jueves, 26 diciembre 2024 - 09:30

Los soviets. Historia y debates

El 13 de octubre – 26 de nuestro calendario- de 1905 se creó el primer Soviet de Diputados Obreros de San Petersburgo. [1]  Los soviets – “consejos” en ruso- fueron un factor determinante en la Revolución Rusa.  Este artículo pretende hacer un recorrido por su historia, su desarrollo, su importancia en la revolución de octubre y al mismo tiempo adentrarse en los debates que se suscitan ante el hecho de que no hayan vuelto a surgir este tipo de organismos desde hace muchas décadas.

“La historia del consejo de los diputados obreros de San Petersburgo es la historia de cincuenta jornadas. Desde el 13 de octubre de 1905 en que se celebró la sesión fundacional hasta el 3 de diciembre en que fue disuelto por la tropas gubernamentales.”[2] escribía Trotsky en 1906.  Su nacimiento  no se produjo de un día para otro, sino como resultado y conclusión de los diferentes organismos de lucha que las masas trabajadoras fueron construyendo en el transcurso de la primera revolución rusa, en 1905.

El  imperio ruso era gobernado entonces  por una autocracia encabezada por el zar Nicolás II. El régimen político monárquico y los resabios feudales en el campo se combinaban con una industrialización desarrollada aceleradamente en las últimas décadas del siglo XIX. San Petersburgo, Moscú y otras ciudades se habían transformado en grandes centros fabriles  con  una importante concentración obrera. A comienzos del siglo XX las movilizaciones de trabajadores crecían frente a las condiciones de miseria y a la represión estatal, agravadas por la guerra ruso-japonesa iniciada en 1904. La  burguesía liberal, por su parte,  reclamaba la apertura hacia una república burguesa, aunque su orientación se centraba en la exigencia al zar para que encabezara las reformas. Era consciente que un proceso revolucionario no se detendría solo en los reclamos democráticos.

El domingo sangriento. Comienza la revolución

A principios de enero de 1905 comienzan en San Petersburgo una serie de huelgas por mejoras en la situación económica, contra despidos y por la jornada laboral de 8 horas. A la cabeza del movimiento  se encontraba la Asociación de Trabajadores de Fábricas y Plantas  -conducida por el cura Gueorgy Gapón-  que había sido impulsada  por las clases dominantes para impedir la influencia de los partidos revolucionarios en la clase obrera. El 9 de enero la Asociación  convocó una manifestación pacífica para entregar un petitorio al zar en el que se solicitaba la convocatoria a una Asamblea Constituyente,  libertades democráticas, derecho a huelga  y  otras medidas “que os expondremos directa y abiertamente , ¡oh, soberano!, como a nuestro padre.”[3]  Una marea de más de 200 mil personas se dirigió hacia el Palacio de Invierno, sede del gobierno, portando pancartas con la imagen del Zar y estandartes religiosos. El gobierno respondió con  una feroz represión que provocó   cientos de muertos y miles de heridos.  El Zar pretendía dar un  escarmiento ejemplar pero consiguió todo lo contrario. Cualquier expectativa que pudiera  haber en la autocracia se esfumó definitivamente, se extendió el movimiento a otras muchas ciudades y aumentó la influencia de los partidos socialistas entre la clase obrera.  Las demandas económicas y sociales dieron paso a una lucha política por derribar a la monarquía. El Zar intentó desmontar el proceso otorgando algunas concesiones limitadas, como el establecimiento de una Duma – especie de parlamento-  que sólo tenía carácter consultivo y cuyo régimen electoral excluía a la mayoría de la clase obrera. No lo consiguió.  Durante todo el año se sucedieron huelgas y manifestaciones que,  con momento de mayor o menor intensidad, fueron sumando  nuevos sectores de trabajadores y extendiéndose por todo el país. El clima de rebelión penetró también en las fuerzas armadas dando lugar a  motines como el célebre de los marineros del acorazado Potemkin en junio o la sublevación de Kronstadt en octubre.  A fines de septiembre y comienzos de octubre se produjo  un nuevo ascenso del movimiento obrero.  El 19 de septiembre se declararon en huelga los obreros tipógrafos de Moscú, el 2 de octubre los tipógrafos de Petersburgo se sumaron en solidaridad,  el 9 comenzó la huelga ferroviaria. El 13 de octubre se declaró la huelga general en la capital que pronto se extendió a gran parte del territorio ruso.

