viernes, 15 noviembre 2024 - 02:17

Estados Unidos. Elecciones y debates

Mientras se están desarrollando las elecciones en EEUU dónde se enfrentan el candidato republicano Trump y el candidato del partido demócrata Joe Biden, compartimos con nuestras y nuestros lectores estos dos textos de semanas atrás, que hacen referencia a los debates políticos que precedieron a este día y a las tareas y opiniones de la izquierda.

Estados Unidos: Un golpe de estado muy “Americano”

31 de octubre (Publicado por la Liga Internacional Socialista, LIS)

El siguiente artículo de Kit Adam Wainer se publicó por primera vez en Tempest. Lo publicamos en castellano como contribución a los debates y análisis de las elecciones en Estados Unidos.

¿Podría Trump robarse las elecciones? Este es un miedo que recorre tanto a los círculos liberales tradicionales como a gran parte de la izquierda. Algunos han advertido sobre la amenaza de un golpe en caso de una victoria de Biden. Otros están preocupados con la imagen de Trump manipulando el recuento de votos y robando votos en el Colegio Electoral, asistido por republicanos leales, para obtener un segundo mandato. Sin embargo, pocos han explicado un camino plausible que Trump podría seguir para revocar los resultados de las elecciones después del 3 de noviembre y aferrarse a la Casa Blanca a pesar de una victoria de Biden.

¿Un golpe militar?

La amenaza de un golpe militar para evitar una presidencia de Biden parece ser el escenario menos probable de todos los imaginados. Sencillamente, hay poca evidencia que sugiera que el personal militar superior esté interesado en destruir el sistema constitucional, anular las elecciones y proclamar a Trump como presidente. Muy por el contrario, un número histórico de ex oficiales militares y líderes de inteligencia se han opuesto abiertamente a Trump, incluso calificandolo como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Hasta hay un gran grupo de ex integrantes del gabinete de George W. Bush que ha respaldado a Biden y está recaudando dinero para él. Y no hay una contratendencia significativa: ningún grupo de exfuncionarios de Clinton u Obama que respalden a Trump, ningún grupo de ex miembros del aparato de seguridad nacional del estado advirtiendo que Biden representa una amenaza para los EE. UU.

Si serios preparativos para un golpe militar estuvieran en marcha, uno esperaría ver a funcionarios federales arrestando a políticos de la oposición y figuras de los medios de comunicación. Sin embargo, incluso el Departamento de Justicia de Bill Barr se negó a presentar la acusación que Trump quería contra su predecesor y todo lo que Trump pudo hacer en respuesta fue tuitear. Trump usó fuerzas federales contra manifestantes en Portland, Oregón. Pero es digno de mención que no podía depender de las principales ramas del ejército de Estados Unidos y tuvo que depender de los alguaciles estadounidenses, oficiales de inmigración y agentes de la Patrulla Fronteriza.

Una encuesta de agosto de 2020 para Military Times mostró que Biden lideraba a Trump entre los miembros en servicio activo. La encuesta ha sido criticada por no hacer públicos sus métodos y porque los lectores del Military Times son desproporcionadamente oficiales en lugar de personal alistado. Sin embargo, para que Trump lleve a cabo un golpe militar, los oficiales son exactamente lo que necesitaría. El hecho de que la principal publicación de oficiales militares haya publicado una encuesta de este tipo debería poner en duda cualquier tesis de que estén planeando dar vuelta las elecciones en nombre de Trump.

¿Un robo cuasi legal?

La advertencia de Barton Gellman de que Trump podría manipular los tribunales, las legislaturas estatales y el Congreso para modificar el voto electoral a su favor si los resultados finales están cerca, apareció en el sitio de The Atlantic a fines de septiembre. Se difundió ampliamente en las redes sociales y Gellman apareció en numerosas entrevistas transmitidas el mismo día. Gellman argumenta que incluso en el caso de una aparente victoria de Biden, Trump no estaría dispuesto a ceder. Desafiaría los resultados estatales en los tribunales, y las legislaturas republicanas podrían declarar los resultados inválidos y nombrar sus propias listas de electores para el Colegio Electoral. «Si Trump se despoja de toda moderación, y si sus aliados republicanos desempeñan el papel que les asigna, podría obstruir el surgimiento de una victoria legalmente inequívoca para Biden en el Colegio Electoral y luego en el Congreso». [énfasis agregado]

Sin embargo, la hipótesis de Gellman se basa en una serie de supuestos, todos los cuales son al menos dudosos.

