El FMI exige acumular reservas. Las ayudas de EEUU no alcanzan

En un nuevo informe sobre la economía argentina, el Fondo Monetario internacional volvió a mostrar las contradicciones de un gobierno que se jacta de seguir al pie de la letra sus recetas.

Nigel Chalk, próximo director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo, afirmó que el apoyo del Tesoro estadounidense “está ayudando a estabilizar los mercados” y “complementará el programa respaldado por el Fondo”. Sin embargo, la recomendación central del informe choca de frente con el dogma libertario. El FMI exige “esfuerzos sostenidos para mantener el ancla fiscal [y] aumentar los niveles de reservas” para facilitar el acceso a los mercados de capitales. Esto es, precisamente, lo que el presidente del BCRA, Santiago Bausili, ha tildado de “inflacionario”. El mismo FMI que avala el ajuste ahora le señala a su alumno más aplicado que su política de no acumular reservas es un error que pone en riesgo toda su estrategia.

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Esta advertencia llega en un contexto donde las intervenciones directas del Tesoro norteamericano, comandadas por Scott Bessent, demuestran ineficacia. Según estimaciones de la consultora 1816, en apenas tres jornadas el Tesoro estadounidense vendió el equivalente de unos 459 millones de dólares comprando pesos. A pesar de esta inyección masiva de divisas, el dólar oficial no cedió y este viernes llegó a cotizar a $1.485, incluso por encima de los niveles previos a la intervención. El mercado, en lugar de estabilizarse, sigue descontando una fuerte devaluación poselectoral, mostrando que ni todo el poder de fuego imperial puede contener la desconfianza que genera un plan económico agotado.

El informe del FMI, presentado en el cierre de su Asamblea Anual en Washington, no solo insiste en la acumulación de reservas. También recorta sus proyecciones de crecimiento para la Argentina: espera un 4.5% para 2025 (un punto menos que su previsión de abril) y un 4% para 2026. La inflación, lejos de derrotarse, terminaría este año en 28% y bajaría a un 10% recién a fines del próximo. El propio organismo atribuye esta desaceleración a los “shocks e incertidumbres relacionados con las elecciones”, una forma elegante para describir la fuga de capitales y la presión cambiaria que sufre el gobierno en vísperas de los comicios.

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Este escenario deja al descubierto la profunda dependencia del gobierno de Milei. Las declaraciones de Chalk y el informe regional se suman al respaldo explícito de Kristalina Georgieva de hace unos días, formando un coro de apoyos internacionales destinado a oxigenar a una gestión en estado de shock. Aunque, estos gestos no se traducen en estabilidad. La razón es simple: el mercado no cree en la solvencia de un gobierno que, para cumplir con el superávit fiscal que exige el FMI, debe estrangular la economía real y depender de la caridad externa para evitar un colapso cambiario.

La discusión entre el FMI y el gobierno por las reservas no es solo sobre una precisión técnica. Es la evidencia de que el plan de Milei y Caputo carece de una salida genuina, frente a un agotamiento exprés del mismo. Mientras el Fondo exige un colchón para que el país pueda pagar su deuda en el futuro, el equipo económico se niega a acumularlo porque eso implicaría emitir pesos y romper su frágil equilibrio monetario. Es un callejón sin salida. La única estabilidad que ofrecen es la de un paciente en terapia intensiva, conectado a los respirados artificiales del Tesoro de EEUU y el FMI, mientras la economía de los trabajadores sigue sufriendo los efectos de un ajuste que no tiene fin.

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