El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a usar a la Argentina como ejemplo de “fracaso” económico para justificar su respaldo al gobierno de Javier Milei. “Argentina está luchando por su vida, se están muriendo”, afirmó al defender la ayuda económica estadounidense ante las críticas de productores norteamericanos que acusan un trato preferencial hacia el país sudamericano.
Milei, que recorre el país hablando de los “milagros” de su gestión, festeja cada una de las palabras de Trump, incluso las que lo contradicen. El mandatario argentino aprovechó el guiño para reforzar su narrativa de “rescate” y “refundación”, en sintonía con el discurso mesiánico de su aliado.
Pero el efecto político va más allá de la retórica: mientras Trump se coloca como el salvador del “mundo libre”, Milei se muestra cómodo en el rol de discípulo agradecido. El resultado es una escena de fuerte dependencia, donde la Argentina aparece una vez más descrita como un país al borde del colapso que necesita ser salvado desde afuera. Esa visión sirve a ambos líderes, a Trump para justificar sus políticas de poder global, y a Milei para sostener su relato de austeridad interna bajo el amparo de Washington. En nuestro país no necesitamos de aquellos pactos de coloniaje, al contrario, no hay forma de que el país salga adelante con ellos. No hay futuro bajo las suelas de Estados Unidos y el yugo del FMI.