El movimiento obrero fue uno de los componentes fundamentales del Argentinazo. No es cierto que no participó como plantean algunos sectores que reducen este proceso revolucionario a una mera movilización de las capas medias contra el corralito. O que solamente fue una rebelión popular y lxs trabajadorxs estuvieron ausentes. Los trabajadores estuvieron obligados a salir de manera individual, espontanea, diluidos en el movimiento popular, no con la tremenda fuerza y como destacamento de vanguardia como hubiera sucedido si se movilizaban con sus propias organizaciones. Y este fue uno de los dos grandes déficits del Argentinazo y tiene sus responsables: la dirigencia sindical burocrática de todo pelaje. De haber habido una huelga general activa, que pare la producción, con contingentes obreros de cada gremio, de cada empresa, de cada sector, organizados, con sus delegados, confluyendo las columnas sindicales con los demás sectores sociales, se hubiera agregado un componente de calidad al proceso que seguramente hubiera profundizado su desarrollo.
La totalidad de las conducciones de los grandes sindicatos y centrales, puso todo el peso de los aparatos al servicio de desmovilizar. Lo hicieron por su vocación histórica de actuar como correa de transmisión de las patronales y los gobiernos en el seno de la clase, en defensa de los intereses de los de arriba. Por su vocación de centinelas del régimen burgués al servicio de sostener la gobernabilidad. Régimen que se estaba resquebrajando por todos lados cuestionado en su totalidad (partidos tradicionales, instituciones, la propia dirigencia sindical) por las masas movilizadas y que la burocracia se jugó a apuntalar. Y también evitó la entrada organizada por el terror de ver las masas en rebeldía que pudieran poner en jaque sus privilegios.
Tanto la CGT que cerró filas con el PJ, como la CTA que veía como se derrumbaba la experiencia de centroizquierda del Frepaso y la Alianza al que habían apoyado abiertamente y terminó siendo aplicador de los feroces ajustes que desembocaron en la rebelión.
¿A dónde está la CGT?
No se puede decir que faltó disposición para la lucha por parte de la clase obrera. La seguidilla de conflictos que estuvieron en la raíz del Argentinazo y el parazo del 13 lo atestiguan. Cuando hubo convocatoria, los trabajadores dijeron presentes. Pero la CGT, que venía evitando coordinar con la Asamblea Piquetera de La Matanza y su plan de lucha y aislando los conflictos, se encargó de planchar toda acción después del 13. Dando lugar a una tregua que va a pasar a la historia como una de las traiciones mayores.
Mantuvieron silencio de radio y se pegaron una borrada fenomenal, tanto el sector de Daer como el de Moyano. Miraron por televisión al torrente humano que coreaba el ya célebre “Dónde está que no se ve…”
Recién abrieron la boca cuando el primer round había terminado, con De la Rúa afuera del poder. Y lanzaron una convocatoria a un paro pasivo, dominguero, de descompresión para el 21, para sacar a la gente que permanecía en las calles. Pero hasta ese paro trucho lo terminaron levantando.
CTA: ausente con aviso
No había excusa. Los estatales, docentes, los trabajadores de la salud, los astilleros, venían en conflicto serial. Eran el sector más dinámico de la clase en lucha. Pero la dirección de la CTA, que en ese momento estaba unificada, con la potencialidad de coordinar las luchas estatales y movilizar, de mover también a sus movimientos territoriales, prefirió hacer de bombero del Argentinazo.
En el terreno sindical, habían aparecido como un recambio democrático a la CGT. Se habían aliado al MTA de Moyano que se presentaba como disidente “combativo” de la CGT de Daer y habían protagonizado algunas movilizaciones conjuntas durante el menemismo.
Pero su enfeudamiento al Frepaso los llevó a ser furgón de cola de la Alianza de De la Rúa. Abandonaron a les estatales ante la rebaja salarial. De igual manera les docentes vieron levantar su histórica Carpa Blanca frente al Congreso para apoyar al nuevo gobierno de la Alianza.
La CTA se repartió el territorio gremial con la CGT, en lugar de disputar por conducciones democráticas. Por eso terminaron planchando los conflictos, levantando marchas y sumándose a la tregua ante el embate de masas contra De la Rúa y su modelo de ajuste y entrega.
