Hace unos días la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España le otorgó el premio Goya como mejor película a la realización de Fernando León de Aranoa, El buen patrón.
El solo título del film nos remite a la filosofía que se va enredando por los resquicios de la sociedad. Estos preceptos, producto de hegemonías educativas y comunicacionales responden a intereses de clase, aunque se nos presenten como lógicas y naturales. A la larga son las que van forjando nuestra visión de mundo. Ideas del tipo “con esfuerzo todo llega”, “si fulano es rico será porque tuvo suerte” y en definitiva “siempre habrá ricos y pobres”, “unos nacen con estrella, otros estrellados”; o aquella sentencia todavía mucho más perjudicial para la salud del laburante que es la “armonía entre capital y trabajo” son parte de las premisas que le sirve justamente al poder de unos pocos para sostenerse a través del tiempo. Dicho de otra forma, la idea que entre dueños y subordinados debe reinar cierto equilibrio donde cada quien pone “algo” y así nunca habrá conflicto.
En la Argentina como en el mundo estamos acostumbrados a escuchar permanentemente estas ideas como parte de justificaciones varias para no ir a fondo contra las desigualdades e injusticias, cada vez más profundas. De aquí a la conciliación de clases, al capitalismo, pero humanizado, al mal menor y etc. hay solo una vueltita de tuerca.
Y si de equilibrio se trata, nada mejor que una balanza. O básculas, que ese es el producto que Julio Blanco, el personaje principal de esta historia, encarnado por un polifacético y premiado Javier Bardem hereda de su padre junto con la fábrica. De porte confiado, Blanco anuncia en la primera escena dos novedades. La primera y causa de su discurso alentador es acerca del premio a la excelencia de producción que el Estado entrega una vez al año.
Espera con ansiedad ganarlo a causa del subsidio abultado que este significa. Mucho capitalismo, propiedad privada, pero con ayuda del Estado, ahí también hay algo que reconocemos familiar en nuestro país, ¿verdad?
Y lo otro es la despedida de unas jóvenes becarias que han transitado por su empresa. En un acercamiento de cámara, el director nos hace participes de otro de los sesgos del buen patrón: su costumbre a mantener relaciones sexuales con alguna de esas estudiantes. Y cuando la cosa se pone complicada, como se muestra en la escena donde una de ellas le susurra que lo ama, él rápidamente se desentiende de la situación. En la insistencia de su juego de poder con las jóvenes se llevará una sorpresa con la nueva.
La caracterización de Bardem muestra de cabeza a pies al arquetipo de dueño de empresa que, a modo de señor feudal, hace y deshace a su antojo y conveniencia escudándose en el paternalismo.
Las frases “yo soy como un padre”, “ustedes son mis hijos”, “si a ustedes les va bien a mí me va bien” o “a veces toca tomar decisiones difíciles por el bien del conjunto” lo grafican.
De hechura sencilla, el director y guionista nos tiene acostumbrados a reflejar el mundo laboral y de los suburbios. Así lo descubrimos con Los lunes al sol en 2002, que retrata la vida de los despedidos de un astillero de Vigo, quienes luego de haber luchado por mantener sus puestos de trabajo los pierden y establecen una relación de amistad y compañerismo siendo muy distintos. O en Barrio, su primer trabajo, un dónde unos adolescentes atraviesan la incertidumbre de crecer en los márgenes de los privilegios.
Para Blanco es imprescindible que en su fábrica las cosas salgan de maravillas, sobre todo porque la inspección de la comisión que confirmará si es el ganador del premio puede aparecer en cualquier momento.
Sin embargo, con distintos tonos las adversidades se presentan. La principal es el boicot con escrache que un empleado recientemente despedido le hace instalándose frente a la fábrica. Es cierto que hay una mirada caricaturesca de la lucha que encara el empleado, ya que lo hace en absoluta soledad; aunque la persistencia del hombre hará que Blanco muestre cada vez más su costado corrupto y mafioso.
La figura de la mujer toma un carácter protagónico en la historia. Las hay incisivas, sumisas, desprendidas, libres. Aranoa se deja seducir por todos los ángulos que forman parte del colectivo femenino, sin embargo, las caracterizaciones más interesantes son de mujeres a las que no pudo someter.
Galardonada con seis premios Goya a mejor película, dirección, guión original, montaje, música y a mejor actor protagonista, el buen patrón es una comedia negra que no hay que perderse.
Para verla con las y los compañeros de trabajo, disponible en la plataforma alternativa Cuevana.