El 16 de septiembre de 1976, en la ciudad de La Plata, un grupo de estudiantes secundarios fue secuestrado por la dictadura militar argentina en un operativo conocido como “La Noche de los Lápices”. Este acontecimiento, que marcó un hito trágico en la historia del país, es recordado cada año como símbolo de la lucha estudiantil y la represión estatal.
Las y los estudiantes secuestrados eran jóvenes militantes. Si bien comúnmente se les asocia a la lucha por el boleto estudiantil secundario, definir su identidad política desde esta única reivindicación no sería justo ni verdadero. Como bien cuentan Pablo Díaz y Emilce Moler, dos sobrevivientes de este suceso, su militancia incluía la lucha por la libertad de las y los presos políticos, que desde 1973 tenía en el foco de ataques estatales y paraestatales a la izquierda peronista y marxista. Asimismo, era compartida por estos jóvenes la militancia barrial en proyectos de alfabetización, asistencia alimentaria y formación política, en muchos casos, como parte de la orientación de organizaciones políticas que se reivindicaban revolucionarias.
Inocentes versus revolucionarios
Se ha escrito bastante sobre la concepción de “víctimas inocentes” que se fue instalando sobre las y los protagonistas de la Noche de los lápices. Esta definición, que quizás buscó extender la condena social a los crímenes de lesa humanidad, hizo énfasis en la militancia estudiantil -y casi exclusivamente por el boleto estudiantil- de las y los jóvenes secuestrados, violados y asesinados por la dictadura cívico-militar; separándoles de los proyectos políticos revolucionarios y las convicciones más profundas que impulsaban su activismo. De esta manera, fueron presentados ante la opinión pública en versiones despojadas de contexto político, aniñadas y despojadas de las concepciones más contestatarias que acuñaron. En tiempos de liberfachos disputando la cabeza de las nuevas generaciones, es clave recuperar una imagen más real de la generación de la que fueron parte las y los protagonistas de la Noche de los lápices y de los más de doscientos adolescentes asesinados-desaparecidos entre 1973 y 1982.
¿Quiénes fueron?
- Claudio de Acha: Tenía 17 años, era estudiante del Colegio Nacional de La Plata y militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), continúa desaparecido.
- María Claudia Falcone: Tenía 16 años, también era militante de la UES y estudiante del Colegio Nacional de La Plata. Permanece desaparecida.
- María Clara Ciocchini: Tenía 18 años, era militante de la UES. Aún continúa desaparecida.
- Francisco López Muntaner: Tenía 19 años, era estudiante del Colegio Nacional de La Plata y militante de la UES. Sigue desaparecido.
- Horacio Ungaro: Tenía 18 años, era estudiante del Colegio Nacional de La Plata y militante de la UES. Fue secuestrado el 16 de septiembre de 1976 y continúa desaparecido.
- Daniel Alberto Racero: Tenía 18 años, era estudiante del Colegio Nacional de La Plata y militante de la UES. Fue secuestrado el 16 de septiembre de 1976 y sigue desaparecido.
Los cuatro sobrevivientes fueron Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y Emilce Moler.
La rebeldía no es de derecha
La intención de Javier Milei de vetar la recientemente aprobada Ley de Financiamiento Universitario o su proyecto para declarar a la educación pública como un “servicio esencial” para limitar el derecho a huelga de la docencia, describen un proyecto reaccionario de punta a punta. No se nos ofrece más libertad, no para la clase trabajadora en general ni para las generaciones más jóvenes de estudiantes en particular. Los liberfachos buscan más disciplinamiento y criminalización de la protesta social, incluso buscan bajar la edad de imputabilidad a los 14 años, para consolidar una sociedad más autoritaria al servicio de mayor explotación social y extractivismo ambiental.
Resulta importantísimo de mantener viva la memoria de las y los jóvenes de la Noche de los lápices como parte de la lucha contra la impunidad y por la memoria, pero también como evidencia del tesoro maravilloso que fue y seguirá siendo brindar la energía primaveral de la adolescencia y la juventud a la militancia comprometida por la justicia social, contra toda forma de explotación y opresión.
Leonel Acosta