En una larga entrevista de la TV Pública, el presidente Alberto Fernández pronunció el polémico concepto de que la inflación sería un fenómeno psicológico, es “autoconstruida”, afirmó. Luego tras la repregunta de los periodistas hablo de “diablos”, refiriéndose al oligopolio de grandes empresas que controlan los precios de los alimentos. Amenazó a los empresarios aumentadores, antes había hablado de “guerra a la inflación”, pero hasta ahora no tiró ni un petardo. Dijo además que estamos mejor porque ahora que el gobierno acordó con el Fondo se puede empezar a resolver los problemas, justo cuando el problema principal es ese: tenemos una economía supeditada completamente al capital financiero internacional y sus socios locales.
Con una inflación totalmente desbocada, con precios en marzo en un nivel muy superior de los de febrero y una proyección interanual del 65%, con precios que suben una vez por semana, y la mayoría de la población trabajadora que ve caer sus ingresos día a día en forma brutal, a nuestro locuaz presidente se le ocurrió empezar por señalar que la inflación era un fenómeno “autoconstruido”. Este nuevo verso chocó tanto que rápidamente tuvo que referirse a que hay un oligopolio de empresas alimenticias que es responsable de la suba inusitada de precios y que si no los bajan va a aplicar la ley de abastecimiento.
El tema de la inflación psicológica pegó tanto, se generaron tantos memes al respecto e indignación en la inmensa mayoría de los argentinos que viven de un cada vez más magro salario, que la Rosada tuvo que salir a dar un sustento pseudo científico a los dichos de Alberto, señalando que era un capítulo de la teoría macroeconómica que se refiere a la inflación por expectativas. Intento fallido, las teorías -o versos del gobierno- no convencen cuando en un país productor de alimentos pagamos precios internacionales por los mismos y, si repunta el empleo como alardea el gobierno, los salarios son tan bajos que no mueven el amperímetro de la enorme pobreza en que nos encontramos.
Lo cierto es que, en medio del agravamiento de la crisis de la economía capitalista debido a la invasión rusa a Ucrania, es tremendo el salto que han pegado los precios de la energía y los alimentos en el mercado mundial. El gobierno, lejos de tomar medidas para proteger a la población trabajadora, solo reacciona con pequeños paliativos con el aumento de dos puntos en las retenciones para evitar que el pan cueste más que el caviar. Se la pasa de amenaza en amenaza, de reunión en reunión con los empresarios, como las que va a realizar esta semana para intentar un acuerdo de precios que nuevamente va a fallar, como fallaron los anteriores “precios descuidados”.
El acuerdo con el FMI es inflacionario
Desde su campaña, la derecha le reclama al gobierno un programa económico para controlar la inflación. Exige más y más ajuste. Lo que no dicen es que Guzmán en los primeros meses de año ha reducido el déficit más que lo exigido en el acuerdo con el FMI. Tampoco dicen que el programa económico que reclaman al gobierno ya existe, es el que pauta el acuerdo con el Fondo Monetario y es altamente inflacionarios. Veamos.
La manera privilegiada de ajustar el gasto del Estado para cumplir las metas de baja del gasto fiscal es la licuación inflacionaria del gasto público. De esa forma, el gobierno logró bajar el déficit al 3% del PBI en el 2021. Este año el Fondo, en forma previa a la guerra en Ucrania y el salto de las tarifas de la energía, pretendía que el recorte adicional viniera de reducir sustancialmente –en 0,6% del PBI- los subsidios por US$ 11.000 millones que se destinaron en el 2021 a la energía. Con la actual crisis, los especialistas señalan que estos subsidios no solo no van a bajar, sino que van a subir sustancialmente si queremos tener gas en invierno. Esto explica el último cruce entre el secretario de Energía y Guzmán. Por eso, recién se compró un barco de gas de los 70 que hacen falta, o de los 30 que se compraron el año pasado en estas fechas. Por eso se adelanta la auditoría del FMI un mes. El tarifazo anunciado, que suma a la inflación, no les alcanza.
Una alta inflación sigue siendo una herramienta fundamental para bajar el gasto público
La disparada de los precios de los granos y alimentos que produce Argentina son una buena noticia para las empresas agro exportadoras y para el Fondo, que quiere que juntemos todos los dólares posibles para pagar la deuda, y muy mala para la mayoría del pueblo argentino, que cada vez puede comprar menos alimentos, ya que el gobierno amenaza con sanciones solo de pico, ya que para cumplir con el programa que ha firmado con el Fondo necesita que los empresarios del campo ingresen muchos dólares de sus exportaciones.