Primero, toda la cuestión sólo tiene sentido si Michigan, Wisconsin y Pensilvania son los estados que otorgan a Trump la mayoría en el Colegio Electoral. Sin embargo, eso supone que Trump ya hubiera ganado Florida, Carolina del Norte y Arizona, tres estados en los que Biden sigue ligeramente arriba (la ventaja de Biden en Arizona es un poco más grande). Esos tres estados permiten que se cuenten las boletas entregadas por correo antes del 3 de noviembre, lo que significa que es probable que los medios adjudiquen el ganador de esos estados la noche de las elecciones o temprano en la mañana del 4 de noviembre. Si Biden gana Arizona, la narrativa de los medios será que Trump está enfrentando una batalla cuesta arriba, aumentando los riesgos para cualquiera que quiera colaborar con el presidente para robar el Medio Oeste. Si Biden también gana Florida o Carolina del Norte, el camino de Trump a 270 votos en el colegio electoral está casi completamente cortado. El Medio Oeste probablemente ya ni siquiera sería necesario para Biden en ese caso. Entonces, el escenario depende de que las encuestas estén equivocadas en Florida, Carolina del Norte y Arizona y que Trump logre ganar allí y que también sostenga Georgia, Ohio e Iowa. (Biden está ahora ligeramente por detrás en Texas, aproximadamente empatado en Georgia y Ohio, y ganando terreno en Iowa).

En segundo lugar, el proyecto también depende del supuesto de que el «espejismo rojo» se haga realidad. En este escenario, Trump lidera sustancialmente en la noche de las elecciones debido a la fuerte votación en persona de los republicanos, pero luego del recuento de los votos por correo de los demócratas, el resultado cambia en los tres estados del medio oeste a favor de Biden en los días posteriores. El problema con esto es que esos estados del Medio Oeste permiten que los votos por correo sean contados a partir de las 7 am del 3 de noviembre y las elecciones serán dirigidas por secretarios de estado del  Partido Demócrata. Además, la Corte Suprema de los Estados Unidos acaba de confirmar un fallo de la corte de Pensilvania que permite el recuento de las papeletas recibidas hasta el 6 de noviembre, incluso si el sello no está claro. Entonces, para que esto funcione, tendríamos que asumir que ningún distrito electoral revisa las boletas por correo antes del cierre de las urnas y que en realidad solo comienzan a contar esas boletas al día siguiente. Es cierto que se necesitarán días para contar todos los votos. Siempre sucede en todos los estados. Sin embargo, los medios de comunicación suelen adjudicar los ganadores de esos estados mucho antes de que se hayan contado todos los votos. Si Biden está por delante y solo falta contar los votos por correo, es probable que los medios de comunicación lo declaren como ganador. Y, al momento de escribir este artículo, se han confirmado las encuestas que predicen que los demócratas utilizarían varias formas de votación anticipada, incluida la votación por correo, a tasas sustancialmente más altas que los republicanos.

En tercer lugar, el esquema depende de la colaboración de los legisladores republicanos estatales, de que «interpreten el papel que [Trump] les asigna». Es obvio el motivo por el cual los actuales funcionarios electos republicanos siguen a Trump hoy. Está en su propio interés impulsar al candidato que encabeza la lista. La participación republicana en las elecciones de este año depende del entusiasmo por el presidente. Esto es lo que empujará a la mayoría de los candidatos que vienen detrás a un triunfo el 3 de noviembre o los hundirá. Es por eso que la asediada senadora de Maine Susan Collins o la senadora de Iowa Joni Ernst no pueden darse el lujo de distanciarse de Trump. Necesitan que los partidarios de Trump en sus estados se presenten y voten y no pueden arriesgarse a frenar su entusiasmo. Pero todo eso termina una vez emitidos los votos. Después del 3 de noviembre, ninguno de estos políticos tendrá mucho interés personal en el futuro de Trump. Los legisladores saben que sus perspectivas en las elecciones legislativas de 2022 serán mejores si el partido de la oposición controla la Casa Blanca y su destino nunca más estará vinculado al de Trump. Además, participar en una conspiración potencialmente ilegal conlleva un gran riesgo personal, sobre todo teniendo en cuenta que el líder de dicha conspiración es completamente incompetente y desprovisto de lealtad hacia quienes le sirven.

