Imperialismos en ascenso. No multipolaridad

Durante años, algunas fuerzas políticas árabes y partidos estalinistas han promovido el discurso de que la multipolaridad es la salvación de los pueblos de la región del imperialismo estadounidense. El imperialismo se reduce a la «política exterior agresiva de Estados Unidos», ignorando que es un sistema global. Esto legitima a estados capitalistas emergentes como China y Rusia, y a bloques económicos como los BRICS y Shanghái, a los que presentan como alternativas al sistema hegemónico occidental. Se olvida que son alianzas de potencias capitalistas que buscan promover sus intereses monopolísticos en el marco de la competencia imperialista.
Estas alianzas no representan un desafío fundamental al sistema capitalista; más bien, representan una reorganización de fuerzas dentro del propio sistema.

Este discurso engañoso paraliza el movimiento revolucionario en los países árabes al engañar a la clase trabajadora árabe haciéndoles creer que la paz imperialista llegará como resultado de los nuevos equilibrios, dejándola dividida entre estas alianzas, en lugar de centrarla en su papel en derrocarlos.

Construir partidos revolucionarios en la región árabe, independientes de la ilusión y la influencia de las alianzas imperialistas, requiere un programa de lucha arraigado en los intereses de la clase trabajadora árabe, alejado de políticas que mejoren y fortalezcan el sistema capitalista en lugar de transformarlo.
Una correcta comprensión de los conflictos internacionales y las guerras imperialistas es clave para determinar la forma y la naturaleza de las tareas provisionales de las fuerzas revolucionarias en nuestras sociedades árabes.

La lucha de los imperialismos y la guerra de exterminio

El orden global actual revela un profundo desequilibrio en su estructura política y moral.
Occidente, que afirma defender los derechos humanos, ignora el crimen humanitario contemporáneo más atroz en Gaza y continúa suministrando armas y apoyo político a Israel. Cuando se pregunta sobre la presión y el aislamiento, solo encontramos medidas superficiales y simbólicas, como el anuncio de un país escandinavo de su retirada de una pequeña empresa dedicada a la construcción de asentamientos. Esto no es presión, sino una maniobra de distracción para amortiguar la ira popular e impedir que la solidaridad de las masas se transforme en acción política que amenace los intereses de las élites gobernantes.

El capitalismo global no se pone del lado de la justicia ni de las víctimas; siempre se pone del lado de quienes garantizan su dominio y sus ganancias. Para él, Israel no es solo un aliado militar, sino una base avanzada del proyecto imperialista en el corazón de la región. Por lo tanto, la matanza de niños, el hambre de las mujeres y la destrucción de hogares se justifican con el pretexto del «derecho a la legítima defensa», mientras que todo acto de resistencia se transforma en «terrorismo». Estos son los estándares del mercado y el control, no los estándares de la justicia.

Los medios de comunicación occidentales, a su vez propiedad de los círculos del capital financiero, desempeñan un papel fundamental en el pulido de la imagen. Crean una narrativa de «presión internacional» y «aislamiento internacional», mientras que los bancos estadounidenses continúan financiando y facilitando las operaciones financieras de la ocupación.

Las empresas armamentísticas occidentales siguen lucrando con la sangre palestina vendiendo armas y presentándolas como probadas en Gaza y el Líbano. Las organizaciones internacionales, supuestamente neutrales, están sujetas, en su financiación y voluntad, al chantaje político y económico de las grandes potencias (UNRWA y la Relatora Especial de la ONU, Francesca Banzi).

Lo que presenciamos hoy no es solo una guerra contra Gaza, sino un nuevo capítulo en la guerra de clases global que libra el imperialismo contra el pueblo. Los niños de Gaza mueren de hambre porque el sistema capitalista los ve como meros excedentes humanos de los que se puede disponer sin coste político. Los refugiados que llenan el Mediterráneo son tratados como superfluos, abandonados a su suerte porque no se les incluye en los cálculos del mercado.

Hablar del aislamiento de Israel no es más que un engaño retórico. Israel no está aislado, sino apoyado y fortalecido. Los verdaderos pueblos aislados son los pueblos oprimidos: los palestinos que se enfrentan al genocidio, los iraníes aplastados tanto por el régimen como por el bloqueo, los sirios sometidos al genocidio en una guerra civil y a manos del nuevo régimen, y los trabajadores de todo el mundo que pagan el precio de las crisis de un sistema económico que solo conoce la explotación.

La incapacidad para detener el genocidio no es más que el resultado de la crisis estructural del propio sistema capitalista. Un sistema que prospera gracias a las guerras, se alimenta del hambre y reproduce el colonialismo en nuevas formas.

Por Ali Hammoud

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