El soviet de San Petersburgo

Durante los meses transcurridos desde el 9 de enero las masas fueron creando distintos organismos para dirigir su lucha: comités de fábrica, sindicatos, asambleas, congresos. Todos ellos fueron, de alguna manera, los embriones que darían surgimiento al Soviet de Diputados Obreros. Su primera reunión se celebró la noche del 13 de octubre con  cerca de  cuarenta delegados. Se decidió de inmediato convocar al proletariado de la capital a proclamar una huelga general política y elegir delegados.  Se elaboró un manifiesto que entre otras cosas proclamaba: “No se puede permitir que las huelgas surjan y se extingan de un modo esporádico. Por esto hemos decidido concentrar la dirección del movimiento en manos de un Comité Obrero Común. Proponemos a cada fábrica, a cada taller y a cada profesión que elija diputados a razón de uno por cada quinientos obreros. Los diputados de cada fábrica o taller constituyen el Comité de Fábrica o de taller. La reunión de los diputados de todas las fábricas y talleres constituyen el Comité general de Petersburgo.” [4]

Se constituyó un  Comité Ejecutivo votado por la asamblea del soviet. En general, no había ninguna norma fija de organización, se iban construyendo al calor de las necesidades de la lucha. Con la extensión de la huelga, el consejo se fue expandiendo y cada vez un mayor número de fábricas eligieron sus representantes al nuevo organismo. A la segunda reunión asistieron delegados de 40 grandes plantas, 2 fábricas y 3 sindicatos: los de los impresores, los dependientes y los empleados de oficina.  A mediados de noviembre, el número de diputados al Soviet era de 562, delegados de 147 fábricas, 34 talleres y 16 sindicatos. De esos diputados, 508 representaban a las fábricas y a los talleres y 54 a los sindicatos. En conjunto representaba a no menos de 250.000 obreros, esto es, a la gran mayoría del proletariado de la capital. De los 50 miembros que componían el Comité Ejecutivo, 28 representaban a fábricas y talleres, 13 a los sindicatos y 9 a los partidos socialistas (3 bolcheviques, 3 mencheviques y 3 del partido social revolucionario) [5]

Los socialistas y los soviets

En un primer momento los bolcheviques no dieron demasiada importancia al soviet porque veían una contraposición entre este organismo y el partido, que era quien debía dirigir la insurrección. Esta posición cambiaría a partir de la intervención de Lenin, que desde su exilio en Ginebra escribió” […] ¿el Soviet de diputados obreros o el Partido? Me parece que no es ese el planteamiento, que la solución ha de ser, incondicionalmente, lo uno y lo otro: tanto el Soviet de diputados obreros como el Partido. […]el  Soviet de diputados obreros debe tender a incluir en su seno a diputados de todos los obreros, empleados, sirvientes, braceros, etc., de todos los que quieran y puedan luchar juntos por mejorar la vida de todo el pueblo trabajador […] Y nosotros, los socialdemócratas, trataremos por nuestra parte […] de aprovechar la lucha conjunta con los camaradas proletarios, sin distinción de ideologías, para predicar sin descanso y con firmeza el marxismo, única concepción del mundo verdaderamente consecuente y verdaderamente proletaria. [—]Cada paso de la lucha proletaria, indisolublemente unido a nuestra actividad socialdemócrata, planificada y organizada, acercará cada vez más las masas de la clase obrera de Rusia a la socialdemocracia. […] Quizá me equivoque, pero creo (por las informaciones que poseo, incompletas y sólo de los “papeles”) que en el aspecto político hay que considerar al Soviet de diputados obreros como embrión del gobierno revolucionario provisional” [6]

A partir de ese momento los bolcheviques jugarían un rol destacado, sobre todo en el soviet de Moscú. Los mencheviques, por su parte lo veían como la concreción de su concepción de organización amplia de la clase, pero no le asignaban un rol más allá de ser un organismo de lucha. Trotsky  se integró  en la segunda sesión del soviet de Petersburgo y jugaría un rol destacado siendo electo para el Comité Ejecutivo, dirigiendo su prensa  y cuando el 22 de noviembre el presidente del consejo, Jrustaliov, fue detenido, Trotsky fue elegido para ocupar ese cargo.

