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Nunca salir a comer fue tan caro. Pero en este caso no nos estamos refiriendo a la situación social y económica a la que nos arrojó el gobierno de Milei, sino a la inauguración de la Fundación Faro. El evento que puso en pie a la organización, al cual asistió el presidente, tenía un precio de U$S 25.000 dólares por cubierto. Por tal motivo, el pasado miércoles a la noche, en el Yacht Club Puerto Madero, uno de los lugares más exclusivos, se vio desfilar a parte de la verdadera casta del país.
Si se quiere hacer revista, se sabe que en la lista de los asistentes se encontró a: Paolo Rocca, Eduardo Elsztain y Miguel Galuccio. Sin embargo, al único que se lo registró entrar al evento fue a Elsztain, titular de IRSA y dueño del hotel Libertador, el mismo en el que Milei plantó campamento durante la campaña electoral. Volviendo a los precios, la inauguración de Fundación Faro, según se filtró, también cobró U$S 200.000 la mesa para 8 integrantes, si deseaban reservarlas para más exclusividad. Cifras exorbitantes para cualquier trabajador de a pie, que a duras penas llega a pasar la mitad de mes con algo de sueldo.
La presentación de la usina que presidirá el “teórico” de la ultraderecha en Argentina, Agustín Laje, también contó con la presencia del hermano del Santiago Caputo, Francisco Caputo. Su presencia, según trascendió, no tuvo otro cometido más que asegurar que el evento recaudase lo necesario para el funcionamiento de la nueva fundación. Lo cómico e inentendible, a sabiendas que también participó el presidente de este acto, fue la explicación que dieron desde la entidad, donde aseguraron que el dinero recaudado: “no está destinada al partido La Libertad Avanza” y que funciona de manera “independiente” del Gobierno. Además, agregaron: “todos los aportes fueron, son y serán enteramente formales y bancarizados” y anticipan que “toda la información será presentada al momento de presentar los balances anuales”.
Bastante rara la formalidad y transparencia del nuevo pilar ideológico que bancará al presidente, debido a que el propio Milei es quien alienta a los capitalistas que asistieron a esta inauguración a ser fugadores seriales. Y, encima, después, perdonarle todos los ilícitos con blanqueos de capitales.
Está demás decir, como lo afirmó el líder liberfacho en el evento de la Fundación Faro, que este espacio promoverá las siguientes ideas: “defendemos la vida, la libertad y la propiedad privada, esto es a rajatabla y contra viento y marea, no importa quién se ponga enfrente. Tenemos la vocación de abrirle las puertas del partido a cualquiera que comparta estas ideas y estos valores, no importa de dónde venga, como también expulsaremos a quienes los transgreda como ya hemos hecho”. Es, en parte, un paso más del plan algo ambicioso que tiene esta corriente política. Buscan de algún modo, como lo hizo el kirchnerismo en su momento y luego lo intentó el macrismo, promover una cosmovisión del país, en todos sus aspectos (históricos, culturales, etc.) para librar la “batalla cultural”. Estará por verse, antes de cumplir con esta hazaña bastante esperanzada, los resultados concretos del gobierno.
Lo dicho anteriormente, no parten de especulaciones. Volviendo a lo dicho por el presidente, más allá de la exaltación por el triunfo de Trump en Estados Unidos, algunos datos financieros y otros de la economía, es que volvió a insistir con la siguiente idea: “los empresarios no pueden ser indiferentes en esta disputa, tienen que tomar partido de forma activa. Ya hemos aprendido que el costo de no involucrarse es demasiado alto”. Más allá de la gorra que se pasó al inicio del evento, este llamado de Milei es un pedido para que, de verdad, lleguen las inversiones que aún el gobierno no puede mostrar. Un reflejo de que, a mediano plazo, los grandes empresarios prevén un otoño en el medio de la actual primavera libertaria.
El acto no aportó mucho más que este dato de color, pero sin dudas que dejó a la vista, nuevamente, el antagonismo en lo que refleja la idea de los libertarios con lo que sucede en la calle. Una Argentina partida en dos, donde magnates se regocijan en la abundancia mientras la mitad del país es pobre y la economía, más allá de lo que digan las usinas libertarias, sigue en varios sectores en una recesión destructiva de la mayoría de los ingresos familiares.
La casta, ese significante vacío que muchas veces se encarna bien en el personal político tradicional, empieza, con estos actos, a empapar a los empresarios. Una distancia enorme se traza entre polos sociales, mientras que, de forma paralela, con desigualdades, también se comienza a notar el descontento social producto del ajuste de Milei.