El canciller Pablo Quirno recibió, en el Palacio San Martín, las copias de las cartas credenciales de Peter Lamelas, el nuevo embajador estadounidense designado por Trump para la Argentina. El encuentro, presentado por la Cancillería como un gesto de “máximo nivel de relacionamiento bilateral”, en realidad marca la consolidación de un avance colonial sin precedentes sobre la soberanía nacional, donde el representante yanqui actuará como un interventor político y económico del gobierno de Milei.
Lamelas llega con un mandato explícito de profundizar la intromisión estadounidense en todos los niveles del Estado argentino. Durante su audiencia en el Senado norteamericano, en julio, el diplomático dejó en claro su programa de intervención: desde la política nacional hasta las relaciones provinciales, pasando por el sistema judicial y la orientación económica. En esa misma intervención, declaró sobre la necesidad de “dialogar no solo con el presidente, el canciller Gerardo Werthein [en ese momento ocupada el cargo], Luis Caputo o Santiago Caputo, sino también con los gobiernos provinciales”. Esa afirmación revela la estrategia de intromisión total que Washington quiere implementar sobre nuestro país.
Lamelas: su perfil y su discurso
Peter Lamelas encarna perfectamente el tipo de diplomacia que Trump impulsa para América Latina. Médico y empresario cubano-estadounidense, donante de campañas republicanas por más de 500.000 dólares, representa los intereses del gran capital norteamericano sin disimulos. Su anticastrismo visceral y su admiración por el proyecto libertario de Milei lo convierten en el operador ideal para profundizar lo que él mismo denominó “un ejemplo brillante para el resto de América Latina” de alineamiento con Washington.
Sus declaraciones ante el 47° Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, ya fueron una alarma que recuerda los perores momentos de la injerencia imperialista sobre nuestro territorio.
En julio, cuando rindió examen frente al Senado estadounidense, realizó una batería de declaraciones que dejan en claro el modus operandi con el cual se quiere manejar dentro del país. En el momento en que se refirió a las provincias argentinas, afirmó que “cada una tiene su propio gobierno, que puede negociar con fuerzas externas, como los chinos, para realizar proyectos. Eso puede prestarse a la corrupción”, instalando la idea de que Estados Unidos tiene derecho a supervisar y vetar los acuerdo que las jurisdicciones provinciales realicen con otros países.
En esa oportunidad, demostró que su injerencia no se limita a lo económico. Lamelas, también se permitió opinar hasta sobre el sistema judicial argentino, animándose emitir una variedad de opiniones, que atravesaron desde la causa de la AMIA, hasta la situación judicial de Cristina Fernández; una muestra del carácter colonial de su misión.
Pero al mismo tiempo, en ese momento, el nuevo embajador incluso se refirió a la situación política del país, en un tono amenazante: “Sigue habiendo un movimiento ahí fuera. Está más probablemente más a la izquierda que el movimiento peronista. Y es algo a seguir vigilando”. Estas palabras, que evocan la lógica de la doctrina de seguridad nacional, dejan en claro que su rol incluirá el monitoreo y la persecución de la oposición política y social.
El contexto en el que desembarca
La llegada de Lamelas se produce en, tal vez, uno de los momentos de mayor subordinación del gobierno argentino a los designios de Washington. El salvataje financiero orquestado por Scott Bessent, que incluye swaps por 20.000 millones de dólares y créditos privados por otros 20.000 millones, ha convertido a la Argentina casi que en un protectorado económico donde las decisiones clave se toman en el Tesoro norteamericano.
La designación de Quirno como canciller, un hombre del JP Morgan al igual que el ministro Caputo o el presidente del BCRA, Santiago Bausili, completa el cuadro de entrega. Su función no es representar los intereses nacionales sino garantizar que se cumplan los mandatos del capital financiero internacional.
La llegada de Lamelas debe ser repudiada con la misma fuerza con que se rechaza al FMI y sus políticas de ajuste. Como bien señaló el propio embajador, solo la izquierda representa una oposición consecuente a estos planes de entrega.
A este nuevo embajador trumpista, como a todos los enviados del imperialismo norteamericano, que pretenden decidir sobre el destino de las vidas de todos los trabajadores, echarlos del país se vuelve una obligación. Hay que seguir denunciando al gobierno de Milei por querer convertir al país en una colonia de Estados Unidos, entregando recursos naturales, política exterior y soberanía judicial a cambio de migajas financieras que solo sirven para pagar la deuda fraudulenta con el FMI.
															
								
								
								
