La renuncia de José Luis Espert a su candidatura como diputado nacional por la provincia de Bueno Aires, desató una nueva crisis para el gobierno de Milei. Además, se abre un nuevo interrogante sobre la logística relacionada a las elecciones de octubre, en donde el gasto que supondría esto, sería multimillonario.
Con parte de las boletas ya impresas, mostrando el rostro del diputado con relación con el narco, el gobierno se ve forzado a solicitar urgentemente la reimpresión de 14 millones de ejemplares que deberán distribuirse antes del 26 de octubre. El costo de esta operación se estima entre los $12.000 millones y los $15.000 millones, una cifra escandalosa que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, asegura que deberá pagar La Libertad Avanza a través de “apoyos y donaciones”, aunque el precedente sienta bases peligrosas para un sistema electoral que debería ser igualitaria para todos los partidos.
Mientras esta discusión transcurre en la justicia electoral, se abre un interrogante ¿Cómo podría llegar a destinarse semejante fortuna a reimprimir papel, cuando cifras parecidas son rechazadas a la hora reforzar los presupuestos de salud o educación, con la excusa de que no hay plata? La misma cantidad que se gastaría en boletas podría usarse para aumentar los presupuestos de programas sociales devastados por el ajuste. Este derroche expresa la prioridad de un gobierno, que cuida los intereses de sus candidatos, pero abandona a su suerte a las mayorías trabajadoras y los sectores populares.
La crisis no se limita a las boletas. Espert también renunció a la presidencia de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados, aunque esto no basta. La diputada, Vilma Ripoll del MST en el Frente de Izquierda Unidad, presentará un proyecto para excluirlo definitivamente de la Cámara. Al mismo tiempo, desde el MST exigimos la creación de una comisión investigadora independiente que esclarezca los vínculos entre la política y el narcotráfico.
En medio de este terremoto político, la imagen del presidente Milei ensayando con su banda y preparando el lanzamiento de su nuevo libro resulta surreales. Mientras el país arde en crisis, el jefe del Estado parece más preocupado por su carrera como músico que por gobernar. Esta frivolidad contrasta brutalmente con el drama de millones de argentinos que no llegan a fin de mes, que ven cómo sus salarios se esfuman.
La reimpresión de boletas sintetiza la esencia de este gobierno: derroche para los de arriba, ajuste para los de abajo. Mientras discuten cómo gastar $15.000 millones en papel, las familias trabajadoras se preguntan cómo harán para pagar la luz, el gas y la comida del mes. Esta es la verdadera prioridad de un gobierno que hace un show en el Movistar Arena, mientras el país se incendia, que gasta fortunas en salvatajes electorales, pero recorta en salud y educación. Frente a este escándalo, solo la movilización popular puede imponer otras prioridades: que los recursos se destinen a salarios, a hospitales, a escuelas, y no a salvar las candidaturas de políticos corruptos.