El paro nacional del 24E fue un enorme golpe para el gobierno de Milei y fue el motor de la caída de la ley ómnibus. Disputas con los gobernadores, hiperactividad en redes y fracturas internas, muestran un momento de confusión y dificultades en el gobierno. Frente a este escenario ¿Cómo hacemos para transformar a la izquierda en una alternativa que se postule a fondo en el movimiento de masas?
El sindicalismo combativo, las organizaciones sociales, los sectores de la cultura, las asambleas han sido protagonistas en las pasadas semanas y tienen planteado serlo en las próximas. Un denominador común que tienen es la participación de la izquierda y en particular de nuestro partido y las principales fuerzas del Frente de Izquierda Unidad, en primera fila. En unidad de acción, haciendo una experiencia con sectores que vienen de otras experiencias políticas y están haciendo un entrenamiento acelerado. Jóvenes, trabajadoras y trabajadores que enfrentan al gobierno y no esperan los tiempos de la política parlamentaria, a la que se aferra el PJ y su arco de influencia. Frente a esta realidad, el debate sobre cómo construir una dirección capaz de aglutinar esa fuerza y darle, no solo un programa, sino una estrategia revolucionaria, es la clave. Resistir no es suficiente, hace falta algo más, hace falta pelear por dar vuelta todo.
Un gobierno con debilidades, un régimen cuestionado y una oposición en crisis
El experimento de Milei tiene un origen en la experiencia de décadas del pueblo que vive de su trabajo en Argentina con los partidos tradicionales y las coaliciones montadas por éstos luego de 40 años de democracia recortada. La bronca con las instituciones que, siendo una maraña de burocracia, cada día están más lejos de resolver los problemas de millones, es parte del combustible que derivó en la elección del tuitero desenfrenado. Otro aspecto tiene que ver sin dudas con el fracaso de las expresiones políticas como el PJ e incluso Juntos por el Cambio, en sus distintas variantes. La primera mostrando claramente los límites de una fuerza con sectores que critican algunos aspectos del neoliberalismo pero bancan la estructura capitalista como único modelo posible, y la última debido a su “tibieza” para ir a fondo con el programa que la gran burguesía reclama.
Esto constituye un problema enorme para el régimen político, que intenta adaptarse a una nueva realidad pero al comando de una banda de desquiciados, que más allá de que muestren otros “datos”, vienen fracasando y perdiendo fuerza, aunque pretenden llevarse por delante todos nuestros derechos.
Con un gobierno que tiene serias dificultades, un ajuste brutal en curso y una oposición que viene de una experiencia horrible con el movimiento de masas, se abre una oportunidad inmejorable para que la izquierda revolucionaria surja y se fortalezca como opción de dirección para sectores del movimiento de masas. Siempre y cuándo logremos atacar falencias propias y dar a fondo algunos debates.
Del protagonismo en las calles a la construcción de una potente organización
El principal desafío que tenemos por delante tiene que ver con lograr ser un canal de organización para miles, es decir superar el estadío de representar a una franja de votantes para organizar a una masa de militantes y activistas. Para lograrlo, el FITU debe replantearse su forma de funcionamiento actual, como hace tiempo sostenemos desde el MST, no alcanza con coordinar una campaña electoral o trabajar alguna declaración conjunta, hay que dar un salto de unidad político y organizativo. Construir espacios donde el activismo pueda participar y decidir. En esto tenemos debates de línea con las demás fuerzas del frente. Por ejemplo, el PTS, mientras intenta diluir la fuerza de la izquierda en los espacios de base como las asambleas barriales o se coloca por fuera de los sindicatos combativos, se recuesta exclusivamente en la representación parlamentaria, una desconexión absoluta entre la organización revolucionaria y las “figuras” que, de alguna manera deja al activismo un rol “gremial” mientras que la política queda en manos de “especialistas” de izquierda. Por otro lado, el PO también contribuye a la desorganización general, con una política de pretender hegemonizar la movilización, sin abrir canales unitarios de construcción y disputa y escondiendo al FITU detrás de su movimiento social o los lugares sindicales donde actúa. El sectarismo y el oportunismo terminan coincidiendo en poner palos en la rueda en que se desarrollen los nuevos procesos sindicales y sociales, y que el FITU aparezca articulando positivamente esos fenómenos y de esa manera se potencie como alternativa.
Para cambiar, a nuestro modo de ver, son fundamentales estos debates que venimos dando desde hace tiempo y que volvimos a presentar en las últimas PASO. La realización de plenarios de debate y decisión convocando a la militancia y miles de simpatizantes del frente. Trabajando en una estrategia común que ponga al FITU actuando en unidad en las calles, en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios. Una estrategia común que nos permita traccionar a los sectores que ven con desconfianza al PJ, a la militancia social, que viene de hacer una experiencia y piensa en cambiar. Estos pasos, que venimos impulsando desde hace tiempo desde el MST, son más claves que nunca en esta situación, te invitamos a que te sumes para dar juntos estas peleas y fortalecer una izquierda que pelee por dar vuelta todo.
Martín Miranda