Los dichos de Alfredo Luenzo, Senador del Frente de Todos por Chubut y presidente de la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión acerca de los “riesgos de una internet libre” y sobre la posibilidad de limitar y regular a las redes sociales abrieron nuevamente un debate sobre la influencia y los problemas de las redes sociales en la realidad. Referentes de Juntos por el cambio salieron rápido a criticarlo en defensa de la “libertad”, desde la izquierda queremos desarrollar una tercera posición.
“Ahí está un poco la pregunta, porque parece que una internet libre, abierta, democrática e inclusiva también tiene sus riesgos cuando digamos… cuando la libertad no tiene un límite, como lo tiene en la vida cotidiana de cualquier ciudadano en cualquier parte del mundo” Esta fue una de las frases del senador kirchnerista. Rápidamente personajes de Juntos por el Cambio como Patricia Bullrich y otros exponentes de la derecha salieron al cruce del senador en defensa de la “libertad”, pero ellos sólo defienden la libertad de las empresas, en este caso de las empresas más ricas del mundo. A su vez las declaraciones de Luenzo omiten una cuestión fundamental, ¿Quién sería el encargado de limitar o regular a las redes sociales? La implementación del ciberpatrullaje por parte de la ministra de seguridad Frederic al inicio de la pandemia podría ser una pista de hacia dónde quiere ir el oficialismo. El senador hizo referencia a los mensajes de odio vertidos por los usuarios de las redes, y que internet y las redes sociales sin una regulación son terreno fértil para ese tipo de mensajes.
Pero creemos que el problema es mucho más profundo. Se trata de la brutal concentración de este sector por parte de unas pocas megacorporaciones, que toman decisiones sobre las pautas de comunicación de miles de millones en el mundo. En las líneas que siguen a continuación, queremos poner en debate el rol actual de las redes. Y plantear desde la izquierda una mirada alternativa: la necesidad de democratizar estas plataformas para que estén al servicio de las mayorías.
El club de los cinco
El proceso de concentración y monopolio de la red en unas pocas megacorporaciones se produjo a un ritmo acelerado. En 2007, la mitad del tráfico de Internet se distribuía entre cientos de miles de sitios dispersos por el mundo. Siete años después, en 2014, esa misma cifra ya se había concentrado en 35 empresas. Y en la actualidad, el negocio de la tecnología digital encuentra al llamado “club de los cinco”, con el dominio casi absoluto del mercado. Y a este club lo componen Google, Microsoft, Facebook, Apple y Amazon. Sus principales accionistas encabezan los rankings de los hombres más ricos del mundo. Y son casi el único sector que siguió creciendo durante la pandemia. También en este último período irrumpió con fuerza red social China Tik-Tok con miles de millones de usuarios en el mundo.
Estas empresas utilizan cada avance tecnológico para aumentar su poder y el control monopólico amparados por todos los gobiernos capitalistas. Pero en los últimos años, distintos grupos de activistas en todo el mundo comenzaron a alertar y tomar acciones respecto del gran poder concentrado de las compañías tecnológicas y su impacto en la desigualdad. La dependencia de estas plataformas y el aumento de la brecha tecnológica que generó la pandemia, le dan mucha más relevancia a esta pelea.
Redes sociales y política
Más allá las cuestiones técnicas sobre las nuevas tecnologías y el mundo digital, cada vez se pone más de manifiesto su carácter político. Y justamente es el aspecto sobre el que hay que actuar, sobre todo ahora cuando cruza todas las relaciones económicas, políticas y sociales. En definitiva, la tecnología es una herramienta, su destino no está escrito de antemano. La posibilidad de utilizar la tecnología para beneficios de todos, es tan real como la posibilidad de que sus beneficios sean acaparados por unos pocos. Entenderla, desconcentrarla de pocas manos, democratizarla y regularla al servicio de las mayorías evitaría el rumbo que hoy tiene al servicio de las ganancias y el poder de un grupo.
El debate ocurrido en el Senado, pone al desnudo que la realidad digital creó nuevas formas de relacionarnos. La velocidad y masividad de la comunicación que permiten internet y las redes sociales genera nuevos escenarios de disputa en la sociedad. De hecho, varias rebeliones y revoluciones en la última década fueron convocadas o potenciadas desde las redes sociales. Es por la preocupación en las altas esferas del poder, que los lleva a desplegar distintas estrategias para limitar el acceso libre, democrático y seguro a las redes utilizando a las nuevas tecnologías a su favor. Como aporte para intentar dar una respuesta antisistémica respecto de estos temas, enumeramos algunos de los problemas de la realidad digital que están en disputa.
Normas comunitarias, censura y vigilancia. ¿Quién decide?