En lugar de llamar a coordinar las luchas que crecieron en los meses previos al Argentinazo, de poner toda su influencia de entonces al servicio de articular los conflictos, armaron un espacio político para desmovilizar. Conformaron el Frenapo (Frente nacional contra la Pobreza) junto a sectores empresariales, de centroizquierda y sectores oficialistas. El escándalo de la Ley Banelco (coimas a senadores) llevó a la renuncia de Chacho Álvarez y una vuelta a las calles obligada por la presión de sus bases. Pero cuando se venía el estallido y había que movilizar, llamaron a votar en una consulta y a guardarse en los locales.
D´Elía que en ese momento integraba la central, decidió junto a Alderete y la propia CTA levantar una marcha que estaba convocada para el 20. Luego del estallido se negó a convocar a la Plaza bajo el argumento de no favorecer a la derecha. Y ante los hechos consumados, inventaron un paro pasivo contra el estado de sitio al día siguiente absolutamente formal: el pueblo había derrotado la represión en la calle y DE la Rúa volaba por los aires (literalmente y en helicóptero).
Confesión de parte
Fue tristemente célebre el freno de mano, consciente, colocado a una marcha de estatales de ATE, a los cuales se retuvo en la sede gremial durante gran parte del día, pese a las duras críticas de sectores del activismo. Todos señalaron la responsabilidad de De Gennaro en esa decisión. Transcribimos, por ser absolutamente didáctica, la explicación que da el propio dirigente histórico de la Verde de ATE y la CTA.
“En ese momento, se planteó una discusión sobre si había que ir o no a la Plaza de Mayo. Nosotros creímos que había que preservar. (…) Por eso, no fuimos el 20 y sucedieron las cosas que sucedieron. Algunos plantean que tendríamos que haber estado, pero yo sigo sosteniendo que no teníamos que estar, porque nosotros no teníamos que hacer ninguna práctica. (…) ya había renunciado Cavallo a la madrugada, De la Rúa aceptó que no podía gobernar. Ya se sabía que se iba, más allá de que tardara en decirlo. Entonces, a las dos de la tarde planteamos que era momento de esperar y ver qué pasaba. No teníamos que ir a tomar la Casa de Gobierno.
Ése no era nuestro objetivo.
Y muchos criticaron la decisión de la CTA de no quedarse en la calle. Nosotros convocamos a la concentración frente al Congreso. Se derogó el estado de sitio y, entonces, para nosotros, esa reunión terminó en un éxito. Entonces, declaramos asamblea permanente en las organizaciones a tal punto que nos fuimos a ATE y estuvimos hasta las once de la noche en asamblea. Ahora, si me preguntan a mí, no creíamos que fuese correcto ir a tomar la Casa de Gobierno.
¿Los manifestantes querían tomar la Casa de Gobierno? No entiendo por qué te vas a quedar, para qué te vas a enfrentar a “la cana” frente a la Casa de Gobierno, sin un objetivo político. Si esos compañeros decían que había que ir a tomar la Casa de Gobierno, yo lo discuto. Pero un dirigente tiene una responsabilidad y se tiene que hacer cargo. No creo en hacer una práctica de confrontación. En otra época, hice una práctica insurreccional y creía que se tomaba el poder de esa manera. Pero no me parecía que ése fuera el camino en 2001.” (Reportaje en “2001: relatos de la crisis que cambió la Argentina”, Edic. Patria Grande, 2001) Suficiente ilustración.
Hacia una nueva dirección
El Argentinazo significó un cambio histórico, abriendo un nuevo período en la lucha de clases de nuestro país. Como parte de los cambios cualitativos en el régimen político creció el repudio general de las masas a estos jerarcas privilegiados y se desnudó el nefasto rol que juegan en los momentos decisivos para la suerte del movimiento obrero. Esa bisagra también trajó aparejados cambios por la positiva, iniciando un proceso de recambio sindical, de surgimiento de una nueva dirección desde abajo. Sus primeras expresiones fueron no solo los nuevos delegados combativos, sino la recuperación de sindicatos como las seccionales opositoras del Suteba y las nuevas conducciones ferroviarias, entre otras que se fueron desarrollando luego. Se colocó en debate el modelo sindical en amplios sectores del activismo y la izquierda logró un peso creciente en ese proceso clave para el futuro de nuestra clase. Están madurando las condiciones objetivas hacia nuevas crisis revolucionarias, hacia nuevos argentinazos. El fortalecimiento de la izquierda y de nuevas direcciones combativas, abonan favorablemente en la disputa para que el movimiento obrero juegue el rol central como clase organizada que no pudo desplegar en toda su magnitud durante las gloriosas jornadas de 2001.
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