El Soviet de Diputados Obreros era la dirección de la huelga política, pero a medida que ésta se extendía y paralizaba las funciones del Estado, fue asumiendo verdaderas tareas de gobierno para garantizar que la paralización no se volviese contra la propia clase obrera, controlando el transporte, el abastecimiento y hasta dictando medidas sobre los impuestos.  “El consejo de los diputados obreros proclamó la libertad de prensa. Organizó patrullas de calle para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Dominaba casi por completo el correo, el telégrafo y los ferrocarriles. Intentó instaurar la jornada de ocho horas con carácter obligatorio. Paralizando mediante la huelga al Estado absolutista, introdujo su propio orden democrático en la vida de las clases trabajadoras de la ciudad.”[7]

El ejemplo del Soviet de Petersburgo se extendió a otras ciudades al calor de las huelgas y movilizaciones. La burguesía liberal, estaba tan aterrorizada como el zar. Tenía claro que el despertar y la organización obrera no concluirían con el establecimiento de una Asamblea Constituyente. Con el manifiesto del 17 de octubre, donde el gobierno prometía una Constitución y la ampliación de facultades a la Duma, la burguesía se pasó definitivamente al lado de la autocracia para liquidar la revolución. El 3 de diciembre las tropas zaristas rodearon e ingresaron al edificio donde sesionaba el soviet  y detuvieron a todos sus integrantes. En Moscú hubo una resistencia encarnizada con enfrentamientos armados durante diez días hasta que finalmente los obreros fueron derrotados.

A pesar de la derrota, la experiencia delos Soviets de Diputados Obreros quedaría grabada en la conciencia del movimiento obrero ruso. En 1906 Trotsky escribía: “no cabe duda alguna que el próximo asalto de la revolución significará la constitución de consejos obreros por doquier.” [8] Doce años después la realidad confirmaría esta afirmación.

Los soviets en 1917

Al estallar en febrero la revolución que derrocó al Zar, resurgieron los soviets  por todo el país. La nueva revolución partía de la experiencia de 12 años atrás, pero iba más allá. Apenas unos días después de la caída de la monarquía se conformó un Comité Ejecutivo  y se convocó al primer congreso de los soviets de toda Rusia. Se crearon también consejos de soldados y de campesinos. El primer Comité Ejecutivo estuvo dominado por los social revolucionarios (SR) y mencheviques que, consecuentes con su concepción de que la revolución era democrática y por lo tanto era la burguesía quien debía dirigir el proceso para constituir una república burguesa,  dieron el apoyo al gobierno provisional. Los bolcheviques tuvieron una posición similar en el comienzo, pero a partir del regreso de Lenin del exilio plantearon que la etapa de la revolución democrática se había cerrado. La tarea se sintetizaba en una consigna: ¡Todo el poder a los soviets! En las Tesis de abril preparadas por Lenin esta orientación se sintetizaba en  “Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas. Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.”[9]

Trotsky, en su  Teoría de la Revolución Permanente, elaborada al calor de la revolución de 1905,  ya definía el carácter socialista de la revolución. Esta confluencia  política entre Lenin y Trotsky  produjo el acercamiento que terminaría en un proceso de unificación, ingresando el  comité interdistritos dirigidos por Trotsky al Partido Bolchevique en el congreso de agosto de 1917.