En la web existe contenido de todo tipo, desde “fake news”, hasta contenido machista y discursos de odio. Algunos plantean que las empresas tomen la función de policía y eliminen ese contenido de las redes. Y el sentido de las declaraciones de Luenzo es que se existan leyes que le den al gobierno esta función. Esto suena bien en un principio. Pero lo cierto es que estos discursos no dejarán de existir por censurarlos y siempre encontrarán cómo filtrarse. Es sumamente peligroso otorgarles semejante poder, tanto a los gobiernos como a las grandes empresas que podrán decidir, qué censurar y qué no. Lo cierto es que muchas veces ya ejercen ese poder de censura sin estar avaladas por ley. Y gobiernos como el de China son de los que más restringen y censuran todo tipo de contenidos. ¿Qué garantizaría que no bloqueen comentarios políticos? ¿Y si bloquearan videos de manifestaciones? ¿Y si ocultan una represión policial para que no se viralice? No debe haber habilitación para censurar contenido de ningún tipo, incluso incitaciones al odio. En todo caso lo que debería existir son mecanismos democráticos que elaboren las normas comunitarias de las webs y que sean controladas por la sociedad constantemente.
Otro debate es el reconocimiento facial. Las ciudades más importantes del mundo se llenaron de cámaras de reconocimiento facial con China a la vanguardia. Los gobiernos argumentan que cooperan con la eliminación del delito. Pero en realidad lo utilizan para aumentar el control sobre la población y para la represión. Es por ello que se debe reclamar la eliminación de los sistemas de reconocimiento facial de todo espacio público.
Los datos: ¿mercancía o bien social?
Los datos, generados a cada momento desde cualquier dispositivo electrónico son hoy el mayor generador de ganancias a escala global. Se dice que los datos son el nuevo oro. Actualmente se utilizan centralmente para que las empresas puedan vender sus productos mediante la publicidad, escuchan lo que hablamos mediante el micrófono del celular, recogen nuestras palabras más frecuentes y definen un perfil para ofrecernos productos y así alimentar la lógica consumista del capital. Otro uso más siniestro aun, consiste en la vigilancia y el control, mediante la geolocalización, o el ciberpatrullaje que realizan distintos estados. Pero los datos podrían ser utilizados como un bien social, generando estadísticas precisas de acceso público y gratuito y además con la tecnología actual tranquilamente se podría respetar la privacidad de las personas encriptando la identidad de los usuarios.
Algoritmos secretos vs algoritmos públicos
Los algoritmos pueden ser definidos como un conjunto de instrucciones ordenadas que permiten solucionar un problema concreto. Hoy son claves en el desarrollo de la inteligencia artificial y la industrialización digital. Por este motivo, están protegidos por leyes de propiedad intelectual que preservan su secreto. Los algoritmos regulan todo: el orden de resultados en una búsqueda de Google, el orden de las publicaciones en el muro de Facebook, hasta la asignación de beneficios sociales por parte de un Estado. Nuevamente, las megacorporaciones toman decisiones sobre plataformas en las que interactúan miles de millones de personas. Una manera para que las poblaciones empiecen a tener decisión sobre cómo interactúan es haciendo públicos los algoritmos. Algo similar son licencias creative commons, un sistema por el cual cada persona puede patentar nuevas ideas y determinar que su idea puede ser utilizada por todos.
Seguridad informática: ¿derecho o negocio?
La encriptación de información es de suma importancia para proteger nuestros datos personales y nuestra privacidad. Pero los sistemas son cuanto más seguros, más caros. No es extraño, entonces, que se estén transformando en algo exclusivo de los ricos y poderosos del mundo. Esto conduciría a la creación de plataformas y aplicaciones con elevados estándares de seguridad, para los ricos. Y otras con estándares más bajos, para los sectores más vulnerables de la sociedad expuestos a robos y hackeos. La pandemia generó que cada vez más actividades y trámites se realicen de forma virtual, por eso es necesario que el Estado garantice la seguridad informática como un derecho. La seguridad informática no debería ser un lujo para pocos.
Democratizar las redes sociales e internet
La literatura distópica, muy de moda en estos tiempos fue instalando en el imaginario colectivo el peligro de caer en una sociedad hipercontrolada y sometida a través de las nuevas tecnologías digitales. Si bien hay intereses de corporaciones y gobiernos que empujan hacia ese lado, el futuro no está escrito. Pensar que las redes sociales y el mundo digital estén controlados democráticamente por las mayorías no solo es necesario sino posible. Creemos categóricamente que se puede. La izquierda tiene un rol fundamental en esta pelea y en poner en debate estos temas.
Javier Dietrich