Javier Milei viaja a Noruega para asistir a la entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado, en medio de una profunda crisis económica local y tensiones políticas internas. Su salida del país vuelve a abrir el debate sobre las prioridades del Gobierno y su alineamiento internacional.
Entre gusanos
El presidente Javier Milei emprendió este lunes un viaje relámpago a Noruega para asistir a la ceremonia en la que la venezolana María Corina Machado recibirá el Premio Nobel de la Paz. El traslado, en plena crisis económica local y a días de que el Congreso trate leyes clave, volvió a encender críticas por las prioridades del Gobierno y su estrategia internacional centrada en el respaldo a figuras de la derecha continental.
Según confirmaron fuentes oficiales, el mandatario decidió acompañar personalmente a Machado, premiada por su militancia contra el gobierno de Nicolás Maduro, pero más que por ello, por su total alineamiento con los intereses de Estados Unidos, defendiendo la intervención del mismo sobre suelo venezolano. La decisión se presenta como un gesto diplomático, pero en los hechos refuerza el giro geopolítico del Gobierno, que ha privilegiado la construcción de un bloque ideológico conservador en la región.
La agenda del Presidente incluye únicamente la ceremonia en Oslo, a la que asistirá junto a otros mandatarios alineados con la oposición venezolana. El regreso está previsto para el viernes, cuando deberán reanudarse las negociaciones por las sesiones extraordinarias en el Congreso argentino, hoy envueltas en tensiones con la oposición y sectores propios.
El viaje no está exento de polémicas: ocurre mientras continúan los aumentos en tarifas y combustibles, la inflación vuelve a acelerarse y distintos sectores laborales denuncian recortes y falta de paritarias. Para la oposición, Milei vuelve a abandonar el país en un momento crítico, priorizando su rol en la escena internacional antes que responder a las urgencias sociales y económicas.
El gesto hacia Machado es leído como una intervención directa en la política venezolana y una señal del rol que Milei busca ocupar (muchas veces siendo tratado como un bufón): convertirse en un vocero regional de la derecha más dura, incluso a costa de tensar relaciones diplomáticas y descuidar la realidad doméstica.
El Gobierno, sin embargo, presenta el viaje como un “compromiso con la libertad” y una forma de respaldar “la lucha del pueblo venezolano”. Aunque solo es el apoyo explícito a la intervención de Estados Unidos en Venezuela. Intervención repudiada no solo por gran parte de los venezolanos, sino por muchos sectores en el mundo.
Mientras tanto, puertas adentro, crece la sensación de que el Presidente continúa más concentrado en su batalla cultural global que en los problemas concretos del país.

