La renuncia de Cristina Fernández de Kirchner. Más de tres veces la vicepresidenta dejó en claro que no va a ser candidata. La “proscripción” que se autoimpone, más allá de los roces concretos que mantiene con la Corte Suprema, fue el principal argumento que esgrimió para dar un paso al costado. Que los números no le cierren para su victoria, como a Mauricio Macri, fue la puntada final de su decisión. Lo que la mayoría esperaba no ocurrió. En su último acto el pasado 25 de mayo por los 20 años de asunción de Néstor Kirchner a la presidencia, nadie fue ungido como su militancia lo esperaba. Si en aquella etapa Alberto fue bendecido por la armadora del peronismo para ser el candidato a ocupar el sillón de Rivadavia, este presente se queda huérfano de alguna maniobra de iguales características. Lo que quedó en claro aquella tarde es que la vicepresidenta se encuentra preocupada por despegarse de los resultados sociales y económicos de su experimento: el Frente de Todos. Por si acaso, la crisis económica es otro de los elementos de su declinación.
Nombres en danza. Cuando CFK declaró que esperaba que aparezcan los “hijos de la generación diezmada”, todos los focos se posaron sobre Eduardo “Wado” de Pedro. El ministro del Interior que en el último tiempo se ha paseado con gobernadores e intendentes, con lo más concentrado del círculo rojo como Jorge Rendo (presidente del Grupo Clarín), y personajes de la burocracia sindical como Luis Barrionuevo, ya se lanzó en la carrera con afiches y algunos spots. Su traba, como dicen desde su propia fuerza, es el desconocimiento de su figura. Por tal motivo se activa y no se descarta la posibilidad de Axel Kicillof como candidato a la presidencia. Rosca que ha generado cruces no menores con Máximo Kirchner, ya que el gobernador no quiere ser la cara de ninguna derrota. El triángulo de posibles candidatos lo cierra Sergio Massa, socio del kirchnerismo en el ajuste actual y amigo de la Casa Blanca y el Fondo, que para la fuerza que integra sólo tiene la marca negativa de una inflación desbocada que superará el 100% en 2023. No hay que descartar que, en caso de darse internas, Daniel Scioli y Agustín Rossi serían los representantes del diluido “albertismo”.
Un leitmotiv: al Fondo se le paga. La unidad del peronismo, por estos tiempos, reside en una única causa común. Las diferentes tribus no reniegan de pagar la deuda macrista con el FMI, más allá de que la Auditoría General de la Nación (AGN) haya confirmado irregularidades. Por más que CFK haya dicho que hay que cambiar el programa acordado con el Fondo -el mismo que los legisladores de su fuerza aprobaron en el Congreso-, en la actualidad Massa cumple con ese eje de ajuste, apoyado de todas las facciones del Frente de Todos. Ser pagadores seriales, como le gusta decir a la vicepresidenta, se encuentra en la genética de esta fuerza. Una acción de gobierno que, como se sabe, va a contramano de poder reducir el 40% de pobreza general, el 60% de pobreza infantil, reindustrializar el país y poder recuperar soberanía.
¿Alcanza con el mal menor para enfrentar a la derecha? En el acto del 25 de mayo Cristina supo decir que el gobierno de Alberto fue: “infinitamente mejor que el que hubiera sido otro de Mauricio Macri”. También Juan Grabois, luego de haber ido contra Sergio Massa por vendepatria, una caracterización acertada, confirmó que bajaría su candidatura si el ministro de Economía secunda a Wado en una fórmula que encabece este último. Lo cierto es que la experiencia presente, como un nuevo Frankenstein al estilo del que propone el dirigente del MTE y Patria Grande, ha sido la tierra fértil para que crezcan las posibilidades de ser gobierno de diferentes variantes de derecha: Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y Javier Milei. Hay una conclusión clave, no se puede enfrentar a la derecha gobernando con su propio programa, menos aún llamándola a un gobierno de “unidad”, integrándola para hacer fuerza común para hacer pasar el ajuste.
El FIT-Unidad, una opción a favor de las necesidades trabajadoras y populares. Para terminar con la lógica de que la crisis la paguen los trabajadores y sectores populares hay que tomar medidas diferentes. Gobernar con otro programa, uno que rompa con el FMI y ponga como urgencia recomponer los salarios y no seguir permitiendo que los grandes empresarios sean los que se hagan de ganancias exorbitantes. Uno que termine con la inflación y, también, custodie nuestros bienes comunes contra el saqueo que impone el Fondo y cualquier imperialismo que arriba al país. Desde esta óptica, sólo el FIT-Unidad tiene un programa para tales tareas. Con el MST, a sabiendas de tal conquista, el programa referido, también insistimos en que es necesario dar un salto en esta herramienta política. Por eso, en la última presentación de las candidaturas comunes con el PO llamamos a un gran plenario de la izquierda para debatir y resolver la política y cómo preparar a la izquierda para el país que viene. Invitamos a todos aquellos que quieran dar las peleas que se vienen, a venir, debatir, decidir y fortalecer tal alternativa para que la crisis la dejemos de pagar los de abajo.