El período transcurrido  entre febrero y octubre se caracterizó por la existencia  de una dualidad de poderes: por un lado el de los consejos de obreros, soldados y campesinos -cuyas resoluciones eran las únicas aceptadas por las masas populares-  y por otro el  del gobierno provisional, que sólo se sostenía por el apoyo que le brindaban los partidos reformistas. Pero es además el período  de una experiencia acelerada de las masas con las direcciones conciliadoras. Los soviets, al ser una organización democrática de todos los sectores en lucha  permitían confrontar las políticas de las diferentes corrientes. Mientras el gobierno provisional seguía sin satisfacer las demandas planteadas por la revolución de febrero, la agitación bolchevique de que sólo era posible conseguir paz, pan y tierra si los soviets tomaban el poder fue ganando cada vez mayor peso  entre obreros, soldados y campesinos. En septiembre los bolcheviques obtuvieron la mayoría de los delegados en los consejos de Petrogrado, Moscú y las principales ciudades. El camino hacia la insurrección había comenzado. Bajo la dirección de Trotsky, el soviet de la capital  creó el Comité Militar Revolucionario que encabezó la toma del Palacio de Inverno y los principales edificios públicos. El II congreso de los soviets de toda Rusia finalmente proclamó el nacimiento de la república soviética.

La experiencia de Octubre de 1917 reafirmó  la importancia de los soviets como organismos de unidad de las masas movilizadas e instrumento de la insurrección, pero al mismo dejó en claro que sin la dirección de un partido revolucionario, no eran suficientes para la disputa por el poder. Probablemente sin la existencia delos soviets, la influencia bolchevique no se  hubiera desarrollado de una manera tan rápida, pero sin la existencia de ese partido los soviets no hubieran tomado el poder.

 Comités de huelga en un principio, dirección de la huelga política luego, organismo de autodeterminación de las masas revolucionarias,  instrumento para la insurrección y finalmente institución fundamental del nuevo Estado Obrero. Tal fue la evolución desde aquél primer soviet surgido en  1905.

Los soviets en el poder

A partir del 25 de  Octubre los soviets se transformaron en la base  del nuevo régimen. En las sociedades de clase, el Estado es el instrumento de las clases dominantes para garantizar la opresión del resto de la sociedad. Así, aun en las formas más democráticas de los regímenes burgueses, el Estado sigue siendo  la herramienta de una minoría de  capitalistas, una dictadura de clase que  garantiza la explotación de la mayoría del pueblo trabajador,  asentado en las fuerzas represivas y en el mejor de los casos con algún mecanismo de democracia formal. Con la instauración de la república de los soviets, por primera vez en la historia fueron las clases trabajadoras las que ejercieron efectivamente el poder político, imponiendo  la democracia de la mayoría de la sociedad: la clase obrera y los campesinos.  Fue el gobierno de la amplia mayoría del pueblo asentado en organismos democráticos  y sus milicias. “Los Soviets son elegidos directamente por los obreros de las fábricas, por los soldados de cada regimiento, por los campesinos de cada aldea, y con este sentido son la expresión perfecta de su voluntad y de sus aspiraciones. Los miembros de los Soviets, a diferencia de los representantes en los Parlamentos burgueses, no perciben retribución alguna por el ejercicio de sus funciones, y pueden ser relevados en cualquier momento de su cargo si los que los han elegido consideran que no representan ya sus aspiraciones ni son dignos de su confianza.” [10]

Todos los partidos reconocidos por la clase trabajadora  podían participar de los soviets. “En Rusia ha sido conquistado el Poder soviético y el paso del gobierno de un partido soviético a otro queda asegurado sin ninguna revolución por la simple renovación de los diputados en los soviets” decía Lenin después de la revolución, y agregaba: “la pacifica elección de los diputados del pueblo, la lucha pacífica de los partidos en el seno de los soviets, la puesta a prueba en la práctica del programa de los diferentes partidos y la pacífica transición del poder de un partido a otro”

El estallido de la guerra civil y el aislamiento de la Unión Soviética producto de la derrota de la revolución europea dieron surgimiento a una burocracia que fue de a poco apoderándose del partido y del Estado. Los soviets se fueron vaciando, burocratizando y terminaron convirtiéndose en cascaras vacías. Sin embargo, la experiencia de los primeros años del Estado soviético fue una demostración de la  posibilidad de que el pueblo trabajador se autogobierne a través de  un régimen de democracia obrera y popular. Un modelo que seguimos reivindicando.

