“Léase, romper las pelotas”. Caputo desesperado por los dólares

La desesperación tiene varias caras, pero en la Argentina de Milei se manifiesta a través de tweets presidenciales y ministeriales que bordean lo caricaturesco. Luis “Toto” Caputo, el ministro de Economía que prometió una lluvia de inversiones que nunca llegó, ha decidido jugar a fondo con una de las pocas cartas que le quedan: raspar la olla de los dólares no declarados.

En un mensaje que destila urgencia, Caputo apuró a la banca privada exigiéndole que deje de poner trabas burocráticas a quienes quieran ingresar divisas al sistema, apelando a la recién sancionada Ley de Inocencia Fiscal.

Si en sus bancos les piden cosas de más (léase, romper las pelotas), no pierdan su tiempo. Pueden ir al Banco Nación, donde su presidente dará la instrucción de cumplir estrictamente con la ley, esto es que la persona sólo tenga que mostrar que se ha adherido al régimen de ganancia simplificado, escribió el ministro en su cuenta de X. Y para que no queden dudas del objetivo, remató con la promesa de libertad absoluta: Depositan sus dólares en el banco y pueden disponer de los mismos inmediatamente, para realizar el consumo que quieran o para ahorrar ganando un interés, como en cualquier lugar del mundo.

El mensaje fue rápidamente replicado por la cuenta oficial del Banco Nación, que, cual sucursal de campaña libertaria, confirmó estar “preparado para satisfacer la demanda” de quienes quieran blanquear sin preguntas incómodas. Pero detrás de este espectáculo de facilitadores financieros se esconde una realidad mucho más compleja. El eje de esto está relacionado a las reservas del Banco Central, que están en rojo, y el gobierno no sabe de dónde sacar los dólares para pagar la fiesta de deuda externa.

La Ley de Inocencia Fiscal: el regalo para los evasores

Para entender el apuro de Caputo, hay que mirar el instrumento legal que acaba de conseguir el Congreso. La Ley de Inocencia Fiscal no está pensada para el laburante que guardó unos pocos ahorros en el ropero para protegerse de la inflación. Esta ley, la de los “dólares en el colchón”, en realidad, es un blanqueo y una especie de amnistía para los grandes delincuentes de guante blanco.

La normativa, recientemente sancionada por el Congreso, eleva de manera obscena los montos para considerar delito la evasión: de 1,5 millones a 100 millones de pesos para la evasión simple y hasta 1.000 millones para la agravada. Además, reduce los plazos de prescripción para que la agencia recaudadora (ARCA) pueda investigar el pasado. Aunque esta ley contiene algo más escandaloso todavía, que es el “Régimen Simplificado de Ganancias”. Un instrumento que permite declarar ingresos sin tener que justificar consumos. En criollo: un evasor puede aparecer mañana con una valija de dólares de dudosa procedencia, comprarse una mansión o una flota de autos de lujo y el Estado no podrá preguntarle de dónde sacó la plata. Ni los bancos, ni las concesionarias, ni las inmobiliarias estarán obligados a reportar operaciones sospechosas. Esto es lisa y llanamente la legalización del lavado de activos dentro de la panacea libertaria de la libertad financiera.

Esta ingeniería, promocionada por Caputo, apunta a los pesos pesados que fugaron capitales o que manejan flujos de dinero negro, incluyendo al narcotráfico, que ahora tiene una autopista para ingresar sus ganancias al circuito legal.

La soga al cuello de la deuda externa

¿Por qué tanta urgencia en que los bancos dejen de “romper las pelotas” con los controles de lavado de dinero?  La respuesta está en el calendario de vencimientos.

Enero de 2026 se presenta como un mes crítico para el tándem Milei-Caputo. El gobierno debe afrontar pagos de deuda por más de U$S 4.300 millones de dólares, entre acreedores privados y organismos internacionales.

A pesar de los parches, las bicicletas financieras y la actualización en el esquema de bandas de flotación, los dólares no aparecen. Las inversiones productivas son nulas y la promesa de lluvia de dólares se convirtió en una sequía prolongada. Ante la imposibilidad de salir a los mercados internacionales (porque nadie le presta a un país quebrado, ni siquiera con el déficit cero a costa del hambre de la gente), Caputo apuesta a captar esos dólares informales para usarlos como garantía o liquidez a corto plazo.

El riesgo de default técnico o de tener que usar los encajes de los depositantes para pagar deuda es real. Por eso, el ministro que endeudó al país a 100 años con Macri ahora se disfraza de amigo del ahorrista y presiona a los bancos para que hagan la vista gorda. Necesitan dólares a cualquier precio, sin importar su procedencia.

Desde el MST en el Frente de Izquierda Unidad denunciamos esta maniobra desesperada. El modelo de Caputo es una trampa mortal, porque legaliza la evasión de los ricos para pagar una deuda ilegítima y fraudulenta que seguimos pagando con el hambre de los jubilados, el desfinanciamiento de la educación y la entrega de nuestra soberanía. No hay inocencia fiscal cuando se trata de fugar capitales; hay complicidad estatal. La única salida real es romper con el FMI, dejar de pagar la estafa de la deuda y nacionalizar la banca para poner el ahorro nacional al servicio del desarrollo del país y no de la especulación financiera.

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