Hace 113 años nacía Ernesto Sábato, físico, escritor, ensayista, pintor y militante político argentino. Sin dudas, una de las personalidades más importantes y destacadas del siglo pasado.
“Qué es un intelectual para mí? Un hombre de ideas y de libros. ¿Para qué sirve? Entre otras cosas, como se ha visto, para convulsionar al mundo (como lo prueban dos libros: el Evangelio y el Manifiesto Comunista) y para levantar a las masas con alpargatas. ¿Qué papel debe desempeñar el día que se arme? Luchar por las ideas que defendió antes en el papel. Luchar, si es necesario, con el fusil en la mano“
Sus orígenes
Ernesto Sábato nació el 24 de junio de 1911 en Rojas, Buenos Aires. Fue el décimo de once hijos de una familia de inmigrantes italianos. Estudió en el Colegio Nacional de La Plata y luego en 1929 ingresó la Universidad Nacional de La Plata, donde se graduó en Física y Matemáticas. En el transcurso de sus estudios universitarios, la Asociación para el Progreso de la Ciencia le otorgó una beca para realizar investigaciones sobre radiaciones atómicas, por lo cual debió instalarse en París. Durante las noches parisinas coqueteó con el movimiento surrealista que lo ayudaría a descubrir su ser auténtico y resurgir su vocación literaria. Por estos años comenzó a dudar de su permanencia en el campo científico.
En 1940 vuelve a Argentina, donde daba clases de física en la UNLP al mismo tiempo que comenzaba a escribir ensayos y a colaborar con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo. Luego de varios años y de escribir una novela que jamás publicó, decidió dedicarse por completo a la escritura. En este periodo escribe “Uno y el Universo” hablando sobre la deshumanización de las sociedades tecnológicas y dos novelas que le otorgan notoriedad y prestigio internacional: “El Túnel” y “Sobre héroes y tumbas”. Estos fueron traducidos a varios idiomas, e incluso, llevados al cine. También escribió ensayos como Hombres y Engranajes y su tercera novela “Abaddón el exterminador”.
De científico a escritor
Dada su formación en el campo de la física y las matemáticas, nadie creía posible que quisiera y pudiera dedicarse a la literatura. Muy crítico de su propio trabajo y luego de haber quemado varios escritos, más de los que llegó a publicar, por fin se decidió a publicar El Túnel. Única novela que sí quiso publicar, aunque el camino no sería para nada fácil. La novela fue rechazada por todas las editoriales, incluso por Victoria Ocampo generando un sentimiento de gran humillación en el autor. Finalmente, con la ayuda de Alfredo Weiss pudo publicar en Argentina y gracias a la iniciativa de Albert Camus pudo publicar su novela en Francia.
“El Túnel” es una novela poderosa que ofrece una profunda exploración de la mente humana y sus oscuridades. A través de la figura de Juan Pablo Castel, Ernesto Sábato nos enfrenta a cuestiones fundamentales sobre la soledad, la obsesión y la búsqueda de sentido en un mundo que a menudo parece carente de significado, situada en un contexto de la literatura existencialista de mediados del siglo XX, en la que se exploran temas de alienación, absurdidad y la búsqueda de sentido en un mundo indiferente. La obra de Sábato se puede comparar con la de autores como Albert Camus y Jean-Paul Sartre, quienes también examinan la condición humana desde una perspectiva existencialista.
De juventudes y militancias
Sábato no solo se caracteriza por sus obras literarias y premios que reconocen sus escritos como el premio Miguel de Cervantes que ganó en 1985, si no que, a lo largo de su vida tuvo una estrecha relación con la militancia política.
En sus primeros años de juventud se acercó al anarquismo, con quien siempre mantuvo afinidad ya que el mismo se definió como una persona con temperamento anárquico. Sin embargo, al comenzar sus estudios en la universidad tuvo su primer contacto con las obras más importantes del comunismo y desde ese entonces formó parte del Partido Comunista donde fue secretario de la Juventud Comunista Argentina.