Como si esto fuera poco, el aumento del ritmo de devaluación del peso para que el Banco Central no gaste dólares ante la magnitud de la brecha cambiaria, tiene un claro efecto inflacionario. El aumento de las tasas de interés bancaria juega a dos puntas, por un lado aumenta la inflación al encarecer el consumo, por el otro tiene aspectos recesivos. Todo ayuda a importar menos y ahorrar dólares para el Fondo y los buitres privados. Entre otras medidas, podemos sumar además el revalúo inmobiliario, que va a seguir llevando la inflación y el costo de vida a las nubes.
Por eso fallan todos los intentos de “acuerdos de precios y salarios”. Tanto el gobierno, el FMI como los empresarios, que además pagan salarios cada vez más baratos – se calcula que el 30% de los trabajadores ganan por debajo de la línea de pobreza- sostienen un plan económico de alta inflación. Todos despotrican contra el aumento incesante de los precios, pero ganan fortunas con la enorme transferencia de ingresos de la población trabajadora a los grandes capitalistas que esta genera.
Un programa de medidas de emergencia y tareas de fondo para parar la inflación
La creciente inflación no solo aumenta los índices de la ya tremenda pobreza que soporta el 40% de la población; sino que desalienta las perspectivas de tener un mínimo progreso de la inmensa mayoría de la población trabajadora, que debe trabajar cada vez más horas y no llega a fin de mes, ni a cubrir las necesidades básicas de cualquier familia.
La sensación no ya de que la “plata no alcanza”, sino de que la “planta no vale nada”, son señalados en un estudio de Managament&Fit publicado en el día de la fecha en Clarín, los que además están preocupados porque esto va acompañado de un gran descreimiento del actual sistema político.
No se puede parar la actual escalada de los precios reuniendo a los empresarios que se benefician con ellos, a la burocracia sindical que mira para otro lado, en el marco de un acuerdo pactado con el Fondo que liquida toda autonomía en las decisiones económicas del país.
Mientras que los economistas de la derecha liberal culpa de la inflación a la emisión monetaria para cubrir el déficit fiscal y a la necesidad de reducir este al máximo, sintonizando con las propuestas más leoninas de la derecha liberal que, no conforme con los extraordinarios “ahorros” de Guzmán que en los primeros meses de este año ya achicó más de lo que el acuerdo con el FMI le exige, quiere que achiquemos –aún más- lo que se invierte en jubilaciones, salarios estatales, asistencia social, salud, educación. La misión de auditoría del Fondo adelantó un mes su llegada a la Argentina para ajustar el acuerdo y que se cumplan las metas de achique del gasto público pautadas.
Sintonizan perfecto con la misión de auditoría que los técnicos del FMI han adelantado para vigilar la marcha del programa acordado.
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Por eso desde el MST en el FIT-U sostenemos que es fundamental declarar de inmediato un congelamiento de los precios de la canasta básica, eliminando el IVA y retrotrayendo sus niveles a la última gran remarcación de principios de marzo. Los empresarios deben abrir sus libros para determinar cuáles son sus reales costos y debe aplicarse ya la ley de abastecimiento contra las empresas que especulan, empezando por las que Feletti denunció aumentaron sus precios un 14% en estas semanas. Los controles de los libros, como de los costos de producción y precios de comercialización, deben estar en manos de comisiones formadas por trabajadores de las empresas y consumidores.
Es necesario aumentar de emergencia los salarios, jubilaciones y planes sociales para que puedan cubrir la canasta familiar y debe acordarse una cláusula de actualización mensual de acuerdo al aumento de los precios.
Para evitar que los precios internacionales de los alimentos impacten en el consumo popular es necesario nacionalizar el comercio exterior y establecer mecanismos en la transición, como la Junta Nacional de Granos o la Junta de Carnes, en el camino de una profunda reforma agraria que termine con la propiedad terrateniente y la explotación rentista de la tierra. Es fundamental nacionalizar el sistema bancario para terminar con la fuga de divisas y establecer los mecanismos de control de cambios favorables a la economía del país. Finalmente, solo rompiendo con el FMI y los buitres internacionales e imponiendo un programa de medidas alternativas como las que proponemos, podremos parar la espiral inflacionaria actual.