Entrada la mañana del sábado 7 de Noviembre, luego de tres días de recuento de votos, Biden ha sido declarado ganador de las elecciones. En una elección muy ajustada en varios estados clave para la definición en el Colegio Electoral, el triunfo del candidato del Partido Demócrata se considera irreversible a partir del triunfo en el estado de Pennsylvania. Trump continúa con sus declaraciones sobre fraude y prepara acciones legales, pero ha perdido apoyo entre algunos aliados para continuar en este camino.
Más allá de cómo se desenvuelvan los acontecimientos en las próximas semanas, la transición hasta la votación del Colegio Electoral el 14 de diciembre, y la asunción presidencial el 20 de Enero, es importante realizar un primer análisis del resultado electoral y de las perspectivas políticas para lo que viene. Este artículo busca ser un primer aporte en este sentido.
El triunfo del Partido Demócrata
El Partido Demócrata logró capitalizar el rechazo a Trump. Esto lo condujo a obtener más de 74 millones de votos, unos 9 millones más de lo obtenido por Hillary Clinton en 2016, y a derrotar a Trump en el voto popular con una diferencia de alrededor de 4 millones de votos. Sin embargo, Biden no logró cosechar un triunfo contundente, y los resultados del Colegio Electoral dependieron de pequeñas diferencias a su favor en un puñado de estados clave. Al mismo tiempo, el Partido Republicano probablemente retendrá el control del Senado.
Luego del despliegue de unidad durante los últimos meses, en los que el sector “progresista” del partido se volcó con todas sus fuerzas a la campaña por Biden, el resultado electoral por detrás de las expectativas ha hecho resurgir las diferencias. El “centro” del partido ha salido rápidamente a decir que los planteos “radicales” del ala progresista alienaron a parte del electorado. De esta manera preparan el terreno para lo que vendrá bajo su gobierno.
Sería más preciso caracterizar lo sucedido como una derrota de Trump que un triunfo de Biden. Aun cuando esa derrota no haya sido contundente. No ha sido el entusiasmo generado por Biden el que ha logrado cosechar millones de votos más que en 2016. La histórica rebelión antiracista que movilizó a millones contribuyo considerablemente mas a motivar a las personas para derrotar a Trump que la campaña de Biden. Esto puede verse en estados como Georgia, donde los demócratas no ganaban desde 1992, y ahora parecen estar muy cerca de lograrlo. Este estado tuvo una participación juvenil por encima de la media nacional (21% de los votantes contra 17% de los votantes). Esta franja se volcó a favor de Biden, particularmente la juventud Negra de la cual el 90% votó a Biden. El 35% de los jóvenes Negros de Georgia identifcó al racismo como su principal preocupación a la hora de votar.
El futuro del “Trumpismo”
Los resultados electorales reflejan la polarización que ha sido uno de los elementos fundamentales del escenario político de Estados Unidos desde la crisis de 2008, y se ha acentuado durante la presidencia de Trump. Lejos de producirse una caída en la cantidad de votos de Trump, éste obtuvo alrededor de 7 millones de votos más que en 2016, pasando de casi 63 millones de votos a más de 70 millones. Con este resultado, está claro que el “trumpismo” seguirá siendo una fuerza política considerable.
Para analizar este fenómeno es importante tener en cuenta que su existencia responde a causas estructurales profundas. Trump fue el emergente por derecha de un escenario político modelado por la crisis del régimen de acumulación capitalista, su forma neoliberal, el estado imperialista y las formas de representación política que prevalecieron durante las últimas cuatro décadas. La crisis del 2008 expuso el agotamiento y la crisis del régimen bipartidista estadounidense. Un partido demócrata que fue vehículo de las reformas neoliberales, de los tratados de libre comercio internacional, perdió parte de su base electoral tradicional. La frustración de las esperanzas de cambio depositadas en Obama fue el golpe final.
Este proceso abrió la puerta para la emergencia de Trump. En 2016 desplazó a otros candidatos del establishment republicano, tanto “conservadores” como “moderados”. Durante su presidencia la crisis del Partido Republicano se ha mantenido. Una parte de los republicanos “tradicionales” ahora se alinearon detrás de Biden, mientras gran parte de los representantes electos republicanos se han disciplinado detrás de Trump bajo cálculos electorales. Parte de este partido esperaba que una derrota contundente de Trump abriría la puerta para que el establishment republicano “recupere” el partido. Sin embargo, con o sin Trump, el Partido Republicano parece consolidarse en la política del “trumpismo”.
El “Trumpismo”, más allá de cuan aberrante puede ser, no es una aberración sino un “síntoma mórbido” de una crisis más profunda. Continuará siendo una presencia estable y significativa en la política estadounidense hasta que las condiciones estructurales que le dieron origen sean transformadas radicalmente. Es en este sentido que hay que interpretar sus declaraciones sobre el fraude electoral. Más que lograr revertir el resultado, apuntan a consolidar su base social y darle continuidad.
