Hace 100 años, falleció el escritor checo y germano-parlante Franz Kafka. De su extensa obra en cuentos, ensayos, escritos y cartas (aunque escasa en novelas) solo se conoció –en vida del autor– una pequeña parte que fue publicada en idioma alemán. Por eso en la clasificación literaria mundial se lo ubica en la literatura alemana. Pero es universal.
“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro…(La metamorfosis -1915)” Lisa y llanamente Kafka nos introduce así, sin ningún permiso, en una tragedia tan horrorosa como irreal pero que logró en pocas líneas concitar la atención del público que lo descubrió cuando ya no estaba, cuando ya había dejado él, el mundo cruel que atravesó la Segunda Guerra Mundial y el verdadero horror: el nazi-fascismo que no conoció pero que anticipó. Porque en Kafka habita la paradoja en toda su literatura, pero es su propia vida la paradoja que quizás sin pensarlo, tal vez sin intenciones autobiográficas, Kafka quiso reflejar. De modo tangencial, probablemente, Kafka penetró en su tiempo como pocos lo hicieron en las primeras décadas del siglo XX. Joyce, Faulkner, Camus, Hesse, Proust, Hemingway, etc., expresaron esa época, porque desde distintos puntos de vista la pintaron en sus obras, pero no eran ellos mismos y su literatura el reflejo vivo de aquella. Kafka era la manifestación de todo lo absurdo y dramático del siglo XX y no porque el checo quisiera convertirse en un cronista de época sino porque las heridas de ese tiempo gritaban a través de sus textos paradójicos y absurdos.
La vida de Kafka fue una sucesión de paradojas que pusieron al rojo vivo muchas contradicciones que el escritor encarnaba y quizás la más notoria de todas ellas fue que la mayor parte de su obra solo conoció la edición tras su muerte. Y esto se debe a que no quería publicarla. Tenía prurito de publicar su trabajo y dejó encomendada a su amigo Max Brod la voluntad de que quemaran todos sus escritos cuando muriera; cosa que Max no hizo, traicionando a su íntimo amigo, justamente porque era tan absurdo –como las tramas de sus cuentos y novelas– quemar semejante tesoro literario ya que Kafka es considerado hoy como uno de los más influyentes escritores universales y de todos los tiempos. La trascendencia de Kafka es comparable a la de Cervantes, Dante, Shakespeare, Poe, Flaubert, etc. Aquí Max Brod actuó como el “héroe” indicado por Vladimir Propp1 para los cuentos rusos y en general, mientras que el escritor resultó el anti-héroe.
Hubiese perdido la humanidad y la literatura mundial esa luz que su oscura personalidad dejó impresa en sus manuscritos. Un brillo muy contrastante con su sombrío perfil. Un hombre atormentado, quizás un neurótico, pero no en los términos clínico-patológicos con los que se suele entender la neurosis, sino como un reflejo tardío y distante de lo más macabro que la neurosis social engendra en las personas. En esto y tantas otras cosas, el introvertido Kafka expresaba las penurias de la sociedad moderna, más aún las de un tiempo en cual ser un judío checo que vive en un ambiente germánico implicaba segregación, marginalidad, en fin… aislamiento y soledad.
Su historia familiar explica indirectamente (o no tanto) la construcción de su personaje Gregorio Samsa en La metamorfosis o un tal K en El Castillo o Joseph K. en El proceso. Dos K como su apellido. Las heridas del alma de Kafka no podían ser mejor pintadas en estas novelas –en cierto modo autobiográficas– aunque también son imágenes de un mundo lleno de burocracia, de anomia, de alienación.
Es esta alienación la que explica su relación con el empleo que adoptó en 1908 en una compañía de seguros con un buen sueldo y pocas horas de trabajo que le permitían pasar todo el resto del día escribiendo. A pesar de ser un profesional graduado, el escritor checo vivió su vida laboral como un empleado, un oficinista, destilando tinta como todo burócrata administrativo. Su insatisfacción laboral lo volvió intuitivamente anti-burocrático. En algún momento su ideología rozó el socialismo. Se habla del modernismo de Kafka y este sin duda está vinculado a su posición como supervisor o inspector de seguros industriales, especializado en accidentes de trabajo. Su ausencia de definición política no es óbice para reducir ni minimizar su crítica a la sociedad alienada similar a la de los psicoanalistas sociales como Fromm o Karen Horney.
Se puede decir que Kafka fue el cultor literario de la alineación. Que la dibujó con maestría (él también cultivaba el arte del dibujo).
