Hace unos años, en muchos barrios populares el 8 de Marzo pasaba bastante desapercibido: sólo un sector de las mujeres lo entendían como el día de lucha por nuestros derechos. De alguna manera, era naturalizar lo que hoy entendemos como patriarcado y sus consecuencias.
Era normal el color rosa para las nenas y el celeste para los varoncitos, nos enseñaban a jugar “a la mamá” y hasta las canciones mostraban ese contenido: nos decían con este sí, con esta no, con esta señorita me caso yo, que sepa coser, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar. O sea, hacer todo. La muñequita era nuestra hija y así nos fuimos criando, bien patriarcales sin saberlo.
Cada generación fue ganando derechos y con el tiempo dejamos de ser tan sumisas como lo éramos. Y empezamos a decir no, y las instituciones -y muchos varones- a no aceptarlo. Empezamos a vivir la violencia por querer dejar de ser un objeto y empezar a ser que decidía. Y este sistema capitalista y patriarcal por supuesto reaccionó, a veces con violencia, matándonos Y cuando vamos a denunciar y queremos protección, la policía nos agrede, nos subestima, encubre a los violentos y a veces es la propia asesina. Y el gobierno no da las respuestas que hacen falta. Y en esto también la justicia del sistema juega su rol de abandono ante las trabas y los tiempos, que para ellos es un expediente más y para nosotras nuestra vida.
Las mujeres de los barrios
En las barriadas populares, los asentamientos, las villas, las mujeres sufrimos un montón de problemas, desde la explotación del patrón o la inflación hasta el agotamiento de hacernos cargo de la casa y los hijos.
Otras, con el aumento de la miseria, fuimos perdiendo la posibilidad a través de los años de estudiar de tener un trabajo digno y, a medida que aumentaba la crisis y se agudizaba la desocupación, crecía la pobreza. Somos madres cada vez más jóvenes y se iba generando la familia de generaciones muy jóvenes y sin futuro.
Las iglesias, siendo una institución con mucho peso, actuaban y actúan sobre nuestras cabezas inculcándonos que está bien, que la familia es nuestro rol, que por el hecho de ser mujer habíamos nacido para procrear y cuidar de ellos, porque así es la sociedad. Tanto al interior de la Iglesia como dentro de la propia familia, fuimos descubriendo y denunciando los abusos. El sistema capitalista y su estructura patriarcal funcionan así.
La Iglesia y los curas en los barrios nos dicen que hacernos un aborto es pecado mortal, pero es parte de nuestra realidad por ser pobres. Y muchas moríamos por abortos clandestinos. O sea que la violencia machista, familiar, en el trabajo y el abandono del Estado también fue y es moneda corriente.
Pero pasaron cosas…
Las mujeres nos empezamos a movilizar, primero una vanguardia, pero luego creció y fue tan fuerte que llegó hasta el último barrio. Y empezamos a charlar, a hacer cursos, a interiorizarnos, a aprender. Sí, a aprender que mi cuerpo es mi decisión, qué fuerte frase, mi cuerpo, mi decisión. Abarca todo, y aprendimos a valorarnos, a decir qué quería y qué no, a decir que no es no y salir a la calle a luchar por aquellas mujeres que habían sido asesinadas, sin importar si la conocía: hoy fue ella, mañana puedo ser yo.
Salimos también a pelear por nuestros derechos económicos, por el aumento del monto de los planes sociales, por trabajo genuino para todes, por comida suficiente y de calidad para nuestros comedores y en apoyo a otras luchas obreras y populares. “El Teresa” y sus mujeres siempre ponemos el cuerpo donde lo tenemos que poner, donde hay una causa justa.
Por eso la realidad, que nos golpeó hasta con la pérdida de la vida, nos abrió los ojos de que la tenemos que cambiar de fondo. Por eso empezamos a entender que hay que luchar y movilizarse. Por eso desde los barrios las mujeres también nos vamos a movilizar el lunes 8 de Marzo por todos nuestros derechos, para gritar que el Estado y este gobierno son responsables en complicidad con todas estas instituciones del sistema capitalista y patriarcal.
Mónica Sulle, referente del MST Teresa Vive