Cuarto, el esquema también depende del apoyo del Congreso, que tiene el poder de certificar a los electores del Colegio Electoral enviados por los gobernadores en lugar de las legislaturas. Eso significa que otra condición previa para todo este proyecto es que los republicanos logren ganar la Cámara de Diputados (un escenario al que la analista FiveThirtyEight otorga un 4% de posibilidad) o que retengan la mayoría en el Senado (27% de probabilidad, según FiveThirtyEight). Y nuevamente, después del 3 de noviembre, incluso los miembros republicanos de la Cámara de Diputados y el Senado tendrán vínculos mucho más débiles con Trump. El líder de la bancada republicana de la Cámara, Kevin McCarthy, sabrá que sus posibilidades de convertirse en presidente de la Cámara de Representantes son mejores bajo la presidencia de Biden, por ejemplo. El senador de Utah Mitt Romney ya ha señalado que no cooperará. Y el senador de Nebraska Ben Sasse ha dejado en claro que quiere que su partido se deshaga de Trump. Sospecho que muchos más senadores republicanos preferirían secretamente a Biden como presidente. Simplemente no pueden decirlo antes del 3 de noviembre debido a los efectos que tendría un respaldo de Biden en sus propias carreras electorales. Por lo tanto, la probabilidad de que certifiquen listas de electores enviadas por las legislaturas republicanas en lugar de gobernadores debidamente electos parece escasa.

Finalmente, Trump necesitaría una rama ejecutiva bien aceitada que luche por él en los tribunales y en los medios. Dado que todos lo menosprecian cuando está fuera de la habitación, eso parece difícil de imaginar. Después del 3 de noviembre, incluso si Trump ganara, probablemente estarían buscando carreras profesionales fuera de la Casa Blanca de todos modos. ¿Qué quedará mejor en sus currículums: participar en un intento de semi-golpe de alto riesgo o defender la Constitución? Incluso Mike Pence tendrá que sopesar esa elección.

Los cinco escenarios deben tener lugar de acuerdo con el diseño de Trump para que cualquier esquema funcione. La mayoría de ellos son posibles por sí solos. Pero en conjunto son muy improbables.

¿Qué quiere el capital?

Es una tarea necia intentar identificar una única posición entre los capitalistas en las próximas elecciones. Los capitalistas no actúan como un frente unido y no tienen un comité ejecutivo secreto. No obstante, existe amplia evidencia de que Biden es muy favorecido entre los capitalistas estadounidenses. Primero, como se ha informado ampliamente, tiene una ventaja sustancial en la recaudación de fondos, lo que indica que los donantes adinerados lo están ayudando, ya sea porque lo prefieren antes que a Trump o porque esperan que gane y quieran apalancamiento. De hecho, debido a las dificultades financieras de la campaña de Trump, el presidente ha tenido que dejar de hacer publicidad en Ohio e Iowa.

También hay evidencia de que sectores clave del capital estadounidense favorecen a Biden. Goldman Sachs prácticamente lo respaldó de manera pública recientemente y se han producido numerosas filtraciones del sector financiero que indican que los inversores creen que Biden será bueno para los mercados. La Cámara de Comercio de Estados Unidos, según la tradición, no ha respaldado a ningún candidato presidencial. Sin embargo, el grupo generó olas recientemente al decidir apoyar a un gran número de demócratas al Congreso. Los votos a esos demócratas ayudarán a la campaña de Biden.

La amenaza de un golpe de Estado, o incluso de una elección robada, descansa sobre premisas dudosas. No hay indicios de que algún sector importante de las fuerzas armadas esté interesado. Y la lealtad republicana a Trump es puramente transaccional y oportunista. Por último, un golpe probablemente tendría poco apoyo entre los capitalistas. Quedan pocos actores, por tanto, para llevarlo a cabo. Jared y Don Jr. no parecen estar a la altura del trabajo.