Una vida atormentada y paradójica
Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga (hoy República Checa entonces Imperio Austro-Húngaro2) y murió el 3 de junio de 1924 en Austria, a tan solo un mes de cumplir 41 años. Ese año quedó inconcluso como sus novelas El proceso y El Castillo, no obstante lo cual fueron muy exitosas al publicarse.
Su madre Julie Lowy era hija de una familia burguesa y su padre Herman Kafka –un campesino pobre, ignorante y autoritario– recibió la dote (capital) de Julie Lowy y entonces emprendió en Praga un negocio comercial muy fructífero por lo que Kafka nunca tuvo privaciones económicas. Vivió holgadamente, pero no fue feliz con su familia. Su padre manipuló despóticamente su vida y lo obligó a estudiar abogacía cuando él quería estudiar filosofía y letras. Se recibió en 1906 de abogado, pero sólo dos años ejerció en algunos bufetes de Praga para luego emplearse en la compañía de seguros hasta su jubilación en 1921 debido a su enfermedad. El despotismo de su padre, su hostil ambiente familiar, sus hermanos varones muertos a los 6 y 15 meses de vida, sus tres hermanas3, su ubicación en el ambiente germano en una época de aguda xenofobia siendo judío, más su carácter introvertido, convirtieron a Kafka en un persona atormentada y ese tormento incidió con fuerza en su obra. Enfermó de tuberculosis siendo aun joven y este padecimiento lo llevó a la muerte.
La compleja y diversa interpretación de su obra
Citar sus cuentos Contemplación, La condena, El matrimonio, Ante la ley, El fogonero, Un médico rural, Preocupaciones de un padre de familia, Once hijos, Un artista del hambre entre decenas de ellos es acercarse a su belleza literaria que no consiste en lo estético, lo poético o lo lírico –aunque son técnicamente perfectos–, si no en la profundidad de su prosa, en la magnitud en que el absurdo se expresa en parábolas, símbolos y alegorías sobre el alma que sufre y la persona atormentada. En La metamorfosis (1915), novela corta o cuento largo, la transformación de Gregorio Samsa en “un horrible insecto” que luego es segregado de su familia refleja un universo simbólico que ha recibido tantas interpretaciones como intérpretes de Kafka hay.
Como modesto intérprete me atrevo a hacer mi propia interpretación: Kafka contiene en su maravillosa literatura la imagen negativa de una sociedad burguesa que se desmorona y que, aunque se monta en una época bien determinada, es claramente anticipatoria y visionaria. Perfectamente encaja en nuestro tiempo. Su época atravesada por la Primera Guerra Mundial, el ascenso de las masas obreras y campesinas que desembocó en las revoluciones rusa de 1917 (triunfante) y alemanas de 1918 y 1923 (derrotadas) y luego en la contrarrevolución y el ascenso del nazismo en Alemania y la Segunda Guerra Mundial, es una época de sufrimiento, de cosas horrorosas, oscuras, absurdas ¿No lo eran acaso Stalin y Hitler? Y aunque seguro no era su intención escribir relatos políticos, sus relatos tienen un gran componente de crítica social expresada desde lo humano, desde el desdén hacia la burocracia estatal y capitalista, y hacia todas las formas de degradación de la naturaleza humana que imponía (y sigue imponiendo) la sociedad burguesa.
Kafka hace una radiografía tenaz y transparente de la naturaleza humana en la sociedad contemporánea que resulta al final de cuentas atemporal y permanente. Es esto quizás lo que lo vuelve un clásico.
Kafka y el sionismo
Los sionistas que siempre distorsionan la historia como hacen con Palestina justificando la masacre de todo un pueblo con mentiras y falsificaciones, también han incidido en crear la imagen de que Kafka era sionista por ser judío y manifestar en los años 20 del siglo pasado su intención de emigrar a Palestina. Intención que no fue nunca realizada por su enfermedad. Lo que ocultan los sionistas es que Kafka, en esos años, no conoció los actuales crímenes de personajes nefastos como Netanyahu4… ¡Si ni siquiera conoció el horror del nazismo! Murió en 1924, el partido Nazi con Hitler a la cabeza estaba en pañales y recién llegó al poder en 1933, aunque sí conoció la xenofobia pangermánica y eso motivó sus estudios sobre el judaísmo que como religión nunca practicó, no se sabe si alguna vez fue a una sinagoga. Lamentablemente Israel –igual que con el territorio Palestino– ha saqueado los archivos de Kafka lo que representa una violación cultural siniestra5. Esto está registrado en el libro El último proceso de Kafka de Benjamin Balint. Otro crimen del sionismo.
