El gobierno y un sector de sus afilados comunicadores han salido a cuestionar la postura de las bancas de la izquierda de abstenernos en la votación del proyecto de aporte solidario colocado, luego de 8 meses de dilaciones, por la bancada oficialista en el Congreso. No es casual que la “estrategia comunicacional” haga centro en la izquierda y no en Juntos por el Cambio, por ejemplo, quienes no solo se han manifestado en contra de esta limitada ley sino defensores acérrimos de la propiedad privada y la represión, entre otras reivindicaciones clásicas de la derecha.
Es interesante como los gritos y el macartismo buscan ocultar el contenido de los proyectos en disputa, es decir, no promocionan de su propio proyecto más que el nombre, no se atreven a contrastarlo con el presentado por el Frente de Izquierda y los Trabajadores Unidad en abril de este año. ¿Por qué? Muy simple, porque el proyecto oficial no solo es ínfimo desde el punto de vista de la recaudación en el marco de la enorme crisis económica que atraviesa el país, sino que además solo lo pagarían algunas fortunas con cuentas en el país. No se grava ni a los bancos, ni a las empresas, ni a los que tienen la plata afuera, ni siquiera estamos hablando del conjunto de los ricos. Recaudaría una quinta parte de lo que recaudaría el proyecto que propone la izquierda, se gravaría a esas enormes fortunas tan solo en un 2% o 3%, se plantea como un aporte por única vez y el destino de los fondos estará direccionado al “desarrollo” del fracking y el extractivismo en general.
Pero no solo es limitado, es decir “podría ser mejor, pero es lo que se logró”, sino que tiene un pérfido objetivo que apunta a esconder, confundir o relativizar frente a millones que lo votaron esperando un cambio, una orientación clara que el gobierno ha emprendido contra las mayorías populares, de atadura por diez años a la tutela del Fondo Monetario Internacional. Este es el punto más desleal del proyecto, es lo que explica que toda la pirotecnia discursiva esté destinada a la izquierda; combinando alternativamente la ironía sobre que “representa el 2%” y otras calumnias de poca monta, con la intención de responsabilizarnos de los desastres del país o ligarnos al macrismo y demás sectores reaccionarios. Esto tuvo su punto de partida en la represión en Guernica, donde apalearon a familias que no tenían nada y buscaban un pedacito de tierra para vivir, les garantizaron la propiedad privada a los ricos, y culparon a la izquierda queriendo tapar el desastre que habían hecho Berni y Kicillof. Nada más ridículo y alejado de la realidad.
El gobierno ha decidido una orientación y se ha lanzado a aplicarla. Todas las alas del Frente de Todos, incluido el Kirchnerismo que es parte fundamental, llevan adelante esta orientación de “reducir el déficit” provocando un ajuste brutal sobre las mayorías. Esto se expresa en la inexistencia de paritarias o la firma de paritarias completamente alejadas de la inflación, que incluye por ejemplo a sectores esenciales como el personal de salud, que han recibido bonos de $ 10 mil que no se incluyen al salario. Los y las enfermeras tuvieron que tolerar además que les pagaran la mitad de ese bono y que no se los reconozca como profesionales en medio de la pandemia. Todo esto no hubiese sido posible sin la complicidad de la burocracia sindical, que tampoco tuvo una posición insistente sobre este proyecto, pero mostró su preocupación al principio de la pandemia por recortar los salarios. El cambio de la fórmula jubilatoria que aplica el ajuste a millones de jubilados de por lo menos un 20%; la reducción del presupuesto de salud, educación y vivienda tal cual se desprende del presupuesto aprobado; la eliminación del IFE que asistía a 9 millones de personas que se encuentran en la peor situación; el congelamiento de los planes sociales. Y ni hablar de una política monetaria que ha generado una devaluación sostenida; que lejos de responder de manera enérgica, controlando las herramientas económicas y financieras, como el comercio exterior o la banca, ha jugado el juego de especuladores y lobistas, llegando al ridículo incluso de bajar las retenciones sin que los acopiadores de soja se dignen a liquidar un solo grano. ¿Qué hizo el gobierno frente a estos especuladores? Nada en absoluto.
Frente a este escenario ¿Debemos desde el Frente de Izquierda y los Trabajadores Unidad acompañar este proyecto equivocado y complementario del sentido de entrega del gobierno? ¿O tenemos que defender el proyecto presentado, como el inicio de un camino alternativo, de una orientación diferente al servicio de las mayorías? Me inclino contundentemente por la segunda opción, entendiendo que haya sectores que puedan no compartir nuestra postura honestamente. Hacerlo de otro modo en primer lugar no representaría un avance real y concreto sobre la desigualdad y la estructura del sistema capitalista injusto en el que vivimos, resultaría en un maquillaje para que el gobierno (incluso algunos sectores empresarios “defensores” de esta iniciativa) maquillen su orientación más general con esta mueca.
Desde el MST como parte del FIT Unidad peleamos por un impuesto permanente a los ricos, peleamos por terminar con el ajuste a las mayorías, peleamos por echar a patadas al FMI y animarnos a un camino independiente y al servicio de las mayorías. Este es el planteo de la izquierda, no las mentiras y calumnias que lanzan desde las usinas propagandísticas del gobierno.