Existe una amenaza realista de violencia postelectoral por parte de las fuerzas de extrema derecha. Bien pueden apuntar contra la izquierda y varios activistas progresistas. Sin duda, es aconsejable prepararse para eso. Pero su capacidad para impactar el resultado de las elecciones o sostener una presidencia de Trump incluso ante una derrota electoral parece mínima. Después de todo, más de cincuenta millones de personas ya han votado para el 23 de octubre y los votantes anticipados se inclinan hacia los demócratas. Sin embargo, no hay informes de violencia de derecha en los centros de votación o buzones. Si los neofascistas militantes esperan hasta el 3 de noviembre para interrumpir la votación, principalmente reprimirán los votos de Trump.

Es comprensible que aquellos cuyo objetivo principal es impulsar la participación electoral para el Partido Demócrata quieran hacer circular los temores de un golpe de Trump. Su argumento es que necesitamos un tsunami demócrata para detener a Trump en seco. En la izquierda existen debates sobre si apoyar a un candidato claramente neoliberal. Sin embargo, esa cuestión debería debatirse en sí misma. No deberíamos descartar nuestra comprensión de cómo funciona el estado, o incluso nuestra concepción básica de cómo funciona el gobierno, para asustar a la izquierda para que apoye a los demócratas en noviembre.

EEUU: elecciones, crisis y debates de la izquierda

Luis Meiners, dirigente de la LIS de EEUU – 17 de octubre

Falta menos de un mes para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, y en muchos estados ya ha comenzado la votación anticipada por correo. Sobre un trasfondo de crisis, rebelión y polarización, la campaña se ve sacudida por nuevos acontecimientos cada semana.

Dos días después del desastroso debate entre los candidatos presidenciales, Trump dio positivo por Covid-19 agregando aún más volatilidad a la coyuntura. De acuerdo a las encuestas, la ventaja de Biden se amplía. Frente a esto, Trump refuerza su retórica negacionista y polarizadora, y continúa cuestionando el proceso electoral.

La dinámica de la coyuntura está envuelta en síntomas de una crisis profunda, estructural, que las elecciones no lograrán cerrar. En este marco, hay profundos debates sobre el papel de la izquierda y su política hacia las elecciones y sobre el escenario que vendrá en los próximos meses.

Las raíces profundas de la polarización

Uno de los elementos centrales de la situación política en Estados Unidos es la fuerte polarización. Este proceso se desarrolla desde la crisis del 2008, pero sus raíces se encuentran en el agotamiento de la ofensiva patronal y neoliberal de las últimas décadas. Las políticas de ajuste y austeridad aplicadas desde la década del 70, sumadas a la globalización neoliberal, provocaron un fuerte crecimiento de la desigualdad. Para el año 2008, la concentración de la riqueza alcanzó los niveles previos a la crisis de 1929.

La crisis de 2008 demostró que este proceso no había logrado resolver los problemas profundos de la economía capitalista. La década que le siguió, con una «recuperación» económica en la que se incrementaron los niveles de desigualdad y de precarización laboral, se caracterizó por un ascenso de la lucha de clases acompañada de radicalización política. La crisis económica y el ascenso en las luchas, se combinaron y contribuyeron a una crisis de legitimidad del régimen político bipartidista. Ambos partidos del capital se vieron sacudidos por este proceso.

La pandemia ha acelerado todos los componentes de esta situación. La inmensa e histórica rebelión contra el racismo y la violencia policial ha sido la gran protagonista de los últimos meses. En respuesta a esto, Trump ha desplegado una fuerte ofensiva política, apoyándose en los departamentos de policía, en algunas agencias federales, y desplegando un discurso de «ley y orden» que se ha convertido en su eje principal de campaña. Esto ha movilizado a grupos de ultraderecha contra las protestas, como el caso de las milicias de las cuales era integrante Kyle Rittenhouse que mató a dos manifestantes en Kenosha.

