A pesar del triunfo electoral de Milei, el dólar se encuentra lejos de encontrar un punto de equilibrio en su valuación. El lunes post elecciones, marcó una baja, la cual inmediatamente se borró con la cotización obtenida al día siguiente. Con el FMI y la ayuda de los Estados Unidos, el gobierno todavía evalúa que estrategia utilizar en el sector cambiario. Para “Toto” Caputo, las bandas se deben mantener, los mercados parecen buscar otra cosa. Pero, como siempre, los movimientos ascendentes en el precio de la divisa norteamericana, lo único que generan es la desintegración de los ingresos de los trabajadores.
El gobierno libertario, aprovechándose de la situación de crisis, utilizó el miedo para evitar una derrota. Las palabras de Trump, en donde decía que los argentinos estábamos muertos, sirvieron para profundizar ese miedo. Ese elemento, tal vez haya sido una de las tantas cuestiones que ayudaron a construir la victoria libertaria en las elecciones. Los libertarios, al triunfo lo consiguieron, pero esta estabilidad prometida se desfiguró en menos de 48 horas.
Tras una baja inicial el lunes, que llegó a los $1.422 pesos, el dólar oficial repuntó con fuerza el martes hasta superar los $1.500 pesos, ubicándose en el techo mismo de la banda de flotación acordad con el FMI. Este temblor cambiario post elecciones expresa una sola cuestión: el plan de gobierno depende de artificios financieros y no de la generación genuina de divisas. Obvio, que el salvataje del gobierno de Trump, las intervenciones de Bessent y los apoyos del FMI, pueden estabilizar momentáneamente la situación financiera y cambiaria. Aunque, al mismo tiempo, esto no clausura la posibilidad de que el precio del dólar continúe en ascenso.
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Hay explicaciones técnicas que explican de manera superficial este rebote observado el comportamiento del dólar. La inyección masiva de pesos a través de la recompra de títulos por parte del Banco Central y el desarme de posiciones sintéticas en los contratos de dólar futuro generaron presiones alcistas puntuales. Sin embargo, estos factores no pueden ocultar el problema estructural. La economía argentina no produce los dólares que necesita, con reservas netas negativas, un déficit comercial crónico y una fuga de capitales que no se detiene.
El escenario post votaciones, hace semanas venía siendo analizado y discutido por parte del capital financiero mundial, es más, los bancos más importantes del mundo proyectaban distintos escenarios luego de las elecciones. Por ejemplo, el Morgan Stanley, en su análisis preelectoral, proyectó que incluso en caso de una vitoria oficialista el tipo de cambio debería ubicarse en al menos los $1700 para reflejar su valor real. Esta especie de devaluación recetada, también fue repetida por funcionarios del FMI y hasta del Tesoro norteamericano, quienes exigen que el gobierno comience a acumular reservas de manera genuina, por decirlo de alguna manera.
Frente a esta presión, la estrategia gubernamental parece consistir en ganar tiempo. Caputo insiste en mantener el esquema de bandas cambiarias, mientras busca renovar vencimientos de deuda en pesos por 12 billones de pesos a través de nuevas letras atadas al dólar. El problema de fondo es que estas operaciones solo postergan una solución estructural y aumentan la carga futura de la deuda.
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El salvataje externo se ha convirtido en un factor esencial para que el gobierno de Milei pueda seguir adelante con su plan reaccionario, digitado por el FMI. Una ayuda que profundizará el nivel de dependencia hacia el gobierno del país del norte. Por ahora, Estados Unidos aún no ejecutó la recompra de los pesos que intervino para contener una potencial corrida, operación que podría llegar a drenar más de 2.100 millones de dólares de las reservas. En él mientras tanto, el gobierno confía en que en los próximos desembolsos del swap norteamericano y los créditos privados le permitirán sortear los vencimientos de U$S 30.000 millones de dólares que enfrenta en 2026 y 2027.
En el plano político, el oficialismo intenta capitalizar el triunfo electoral para impulsar las reformas estructurales exigidas por el FMI y Washington. La reforma laboral, tributaria y previsional se presentan como la llave para traer inversiones y dólares financieros. Queda claro, que estas reformas no son más que una profundización del ajuste sobre los trabajadores y la entrega de soberanía económica al capital extranjero.
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Con los resultados de las legislativas, Milei y todo su gobierno consiguió un margen de maniobra, el cual no es infinito. Pero a pesar de los festejos y declaraciones de la estabilidad venidera, las reservas negativas continúan siendo un problema, como así también el endeudamiento externo y una economía real que se encuentra hundida. La industria sigue contraída, el consumo en niveles críticos y el poder adquisitivo de los trabajadores se desploma, junto con niveles récord de endeudamiento familiar. Todos los movimientos presentados por el dólar solo terminan derivando en más pobreza para el sector mayoritario de la sociedad y más ganancias para el sector financiero.
El equilibrio cambiario esperado por el gobierno luego de las elecciones, todavía está en construcción. La ayuda extranjera y la nueva configuración en el Congreso le puede dar una robustez al oficialismo, pero todavía no es claro, y a esto lo demuestra el ministro de Economía. A pesar de la victoria, el “Toto” Caputo continúa llorando para que la oposición se pliegue al programa presentado por su gobierno. Mientras la base productiva no genere dólares y las reservas sigan en rojo, cualquier triunfo electoral puede ser momentáneo frente al desorden económico. La carta de la ayuda externa es fundamental para el gobierno, pero ningún desembolso extranjero se ordena en función de resolver las necesidades de la mayoría trabajadora. El desfile de banqueros y actores del gran capital, el viernes antes de las elecciones, durante la junta anual del JP Morgan, deja en claro en manos de quien se va organizar la economía.

