En varias publicaciones de esta semana el periodismo que sigue el conflicto asociado al acuerdo porcino con China reveló la preocupación del gobierno nacional por el movimiento de protesta. El concepto que utiliza Cancillería para definir el movimiento es “lobby vegano” detrás de las manifestaciones. Esa definición, se combina con la publicación de un artículo en el sitio el “Cohete a la Luna” que dirige Horacio Verbitsky y que parece ser la bandera de largada de una campaña ofensiva sobre el movimiento socioambiental. Con el título de “Los socios del desarrollo” y la firma del economista oficialista, Ricardo Aronskind, el artículo desarrolla una serie de curiosas tesis:
La oposición al acuerdo con China es funcional al imperialismo yanqui ya que la misma “la podría haber diseñado el departamento de Estado” (sic).
Que las protestas se inscriben en la geopolítica de una especie de nueva “Guerra Fría”.
Que al final, tienen una amalgama común las protestas anti-cuarentena y los que nos movilizamos contra las factorías chinas.
Este sería el primer mantra recurrente del progresismo: toda denuncia de sus atrocidades equivale a ubicarse en el campo político de la derecha y el imperialismo.
EEUU y China: socios en el saqueo extractivo
Si no fuera tan inconsistente y de manual la imputación de la web de Verbitsky, ameritaría un debate más o menos serio. Primero, ubicar como reaccionario el rechazo al acuerdo de instalación de factorías, implica por “default” que el emprendimiento de Cancillería es progresista, un emblema de desarrollo e independencia nacional. Nada más antagónico. Lo segundo, es que en el plano de la ofensiva extractiva sobre América Latina y países semicoloniales como el nuestro, las corporaciones chinas y de EEUU más que competir, colaboran en pinza. Monsanto, y otras marcas, líderes en la sojización nacional son de bandera yanqui. Y el paquete tecnológico del agro-business se relame con la eventual demanda de las factorías porcinas de soja y maíz transgénico. Hay tensiones y disputas entre las dos potencias, pero en esto tienen una sociedad para el saqueo nacional. Y finalmente, el segundo mantra a la carta del progresismo: China y su esfera de influencia es un “campo político” alternativo a la hegemonía estadounidense. Tranzar con esa potencia capitalista (China, digo), ahora equivale a ser independientes. Sí, claro.
El raro progresismo de la deuda y la Argentina factoría
¿Y la coalición oficial es funcional a qué? Repasemos. Vicentin, amenaza y repliegue. Derrota por abandono. Megaminería, fanáticos impulsores. Fracking, panacea de desarrollo. Deuda, pagadores seriales. ¿Esos son intereses antiimperialistas? ¿Son las estaciones de paso hacia “la emancipación”? La verdad es categórica. El movimiento socioambiental, está pegando en un eslabón muy endeble de la retórica progresista. Desnuda toda su unidad de concepción con lo más recalcitrante de la derecha política. Eso los erosiona, exhibe toda su esencia de proyecto capitalista-extractivo, y por lo mismo, neocolonial y ecocida. Tenemos todavía mucho por explicar, por agitar con paciencia para que se sepa. En particular el siniestro Plan 2020-2030, y su elitista superestructura: el Consejo Agroindustrial.
No es lobby, no es conspiración “funcional”: es defensa propia
La Cancillería preocupada caracteriza como lobby un genuino y ascendente movimiento de lucha. Solá, profesional del lobby, lee todo en esa clave. Claro. Y ocurre que mucho del activismo joven que se moviliza, votó y se ilusionó con el Frente de Todos. Ahora, con determinación, abandona ese proyecto porque identifica que estos debates no son contradicciones “secundarias” de una coalición en “disputa”. Estamos frente a orientaciones estratégicas centrales de todo el oficialismo. Por eso, no hay ninguna conspiración anti-china y pro-yanqui. Se trata de un movimiento tan elemental, como esta consigna: es en defensa propia. No lo entendería nunca Canciller.