Recta final hacia las elecciones

La campaña presidencial transita su recta final. Aunque el escenario sigue siendo volátil, Biden mantiene una ventaja sólida en las encuestas a nivel nacional y en varios Estados clave para los votos en el Colegio Electoral. El brote de Covid-19 en la Casa Blanca, y el comportamiento errático e irresponsable de Trump frente a ello, volvió a colocar el manejo de la pandemia como principal tema de la campaña. El resultado ha sido un crecimiento en la ventaja de Biden en las encuestas. Hay señales de que los republicanos se preparan para la posibilidad de una dura derrota. Ted Cruz, senador de Texas y figura importante dentro del Partido Republicano, advirtió sobre la posibilidad de perder tanto la presidencia como ambas cámaras en «un baño de sangre de las proporciones de Watergate», en referencia a la derrota electoral luego del escándalo de Nixon.

Con su retorno a la Casa Blanca tras haber estado internado, Trump redobló su campaña de cuestiona-miento al proceso electoral. Apunta fundamentalmente contra el voto por correo, continúa negándose a afirmar que reconocerá el resultado electoral y ha convocado a su base a vigilar los locales de votación. Teniendo en cuenta esto, y aunque un triunfo claro de Biden hoy es el resultado más probable, no se puede descartar la posibilidad de que una votación ajustada desemboque en cuestionamientos legales y mayor polarización en las calles.

Debates en la izquierda

En este marco se desarrollan importantes debates en la izquierda, que tienen hilos de continuidad con las discusiones en torno a las perspectivas estratégicas. Un aspecto del debate gira en torno a la caracterización de Trump y de la situación política. Parte de la izquierda ve a Trump en una posición de fuerza, a la ofensiva, y lo caracteriza como fascista. Esto puede verse en las posiciones expresadas por firmantes de la carta abierta titulada «Dump Trump, then battle Biden» (Terminar con Trump, luego combatir a Biden). El otro argumento central también parte de una evaluación derrotista y defensiva de la situación, y por lo tanto entiende al escenario electoral como el único terreno posible para la intervención política. Así, acepta los términos en los que los demócratas plantean el escenario.

El ejemplo más reciente de esta orientación ha sido una carta abierta titulada «Miembros del DSA organizando contra Trump». En esta breve declaración firmada por reconocidos miembros del DSA, incluyendo varios integrantes de sus organismos de conducción nacional y de varias regionales, se reitera el argumento central de la política del mal menor: «Una derrota de Trump sería inequívocamente mejor para la clase trabajadora y para nuestro movimiento que una victoria de Trump en su búsqueda de una reelección.» Sobre esta base expresa su compromiso para hacer «todo lo que podamos para asegurar una derrota de Trump.»

Este argumento parte de una visión equivocada sobre la relación de fuerzas entre las clases, y sobre la propia orientación política de la clase dominante. Si bien existen grupos de extrema derecha, y nunca hay que subestimarlos, lo que marca la dinámica es la inmensa rebelión antiracista. La movilización de la derecha ha sido precisamente en respuesta a esto, y en números incomparablemente menores. Por otro lado, la clase dominante de EEUU ha dado muestras de su apoyo a Biden, y de rechazo a Trump. El candidato demócrata viene cosechando más contribuciones económicas a su campaña, y en el último mes figuras importantes del aparato del estado han expresado públicamente su apoyo.

Esta perspectiva, además, está anclada en la idea de que las elecciones son el terreno fundamental de la política. La idea de que la izquierda solo puede tener incidencia real a través de la competencia electoral utilizando al Partido Demócrata, pretende que sólo así se pueda modificar la correlación de fuerzas entre las clases y generar mejores condiciones para la lucha de clases y el desarrollo de la izquierda. De ahí deduce que votar a Biden es el único camino realista en la coyuntura actual.

Al llamar a votar a Biden una parte importante de la izquierda contribuye a posponer la urgente tarea de construir una alternativa independiente. Además, no logrará su objetivo declarado de frenar a la extrema derecha. Un triunfo de Biden no resolverá las condiciones estructurales que posibilitan el desarrollo de estas fuerzas. La agenda neoliberal e imperialista de Biden las profundizará. El camino para frenar a la extrema derecha estará en la movilización, no en estas elecciones, y para esa tarea es fundamental construir una fuerza independiente.

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