial en el nuevo escenario planteado por la guerra. Desde esa ubicación propusimos un programa de medidas opuesto por el vértice al de la Junta Militar, un programa de transición para derrotar al imperio usurpador. Planteamos embargar a los capitales ingleses y norteamericanos, promover el armamento obrero y popular y aceptar el apoyo militar de Cuba y otros países de Latinoamérica que la ofrecían y la dictadura rechazaba. Reclamamos dar plena libertad de organización y movilización a los trabajadores y el pueblo. Planteamos una política de clase reclamando la huelga general y destacamentos obreros para organizar la solidaridad y la movilización. Exigimos terminar con la diplomacia secreta y la ruptura de relaciones con EEUU. Y, como miles de personas, nos anotamos como voluntarios para ir a Malvinas como combatientes o para apoyo logístico.
Polemizamos con quienes tomaron una postura anti-guerra y pacifista que reducían su visión solo a que la dirección de la guerra era la dictadura. Por ejemplo, el PC que, al igual que el PJ y la UCR, llamaba a confiar en la ONU para una solución pacífica, funcional a los británicos. Postura similar a la de otros sectores de izquierda y de DDHH. Esta posición soslaya el hecho esencial: que fue un enfrentamiento armado entre un país semicolonial atacado y una potencia imperial usurpadora de territorio, que nos declaró la guerra mucho tiempo antes. La recuperación de las Malvinas era un abierto desafío al orden colonialista inglés e imperialista en general. Por esa razón objetiva nosotros, ayer y hoy, la consideramos una causa justa, antiimperialista, más allá de quién la dirigió circunstancialmente y delimitándonos políticamente de esa dirección.
Otras corrientes como PO de entonces, cedieron a la política pacifista, llamando a concurrir a la movilización cuando vino el Papa, aliado del frente imperialista angloyanqui, a preparar el terreno para la rendición. El PST fue el único que denunció el rol del Papa y llamó a no concurrir a sus actos.
¿Se podía ganar?
Si bien no se logró la comisión investigadora independiente que reclamamos desde el PST de entonces, la crisis irreversible en la que quedó sumida la dictadura por la derrota y la movilización que pasó a cuestionarla, habilitó la formación de un organismo presidido por el general Rattembach que emitió un informe, luego publicado. El mismo, que concluyó que de haber actuado de otra manera estaba la posibilidad de ganar, desnudó aspectos claves de la conducción derrotista: no hubo comando único, cada fuerza actuó por su lado; se invadió en el momento militar equivocado; se confió en el apoyo de EEUU que no dudó en apoyar a su socio pirata; se creyó que los ingleses no iban a atacar y por ende no se preparó la defensa de las islas recuperadas. A ello, por supuesto, nosotros agregamos que si bien se intentó manipular a la población, esta se movilizó a fondo y estaba dispuesta al combate al que nunca apeló la dictadura.
También denunciamos que el ejército actuó como fuerza de ocupación y no de defensa nacional y que la alta oficialidad, amén de los privilegios de los que gozaron mientras mandaban al frente a los pibes, se apropiaron de los fondos que se habían recolectado por parte de la población.
Desmalvinizar: una política de Estado
Desde que terminó la guerra hay un doble discurso permanente. Se habla de soberanía en las islas. Pero todos los gobiernos han tenido y tienen la desmalvinización como política de estado, desde Alfonsín hasta Fernández. Desde Raúl Alfonsín, que llamó “carro atmosférico” a la Guerra de Malvinas, pasando por el entreguismo de Menem y Macri, hasta los K y ahora Alberto que organizan actos, les ponen el nombre a calles, producen festivales y homenajes por doquier, pero que, no solo no han movido un dedo, sino que continúan con la entrega al poder imperial, ahora con el FMI.
Esta política de transformar el reclamo en decorativo tiene objetivos definidos.
Está al servicio de decirnos que no se puede de ninguna manera enfrentar militarmente al imperialismo. También es una política para preservar las FFAA como fuerzas de represión al servicio del ajuste y la entrega.
La desmalvinización está también en función de mantener los pactos de coloniaje militares, políticos y económicos, tales como el Sistema interamericano de defensa, los ejercicios militares conjuntos, la OEA, el TIAR, el BIRF, el Banco Mundial y hasta el hasta el propio FMI.
También está al servicio de seguir la entrega del petróleo y la.pesca a las empresas inglesas y las privatizadas. Y, por supuesto, para el pago de la fraudulenta deuda externa.
También la desmalvinización pretende desconocer los derechos y reclamos de los excombatientes.
Remalvinizar y pelear por la segunda independencia
A 40 años del inicio de la guerra con Gran Bretaña,, hay que recordar y rendirles el merecido homenaje a los 649 combatientes que cayeron bajo el fuego del enemigo que todavía sigue ocupando nuestras Malvinas.
Hay que seguir apoyando todos los reclamos de los ex combatientes. Y exigiendo el juicio y castigo para todos los responsables políticos y militares de la derrota.
A 40 años hay que seguir reclamando soberanía. Rechazando la política desmalvinizadora. Y repudiando la ocupación pirata sin renunciar a priori a ninguno de los medios para recuperar las Islas. Exigiendo la recuperación de la explotación de nuestro petróleo y de la pesca usurpada también por empresas británicas en aguas continentales argentinas.
Contra la hipocresía desmalvinizadora y la nueva entrega a la usura internacional, hay que reivindicar con fuerza aquella movilización en la que el reclamo antiimperialista y de soberanía sobre las Malvinas aceleró el final de la dictadura genocida. A 40 años de aquella gesta, seguimos levantando esas banderas, para que se vayan los ingleses de nuestras islas, el imperialismo de América Latina y por la Segunda y definitiva independencia nacional y el socialismo.