La desvalorización de nuestros salarios está profundizándose abruptamente. Techos a las paritarias, presupuestos mentirosos. El Gobierno y las patronales con la complicidad servil de la burocracia sindical detonan el salario de las y los trabajadores.
La promesa de que íbamos a comer asado nuevamente solo fue un slogan electoral. Lamentablemente, la realidad muestra todo lo contrario.
En los últimos cinco años la pérdida del poder adquisitivo del salario es una tendencia que no solo se mantiene, sino que se ha profundizado significativamente. Tomando el índice de los precios al consumidor y los del salario promedio con base 100 en diciembre de 2016 nos encontramos que a abril de 2021 la brecha se amplió en 86 puntos y medio. Esta estadística es la explicación de que el salario promedio se encuentre cada año más por debajo de la línea de pobreza (ver infografías). Esto es solo tomando las estadísticas de los trabajadores registrados. Es importante tener en cuenta que los trabajadores en negro representan algo más de un 33% de la masa laboral y que además cuentan con un salario promedio un 54% menor que el trabajo registrado. Una verdadera aberración y una prueba irrefutable del empobrecimiento de la clase trabajadora.
Transferencia de recursos
La inflación y su correlato de salarios a la baja significa una verdadera transferencia de recursos para los sectores más concentrados. ¿Cómo se produce? Éstos trasladan los efectos de la inflación a los consumidores finales que somos, principalmente, las y los trabajadores.
El sector exportador es uno de los grandes beneficiarios de la inflación ya que operan en dólares que no se desvalorizan. Pero no son los únicos. El sector de la construcción es otro ejemplo. Las constructoras operan en el mercado local, pero venden en dólares. También salen muy beneficiados. Pagan los salarios desvalorizados por la inflación, compran los insumos en el mercado local en una moneda desvalorizada y venden en dólares las propiedades. A su vez, las propiedades inmobiliarias juegan el papel de reserva de capital (justamente para que los «ahorros» de los ricachones no sufran los efectos de la desvalorización por la inflación). Como su función es ser reserva de capital y no un bien de uso termina siendo una de las causas de la cantidad de viviendas ociosas en el medio de una emergencia habitacional. ¿Qué quién la padece? La clase trabajadora.
Además, como si esto fuera poco, las políticas del gobierno profundizan esta transferencia de recursos. Por ejemplo, para el bono de los trabajadores de la salud en el 2020 el gobierno destinó 15,4 millones de pesos destinado a 740 mil trabajadores y para financiar a las empresas con el programa ATP benefició a 420 mil empleadores con más de 370 mil millones(1).
Burocracia cómplice
En el medio de este tremendo sacudón al bolsillo de la clase trabajadora las burocracias sindicales de todas las centrales sindicales con cómplices de los artífices de esta planificación. Hoy se encuentran integradas con armas y bagajes al Gobierno y no han levantado la voz en ningún momento. Ni siquiera han amenazado con medidas. Aceptaron las pautas salariales a la baja sin chistar avalando la reducción salarial. Tan es así que han preferido hundirse directamente y arriesgarse a los lógicos desbordes de la base. Es lo que ha sucedido con los elefantes blancos neuquinos o los choferes de autoconvocados de la UTA por citar los últimos ejemplos.
La histórica firma conjunta de UPCN y ATE de un aumento de miseria para los pauperizados salarios de los estatales constituye otro lamentable ejemplo de entrega.
Por supuesto que no todo es así de lineal y hay reacomodamientos de la burocracia. Es lo que sucede ahora con Palazzo de bancarios que le hizo el favor al gobierno de aceptarle el techo del 29% como pauta para el resto de los convenios a principio de año y que ahora se reacomoda pidiendo la reapertura de la paritaria producto de las luchas que antes mencionábamos y la presión de la base que trabaja en un sector de la economía que más ha ganado en el último período.
Mismo reacomodamiento quiere tener Moyano que sale a pedir un 45% cuando la inflación proyectada va para más del 50 a este ritmo.
Todas estas reubicaciones intentan cortar la sangría que sufren por la base ya que la entrega es de tal magnitud, que el odio crece por abajo y abre con todas las condiciones del surgimiento de una nueva dirección en el movimiento obrero. Podemos afirmar con toda seguridad que no hubo un momento en donde la burocracia de conjunto esté tan cuestionada.
Tendencia histórica
La pérdida del poder adquisitivo frente a la inflación no es un problema de los últimos 5 años. Es una tendencia que viene del siglo pasado y, que, si bien pudo haber tenido algún repunte transitorio, tomado de conjunto no paró de desvalorizarse el salario. Esta tendencia tiene relación directa con el fin de la industrialización por sustituciones que tuvo su apogeo a mediados de la década de 1940. Con el proceso de desindustrialización al que fue sometida la Argentina por el imperialismo se empieza a acelerar la escalada inflacionaria.
El o la que haya tenido oportunidad de ir a la casa de la moneda y verificar la historia de nuestros billetes lo puede cuantificar con total claridad: De enero de 1914 a diciembre de 1969 funcionó la misma moneda. En enero del 70 se eliminaron 2 ceros $100=$1. En junio del 83 se eliminaron 4 ceros $10.000=$1. En junio del 85 se eliminan 3 ceros $1.000= $1 austral. En el 92 se eliminaron 4 ceros $10.000 australes = $1. Y en la actualidad ya $1.000 pesos no es nada. Es decir, se han perdido por inflación 13 ceros o lo que es lo mismo $10 billones de pesos de 1969 son igual a un peso de 2021.
Si bien este mecanismo no es absoluto, porque los salarios también aumentan debido a las luchas de las y los trabajadores, siempre terminan por detrás de la inflación y eso va produciendo la depreciación de nuestro poder adquisitivo.
Bajar el salario es una política permanente del capitalismo en decadencia. Por eso la desvalorización del poder adquisitivo constituye un problema continuo de las y los trabajadores. Su mecanismo predilecto es la inflación, que cada gobierno de turno nos presenta como inevitable y hasta normal. Es un plan continuo de bajar «el costo» de la mano de obra.
¿Qué hacer?
En lo inmediato, pero conectado con lo estratégico, organizarnos para luchar por paritarias con básicos iniciales igual a la canasta familiar con cláusulas de ajuste automático mensual para cortar con la pérdida del poder adquisitivo. También plantear la reducción de la jornada laboral manteniendo el salario para eliminar la desocupación y la presión a la baja del salario. Prohibir de verdad los despidos y las suspensiones. Al calor de estas peleas también foguear y fortalecer una nueva dirección en el movimiento obrero para sacarnos a la burocracia entregadora de encima.
Pero no detenernos acá, necesitamos seguir para eliminar las causas de fondo con un cambio profundo en la matriz impositiva con una reforma progresiva en donde paguen los que más tienen de manera permanente y se elimine el IVA de los prod uctos de la canasta familiar, dejar de pagar la deuda externa y volcar esos recursos a atender la pandemia, la construcción de viviendas populares y de infraestructura necesaria para avanzar en la reindustrialización del país, la nacionalización de la banca y el comercio exterior en el camino de darle un corte definitivo a la sangría que padecemos implantando un sistema socialista.
César Latorre
(1)Cronista 18/12/20