Sin embargo, es importante descartar análisis unilaterales sobre la “derechización” del electorado. La realidad es más compleja y contradictoria, y esto ha tenido expresiones incluso en el terreno electoral. En el estado de Florida, por ejemplo, donde Trump obtuvo el 51% de los votos, también ganó con el 60% de los votos una iniciativa popular que lleva el salario mínimo a 15 dólares la hora. Una encuesta nacional realizada por la cadena conservadora Fox News, reveló que el 72% de los votantes están a favor de cambiar hacia un sistema de salud estatal (39% muy a favor y 33% algo a favor), que el 72% del electorado está a favor de camino hacia la ciudadanía para los inmigrantes ilegales frente a un 28% a favor de la deportación y que el 71% está a favor de sostener el fallo Roe vs. Wade que abrió las puertas para el aborto legal.
Perspectivas
Estados Unidos se enfrenta a una serie de crisis entrelazadas. El declive estructural de la hegemonía imperialista, la crisis del modelo de acumulación prevaleciente durante las últimas décadas, la crisis del régimen y los partidos políticos. Frente a este panorama los demócratas buscarán construir un gobierno de “unidad nacional”. Ya se han aproximado a figuras republicanas para integrar el gabinete de Biden. Durante toda su campaña Biden hizo eje en “unir a los americanos”. El programa de restauración imperialista, de recuperación de la economía capitalista y de la reconstrucción de la legitimidad del régimen político, enfrenta enormes obstáculos. Requiere por lo tanto, de la construcción de un gobierno de “unidad nacional”.
Ejecutar este programa no será una tarea sencilla. En primer lugar, porque venimos de una rebelión histórica que a su vez estuvo precedida por una década de radicalización con varios puntos álgidos. Esto significa que existen grandes reservas en el movimiento de masas para las peleas que vendrán. Biden no se enfrentará a un movimiento de masas derrotado y desmoralizado, sino a uno que viene de protagonizar una rebelión. Tampoco ha logrado despertar gran entusiasmo, en contraste con el triunfo de Obama 12 años atrás. Los festejos en las calles se deben más a la derrota de Trump que al triunfo de Biden. Segundo, porque la pandemia y crisis no están ni cerca de estar resueltas. Esto implica que los márgenes de maniobra del gobierno de Biden serán reducidos. Tercero, porque las condiciones que alimentan la polarización siguen intactas, por lo que la derecha seguirá siendo un actor político de la realidad y buscará obstaculizar al gobierno de Biden para postularse políticamente.
Debates en la izquierda
El proceso de radicalización de los últimos años ha dado origen a un crecimiento de la izquierda que se ha desarrollado junto con importantes debates en torno a cuestiones de táctica y estrategia. Llevados al terreno de la elección presidencial estos debates se expresaron en el hecho que una parte sustancial de la izquierda socialista llamó a votar por Biden. Los argumentos de este sector giraron esencialmente en torno a la excepcionalidad de Trump como amenaza para la democracia y la posibilidad de que éste diera algún tipo de golpe para sostenerse en el poder.
Sin embargo, como hemos visto en las últimas semanas, estos análisis descansaban sobre una evaluación equivocada sobre la orientación y dinámica estructural de la clase dominante y el estado imperialista. Ninguna fracción considerable del aparato militar ni de la burguesía apoyaba una salida de este tipo. Ni siquiera contaba con el apoyo de la totalidad del Partido Republicano. El jueves la Asociación Nacional Manufacturera expresó en un comunicado su fe en el proceso demócratico y en el recuento de votos y llamó a que todos los votos sean contados. La Cámara de Comercio también llamó a respetar el proceso electoral. Figuras importantes del Partido Republicano han desestimado las declaraciones de Trump. Incluso medios como el Wall Street Journal, y aún más, la cadena Fox, que han sido cercanos a Trump, han tenido una línea editorial enfocada en el respeto por el resultado electoral. Finalmente, a pesar de la existencia de acciones de grupos de derecha en algunos lugares de recuento de votos, no hemos visto una reacción masiva en las calles de la base de Trump.
Este debate resulta importante para la política de la izquierda frente a la presidencia de Biden. Los republicanos seguramente controlarán el Senado, y la derecha seguirá siendo una fuerza importante en las calles. Como ha sucedido otras veces en la historia, desde el Partido Demócrata se intentará disciplinar a los movimientos sociales dentro de los límites de la defensa del gobierno de Biden ante la “amenaza de la derecha”. Ante este escenario, la independencia política y de clase de la izquierda socialista es más importante que nunca. La tarea de construir una alternativa política socialista frente a los dos partidos del capital, que se delimite tanto de la derecha reaccionaria del trumpismo como del gobierno de Biden, es fundamental para la dinámica que vendrá.