Causas de una excepcionalidad

En los primeros años posteriores  a la Revolución Rusa, al calor del  ascenso revolucionario, nacieron  consejos en Alemania, Hungría y con diferentes niveles de desarrollo también en Italia y  otros países. Estos procesos fueron derrotados. En el caso de Alemania fue la propia socialdemocracia la que liquidó la revolución y a los soviets para garantizar el mantenimiento del capitalismo y la instauración de un régimen democrático burgués. Esta experiencia vino a confirmar que, para la lucha por el socialismo, junto a los organismos de autodeterminación de las masas revolucionarias es fundamental la dirección de un partido revolucionario. A partir de entonces  el surgimiento de  organismos de este tipo fue esporádico y las nuevas revoluciones de posguerra se produjeron  sin su existencia. Ante esta realidad existen  debates acerca de si este tipo de organización es cosa del pasado y por lo tanto sería un síntoma de dogmatismo insistir con un modelo perimido.

La primera cuestión importante para analizar es que tanto en Rusia –en 1905 y 1917- como en Alemania  -en 1918- los soviets fueron impulsados por todos los partidos obreros, incluyendo a los reformistas. Más allá de que los objetivos de unos y otros eran diferentes, el impulso de todos los partidos confería a los soviets el carácter de un frente único de la clase obrera y las masas movilizadas. Pero así como los revolucionarios extrajeron importantes conclusiones a partir de la experiencia, en el sentido de la necesidad de impulsar los consejos como instrumentos  para la lucha, la insurrección y como embriones del nuevo poder obrero y popular, los reformistas y las burocracias de todo tipo sacaron las suyas: impedir que se desarrollen. Los soviets, además, fueron fundamentales para que los bolcheviques, una minoría al inicio de la revolución, pudieran acompañar la experiencia del movimiento de masas con mencheviques y SR, hablando directamente, sin intermediarios y por esa vía fueron aumentando su  influencia hasta desplazar  de la dirección de los soviets a los partidos reformistas. Por eso, así como los revolucionarios intentamos en todo proceso revolucionario impulsar el surgimiento y desarrollo de organismos que expresen democráticamente la voluntad del movimiento de masas, de tipo soviético, los reformistas y la burocracia intentan obstaculizarlos o liquidarlos lo antes posible.

El fetichismo soviético y los organismos democráticos de los trabajadores

Esto no  implica que no puedan surgir nuevamente, pero es necesario diferenciar forma de contenido.  Toda revolución, al calor del ascenso desarrolla organismos nuevos o modifica el carácter de los ya existentes. La obsesión de los revolucionarios debe ser descubrirlos e intervenir en ellos para desarrollarlos. Para eso no sirven  esquemas ni recetas. Hay muchas experiencias en ese sentido.

En la Alemania de 1923 Trotsky insistía en la necesidad de darle suma importancia a los comités de fábricas, decía: “En nuestro país, tanto en 1905 como en 1917, los Soviets de diputados obreros surgieron del movimiento mismo como su forma de organización natural a un cierto nivel de lucha. Pero los partidos jóvenes europeos que han aceptado más o menos los Soviets como “doctrina”, como “principio”, estarán siempre expuestos al peligro de un concepto fetichista de los mismos en el sentido de factores autónomos de la Revolución. Porque, a pesar de la inmensa ventaja que ofrecen como organismo de lucha por el Poder, es perfectamente posible que se desarrolle la insurrección sobre la base de otra forma orgánica (comités de fábricas, sindicatos) y que no surjan los Soviets como órgano del Poder sino en el momento de la insurrección o aún después de la victoria.”[11] Algo similar planteaba para España en relación a la consigna de crear soviets: “En Rusia tuvimos éxito al crear soviets porque no éramos nosotros solamente los que nos reclamábamos de ellos, sino también los mencheviques y los social revolucionarios, aunque evidentemente estos tenían otros objetivos. En España no podemos construir soviets precisamente porque no los quieren ni los socialistas ni los sindicalistas. Esto significa que no se puede hacer frente único ni unidad de acción con la mayoría de la clase obrera sobre esta consigna.” [12] Y aconsejaba tomar  la consigna impulsada por el dirigente socialista Largo Caballero sobre el control obrero para desarrollar a partir de ahí los organismos de frente único y la autorganización obrera.

