Después del atentado. Las últimas semanas la escena nacional estuvo dominada por los debates y tensiones provocados por la agresión contra Cristina Kirchner. Mientras la derecha navega entre un repudio hipócrita y su propia necesidad de minimizar el hecho para no fortalecer la figura de CFK, el gobierno lo utiliza políticamente para apuntalar una gestión que venía a los tumbos, intentando sacar del centro del debate nacional el brutal ajuste que lleva adelante de la mano de Massa y que aumenta el malestar social en medio de una grave crisis económica y social. De igual manera, la combinación de los detalles de la investigación que seguirán apareciendo los próximos días y los alegatos de la defensa de la vicepresidenta y de la propia Cristina en la «causa vialidad», le permitirán a un Frente de Todos que estaba atravesado por múltiples tensiones internas continuar unificándose en la defensa de CFK.
Utilización política al servicio del ajuste. La respuesta política del gobierno frente al atentado se ordena en el llamado a la unidad nacional y la paz social. Así se expresó desde el primer momento en los discursos y declaraciones de los principales dirigentes del FdT, en el documento leído en la movilización del 2 de septiembre, en la misa de Luján, en los actos que el kirchnerismo convocó en distintas plazas porteñas y en las declaraciones de CFK en su reaparición en el senado junto a sectores de la iglesia la semana pasada.
Un llamado que no es nuevo. Ya desde la campaña electoral CFK proponía un pacto social poniendo como ejemplo el que llevó a cabo el peronismo en 1973 de la mano del entonces ministro de economía José Gelbard con la CGT y la CGE. Más cercano en el tiempo, por abril de este año, el todavía presidente de la cámara de diputados Sergio Massa planteaba la necesidad de implementar un Pacto de la Moncloa, haciendo referencia al acuerdo sellado en España luego de la muerte del dictador Franco para la transición democrática. Y desde hace unos meses, tanto Cristina como su alfil Wado De Pedro retomaron con insistencia ese discurso en distintas reuniones y actos con empresarios y dirigentes políticos de la oposición. En ese sentido fueron también las reuniones con Melconian y con el dirigente del PRO (y amigo personal de Macri) José Torello. El atentado profundizó ese camino.
Antecedentes y consecuencias. Lo que tienen en común estos pactos que se busca reeditar es que fueron suscriptos en momentos de graves crisis económicas y políticas con el fin de estabilizar la situación en términos capitalistas, comprometiendo en un plan de gobierno a los principales empresarios, la Iglesia y las direcciones reformistas y burocráticas del movimiento obrero para hacer recaer un brutal ajuste sobre las espaldas del pueblo trabajador. Las consecuencias en ambos casos fueron el aumento de las ganancias capitalistas por un lado y el deterioro de las condiciones de vida de los sectores populares por el otro. En España, por ejemplo, significó la pérdida de un 30 % del poder adquisitivo de los salarios, flexibilización laboral, recorte de derechos y una reforma política que consolidó la impunidad de los crímenes franquitas y la promulgación de la constitución monárquica y reaccionaria del 78. En Argentina, la eliminación de las paritarias y un acuerdo de precios y salarios que fue un mazazo al poder adquisitivo de los trabajadores y un aumento de las ganancias de la burguesía.
La crisis como telón de fondo. En la medida que los ecos del atentado comienzan a disiparse, la preocupación por la caída de los salarios y la escalada inflacionaria adquieren centralidad política y se transforman en una bomba de tiempo. Sobre esta situación de crisis social y económica, sumado al compromiso asumido con el FMI de profundizar el ajuste (ratificado en la reciente gira de Massa) se asienta el nuevo intento de pacto social. Busca contener las luchas de la clase trabajadora y los sectores populares y al mismo tiempo avanzar en la entrega de los bienes comunes para el saqueo de las corporaciones imperialistas profundizando el extractivismo depredatorio, tal es el significado del llamado de De Pedro a acordar con la oposición un modelo productivo y el de Cristina a un acuerdo económico.
La galería del terror. Los actores de esta pretendida unidad nacional pudieron observarse en las imágenes que recorrieron los medios de comunicación los últimos días. Massa y AF en EEUU con el FMI y los CEOs de las multinacionales reafirmando el acuerdo de coloniaje y tomando nueva deuda; Cristina con sectores de la Iglesia y la cúpula del FdT en Luján; empresarios como Funes de Rioja en el acto de Plaza de Mayo y la burocracia sindical en la embajada yankee con frases elogiosas hacia el embajador. Unidad para hacer pasar el ajuste.
¿La democracia en juego? El argumento central de las principales referencias del FdT y difundido por los medios afines al gobierno consiste en que estaría en peligro la democracia y por lo tanto su defensa sería la tarea principal. Un argumento fuera de la realidad, ya que no hay ningún sector que esté alentando un golpe de Estado: ni la embajada norteamericana (más que satisfecha con Massa y su plan), ni sectores militares, políticos o económicos. El rechazo de la derecha, por el momento, al llamado a la unidad nacional no expresa, como se intenta sostener, una política desestabilizadora, sino especulación electoral que intenta desgastar al gobierno en el camino al 2023 por un lado y evitar la fuga de votos por derecha por el otro. Al mismo tiempo, es el conjunto del régimen, incluido el propio gobierno, el que recorta libertades democráticas incrementando la persecución, criminalización y represión de la protesta social.
Cómo enfrentar a la derecha reaccionaria. Es cierto que existe una radicalización de sectores de la derecha como parte de un fenómeno de polarización política y social que recorre el mundo. En ese marco crecen grupos fascistoides, pero también las luchas y radicalización de sectores hacia la izquierda. La promovida unidad nacional intenta contener, sobre todo, la posibilidad de que más sectores se radicalicen hacia la izquierda, pero de esa manera logran fortalecer a la derecha que dicen combatir. El fascismo es promovido por el capital financiero y concentrado, que precisa para aumentar la superexplotación liquidar cualquier tipo de resistencia obrera y popular. Los discursos de extrema derecha que alientan a esos grupos, buscan hacer pie en sectores desesperados por la situación social apuntando a los sectores oprimidos (trabajadores en lucha, piqueteros, colectivos feministas, inmigrantes) como responsables de la miseria. Al mismo tiempo se muestran (hipócritamente) rebeldes para capitalizar el asqueo con una casta política que no soluciona nada y vive en una burbuja de privilegios inauditos. No es posible derrotar a estos sectores con concesiones a la derecha ni al poder económico (verdaderos responsables de la miseria) sino impulsando la movilización contra los privilegios económicos y políticos de esos sectores. La limitación del Frente de Todos para impulsar esa pelea radica en que es parte de la defensa de este orden social y de la casta política que lo sostiene. Y que está aplicando en buena parte la agenda económica que la derecha postula.
La unidad que hace falta es otra. Lo que omiten conscientemente el FdT y sus voceros es que en esta sociedad de clases, la conciliación entre explotadores y explotados solo puede beneficiar a los primeros, sobre todo en el marco de una crisis económica mundial como la que vivimos, donde no hay espacio para concesiones al movimiento de masas sin afectar los intereses capitalistas. Por el contrario, la burguesía exige mayores niveles de explotación. La unidad que hay que construir es la de los trabajadores y sectores populares para enfrentar los planes del gobierno y el FMI en primer lugar, y como tarea más estratégica para forjar una herramienta política que luche por un gobierno de la clase trabajadora que termine con este sistema de explotación, opresión y violencia.