Kafka, por sobre todo el escritor
De las múltiples interpretaciones de Kafka probablemente nunca podremos llegar a una conclusión, pero hay algo que se puede afirmar: fue un escritor extraordinario. De una pureza literaria infinita y aunque sus textos no son poéticos, son poesía. Es difícil ubicar o encasillar al escritor en una corriente literaria. Que sus obras tengan la trascendencia similar a Faulkner o Joyce no implica que podamos etiquetar en algún modelo la obra kafkiana; ni en el género fantástico ni en el realismo mágico o social; es único y se define por sí mismo. Técnicamente perfecto. No en vano era admirado por Borges quien hizo la primera traducción de La metamorfosis en Argentina. Su influencia en el gran escritor argentino se explica justamente por la identidad de métodos de construcción literaria, sus técnicas, sus particulares adjetivaciones y la transparencia de su prosa. Pero sobre todo porque Kafka es básicamente él mismo todo símbolo. Por eso no es simbólico. Porque él, el tormentoso, oscuro, neurótico, acomplejado y a la vez brillante, majestuoso escritor de contrastes entre fantástico y realista es el símbolo. Sus obras son alegóricas. Nos constriñe a revivir el padecimiento humano mirándolo en su forma absurda. ¿Cómo se puede escribir algo tan dramático, horrible y entristecedor como un hombre convertido en cucaracha sin ninguna altisonancia ni cliché rimbombante? Kafka es la respuesta.
Lo kafkiano
El absurdo y la tragedia combinados en su suprema forma artística originaron Lo kafkiano. Eso que sirve para designar esas situaciones que la razón no puede entender. El término se relaciona con la obra de Kafka, en particular El proceso y La metamorfosis.
Alude a aquellas situaciones en las que un poder por encima del o las personas provoca pesadillas, visiones surrealistas, conductas irracionales. Un todo sin sentido. Los personajes en un entorno kafkiano a menudo carecen de un curso de acción claro para escapar de una situación laberíntica. Lo kafkiano ha trascendido el ámbito literario para aplicarse a sucesos y situaciones de la vida real que son incomprensiblemente complejos, extraños o ilógicos. (Modificado de Wikipedia).
A 100 de su muerte coincidente con el aniversario de la de Lenin rescatar la literatura de Kafka contribuye a rescatar el espíritu crítico humano y social, tan necesario para toda revolución.
Kafka y su tormento; Kafka y la psicología de la tragedia y el absurdo; Kafka y su humor ácido; Kafka y su prosa pura, literaria al cien por ciento. Kafka eterno.
Orlando Restivo
Referencias:
1. Vladimir Propp; Morfología del cuento. 2da ed. Ed. Fundamentos. 1970.
2. El Imperio austrohúngaro fue un Estado europeo creado en 1867 tras el llamado compromiso austrohúngaro, el cual equipara el estatus del Reino de Hungría con el del Imperio austríaco, ambos bajo el mismo monarca. El Imperio austrohúngaro se extendía por territorios pertenecientes a 13 actuales países europeos, incluyendo la totalidad de Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y Bosnia y Herzegovina, las regiones de Voivodina y el Banato Occidental en Serbia, las Bocas de Kotor en Montenegro, Trentino-Alto Adigio y Trieste en Italia, Transilvania, el Banato Oriental y Bucovina en Rumania, la Galitzia occidental y Silesia en Polonia, y la Galitzia oriental y la Rutenia Transcarpatia en Ucrania. (Modificado de Wikipedia)
3. Las tres hermanas de Kafka fueron asesinadas en los campos de concentración nazis en Alemania.
4. Benjamín Netanyahu es actual primer ministro de Israel y responsable de la masacre en la Franja de Gaza.
5. “[…] Cuando huía de Praga, debido a la invasión nazi de Checoslovaquia -en marzo de 1939-, el escritor Max Brod no solo llevaba en su maleta el alivio de salvar su vida, debido a su condición de judío, sino también un importante legado. Los papeles inéditos que le había entregado 15 años antes su gran amigo, otro escritor y también judío checo, Franz Kafka.[…] Brod escapó a Tel Aviv, acaso uno de los lugares más seguros donde un judío podía arrancar en esos años. Ahí, junto a su secretaria, Esther Hoffe, mantuvo los papeles, y continuó publicando las obras de su célebre amigo” (latercera.com 3/6/21). Cabe aclarar que las obras se publicaron todas en Europa y que en ese año 1939 Israel NO EXISTÍA.