En Bolivia, tanto en 1952 como en 1985 la Central Obrera Boliviana (COB) no sólo agrupó al grueso de la clase obrera, sino que incorporó a campesinos y estudiantes e impulsó la formación milicias que derrotaron a las fuerzas represivas del Estado.

En Chile surgieron en la década del ´70 los cordones industriales como verdaderos embriones soviéticos.

Al calor del  Argentinazo del 2001 nacieron las Asambleas Barriales. Con sus limitaciones, eran expresión del agrupamiento de la amplia vanguardia  que encabezaba las movilizaciones  de esos días y embrión de un poder popular que se desarrollaba principalmente en las calles cuestionando al régimen burgués. Allí no sólo se debatían cuestiones parciales, sino un programa alternativo a la crisis, a la vez que se organizaban las masivas movilizaciones a Plaza de Mayo  y otros centros del poder político. Incluso desarrolló la coordinación de  decenas de asambleas en la Interbarrial. Allí la izquierda revolucionaria fue  adquiriendo cada vez más peso al punto de que sus propuestas fueron votadas en la mayoría de esos organismos. Los reformistas se jugaron a liquidarlas, intentando integrarlas a la institucionalidad del régimen o diluir su carácter político en  instrumentos de acción social. Por las  debilidades propias y por la acción del reformismo – facilitada por el sectarismo de una parte de la izquierda- este proceso no llegó a desarrollarse más.

Estos debates tienen en la actualidad suma importancia porque en la medida que  la crisis capitalista se profundiza,  se producirán nuevas revoluciones  y en  ellas una tarea fundamental de los revolucionarios será impulsar el desarrollo de organismos democráticos de autorganización  del pueblo trabajador. A partir del recorrido y experiencias que se desarrollan en el artículo, se pueden sacar algunas conclusiones claves para actuar en ese sentido. 1) Al calor de los procesos revolucionarios  surgirán nuevos organismos o viejos organismos podrán adquirir un nuevo carácter; 2)  es difícil predecir cómo serán, pero la tarea de los revolucionarios es identificar esos embriones de organismos genuinos de autodeterminación del movimiento de masas en lucha y dar la pelea por desarrollarlos en disputa con las organizaciones reformistas y burocráticas que intentarán destruirlos o esterilizarlos como herramientas de poder obrero y popular; 3) direcciones reformistas o burocráticas pueden participar o incluso en determinado momento impulsarlos  –con otros fines-  y debemos actuar con firmeza política pero sin sectarismos, porque no se trata de construir organismos sólo de los revolucionarios, ya que nuestro objetivo es que sean expresión de las capas más amplias del movimiento de masas movilizado, de frente único de las clases trabajadoras. Porque es allí, en disputa con la burocracia y el reformismo que los revolucionarios podemos disputar la dirección y crecer en influencia política; 4) Que el desarrollo de los consejos u otras organizaciones de autodeterminación democrática son claves para el desarrollo de la revolución, pero que sin la dirección de un partido revolucionario su triunfo es imposible.

Notas

  1. Capital del Imperio Ruso. En 1914 cambió su nombre por Petrogrado
  2. León Trotsky.  El consejo de los diputados obreros y la revolución. 1906
  3. Manifiesto de los obreros al Zar. Enero de 1905
  4. “Manifiesto del  Soviet de diputados de las fábricas y talleres de Petersburgo”- Octubre de 1905
  5. Datos citados por L. Trotsky en “Conclusiones de 1905”
  6. V.I. Lenin. “Nuestras tareas y el Soviet de Diputados Obreros” – 1905
  7. L. Trotsky. “El consejo de los diputados obreros y la revolución” – 1906
  8. L. Trotsky. Ídem
  9. Tesis de abril
  10. A. Nin
  11. L. Trotsky. “Lecciones de Octubre”
  12. L. Trotsky. “Los soviets y el problema de la balcanización” (Carta a Nin, septiembre de 1931)

Bibliografía

  • León Trotsky. “ Resultados y perspectivas” y Escritos sobre 1905
  • Andreu Nin. “Los Soviets: Su origen, desarrollo y funciones”
  • Santiago Mas. “La revolución de 1905 en Rusia”, en Historia del Movimiento Obrero. Centro Editor de América Latina

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