El escándalo desatado alrededor de los tuits del ahora ex capitán del equipo nacional de rugby, Los Pumas, Pablo Matera y dos de sus compañeros, luego de que ese equipo hiciera un pobre homenaje a Diego Maradona en su encuentro con los All Black de Nueva Zelanda el sábado 28 de noviembre, fue tomando forma de una polémica de fondo. Los mensajes de odio, misóginos, racistas y clasistas de estos deportistas, abrieron la puerta para ese debate que se comienza a extender a otros personajes públicos y otras actividades.}
Primero fueron algunos periodistas deportivos que cuestionaron el homenaje o la falta de él, se fueron sumando ex jugadores de ese deporte, otros periodistas, organizaciones de todo tipo, políticos, etcétera. En este contexto los usuarios de las redes sociales avanzaron en el cuestionamiento hacia el rugby hasta hacerlo derivar en lo que en realidad es: la expresión de las ideas de la clase dirigente argentina, de la gran burguesía, de la oligarquía de este país. Quedó expuesto en breves mensajes de menos de 144 caracteres, lo que piensa esa clase de los sectores populares, de los asalariados, de las mujeres, las diversidades, sus prejuicios raciales, sobre los inmigrantes y el pueblo trabajador en general.
El rugby otra vez es noticia en Argentina, pero no por sus logros deportivos ni la habilidad de sus jugadores. El 2020 arrancó con la noticia del asesinato de Fernando Báez Sosa a manos de practicantes de este deporte, ahora vuelven a ser noticia por las publicaciones de odio de tres integrantes del plantel de la selección hacia las trabajadoras domésticas, los migrantes y “los negros”. Sus posteos, no hace falta reproducirlos, son de público conocimiento.
Creer que el problema son sólo los tres jugadores sancionados y que con la sanción se soluciona todo es errado. Ya quedó claro que la clase social, la élite que practica este deporte se maneja con valores de machismo, xenofobia, racismo y odio hacia la clase trabajadora. En ese sentido, es fácil para la UAR responsabilizar únicamente a los tres jugadores racistas, cuando son ellos los responsables directos del pobre homenaje a Maradona, la causa de que estallara la crisis. Además, actuaron sobre los deportistas por la presión social, lo cual en un sentido es bueno, pero en otro nos hace ver que sin debate público sobre la ideología de estos jugadores no iban a actuar nunca, permitiendo que se sigan reproduciendo y legitimando los discursos de odio que promueven.
Esa élite es noticia porque un cerdo fue arrojado desde un helicóptero, por el argentino que volvió, en plena pandemia, de Brasil y no quería que le pidan ni permisos ni papeles, porque en cuarentena vimos todo tipo de publicaciones de las patronas metiendo a las trabajadoras domésticas en su baúl o inventando permisos truchos para que se movilicen y poder tenerlas en su casa trabajando, las marchas anticuarentena, sus posicionamientos sobre Guernica o Vicentin. Son todos actos de una clase social alta, pudiente, que se cree impune solo por tener plata y que el resto de la sociedad, sobre todo los trabajadores, no tenemos derecho a nada.
A pesar del tiempo que pasó desde que se hicieron las publicaciones, estamos en un momento donde la sociedad problematiza y debate posturas que antes eran socialmente aceptadas como la normalidad. A la derecha le cuesta ser de derecha, no pasa uno de sus mensajes de odio sin que la sociedad los castigue. Las redes sociales juegan un rol importante para que esto sea así.
Los trabajadores, argentinos o migrantes, los pibes de los barrios y las mujeres, somos gente con dignidad. Cumplimos un rol importante en la sociedad, más que ellos en el circuito productivo y del trabajo. Nadie merece ser odiado, insultado ni humillado. Esas actitudes deben ser fuertemente castigadas por la sociedad, como ayer y hoy está ocurriendo. Pero es necesario dar un paso más. La Defensoría de CABA y el INADI ayer en un comunicado repudiaron las publicaciones de odio de los rugbier y anunciaron: “Vamos a realizar las denuncias respectivas y a ofrecer cursos y programas a la UAR para deconstruir esta postura inconcebible e inaceptable en nuestra sociedad democrática y heterogénea”.
Al castigo social, que es correcto en estos casos, debemos sumar otras medidas, es oportuno abrir un debate a fondo sobre la sociedad en la que estamos viviendo y qué sociedad queremos, con qué valores nos regimos y relacionamos entre las personas. Una sociedad clasista, con tremendos niveles de desigualdad social, miseria para una mayoría y una minoría privilegiada dueña de todo es de esperar una sociedad podrida, donde los valores de la clase alta se reflejen en sectores de trabajadores.
Por eso lo que de fondo debemos cuestionar es la existencia de la sociedad clasista, las diferencias de clase deben ser abolidas y para eso primero se deben garantizar todos los derechos sociales y económicos básicos, partiendo del derecho a un trabajo y salario dignos, pero además debemos cuestionar lo privado, no puede existir una educación para ricos y otra para pobres, ni canchitas para los pibes de los barrios y clubes sociales para la élite, sin decir que lo privado es subsidiado por el Estado, con dinero público, aportado por los trabajadores. Entonces, la educación, los deportes y el derecho al esparcimiento y la recreación deben ser completamente públicas, establecerse condiciones de acceso equitativas, con oportunidad para toda la sociedad, en especial los trabajadores, sus hijxs y los sectores populares.
Junto con el establecimiento de lo público, debemos pensar nuevos contenidos pedagógicos, donde no haya lugar para ideologías racistas y misóginas, de odio hacia los trabajadores. La sociedad existente y las generaciones venideras debemos educarnos en la igualdad, el respeto y la tolerancia, donde lo normal sea la diversidad sexual, de colores, nacionalidades, culturas y gustos. Así como es necesaria la educación sexual Integral y la educación socioambiental integral, debemos pensar en una normativa de educación antirracista. Mientras nos organizamos por una sociedad socialista, vamos a seguir dando pelea a todas las ideologías de odio, con movilizaciones en las calles y escraches virtuales y callejeros, como dice la canción que gritamos cada 24 de marzo “como a los nazis les va pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.
Carlos Mareco – Leonardo Rando