“Como aún no habían empezado el stalinismo y sus crímenes, sentí, con romántico fanatismo, que la revolución del proletariado acabaría trayéndoles a los hombres el orbe puro que había vislumbrado en las matemáticas. Me alejé de los claustros universitarios y me afilié a la Juventud Comunista”
Antes del fin
Ya para el año 1934 dejaría de formar parte del PC y abandonaría el movimiento. Su alejamiento se debe, como ya fue vaticinado, a los crímenes del stanilismo. Estaba de camino a Rusia para quedarse allí por dos años en las Escuelas Leninistas cuando decide, por fin, dejar el movimiento revolucionario y volver a Argentina. El admite en una entrevista que ya se encontraba en crisis, pero los Procesos de Moscú serían el punto culmine que terminarían por alejarlo.
Siempre se demostró critico del proceso de burocratización de la Unión Soviética y defensor de un socialismo con libertad “por eso, soy enemigo de toda violencia y creo que, mediante la dictadura, aunque sea con los fines más nobles, no vamos a acceder a una nueva sociedad y Rusia ha sido el mejor ejemplo. Por eso, estoy en contra de cualquier tentativa violenta de imponer ideas, creo en la pluralidad y la democracia” Estas palabras no son casuales, pues fueron reproducidas en una entrevista en 1977 mientras ocurría la última dictadura cívico militar en Argentina.
Antiperonismo, trastabilleos y arrepentimientos
“Yo fui enemigo de Perón siempre, no de la Justicia Social, sino de Perón como persona”
Con una postura política muy marcada, fue parte del círculo de intelectuales antiperonistas, aunque la llegada del golpe autodenominado Revolución Libertadora que derrocó a Perón guío a Sábato a realizar una autocritica hacia su postura, y siguiendo por ese camino en 1956 publica una carta abierta titulada “El otro rostro del Peronismo” buscando la redención y distanciamiento del antiperonismo más duro.
“Había en ese complejo movimiento ––y lo sigue habiendo–– algo mucho más potente y profundo que un mero deseo de bienes materiales: había una justificada ansia de justicia y de reconocimiento, frente a una sociedad egoísta y fría, que siempre los había tenido olvidados. Esto fue lo que fundamentalmente vio y movilizó Perón. Lo demás es detalle (…)”
Ese mismo año sería obligado a renunciar a Mundo Argentino luego de publicar una edición cuya tapa contenía la frase “Vuelve la tortura” donde denunciaba la tortura a los obreros peronistas en el sótano del Congreso y a lo largo del país.
El escritor no se libraría tan fácil de las polémicas, ya que años más tarde, en el 76 participaría de los famosos “Almuerzos” con Videla, quien buscaba acercarse a personalidades significativas de la cultura. En este almuerzo, semanas después de la desaparición forzada de Haroldo Conti, participarían, además de Sábato, Borges, Horacio Ratti, presidente de la SADE y el sacerdote Leonardo Castellani. Poco se sabe del contenido de este almuerzo, pero finalizado el mismo, el único que pronunció unas palabras a la prensa fue Sábato que mencionó, entre otras cosas “Hubo un altísimo grado de comprensión y de respeto mutuo…”. El autor del túnel sería muy juzgado por este suceso, no así los demás participantes.
Con la vuelta de la Democracia, durante el gobierno de Alfonsín es nombrado presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición De Personas (CONADEP) y frutos de las tareas de esa comisión nacería, luego, el libro Nunca Más.
En 2001 creó la fundación Ernesto Sábato con la finalidad de otorgar asistencia social y cultural en los rincones más desfavorecidos del país. “Quizá, por mi formación anarquista, he sido siempre una especie de francotirador solitario” Así se define a sí mismo en “Antes del fin” texto escrito a los ochenta y seis años que contiene todas sus memorias; sus inicios en la militancia, su paso por la universidad, anécdotas con su amor Matilde, las tensiones con Borges, tertulias con los integrantes de Sur, pensamientos sobre el fin que lo acecha, en fin, algo que merece la pena ser leído y que nos deja algunas reflexiones que pueden ser útiles para pensar en la actualidad.
Pero retomando la idea de francotirador solitario viene muy bien para pensar a Sábato. Persona no exenta de contradicciones, errores, amores y desamores con peronistas y antiperonistas, juzgado y criticado. Siempre metiendo las patas en la fuente de la polémica. Pero decidido a ser parte de aquella clase de escritores que como señaló Camus: “Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”
Candela Alessi