La renuncia de Guzmán produjo un salto significativo en la crisis económica y agravó la crisis política. Se potenciaron indicadores y tendencias negativas, remarcaciones sin freno, expectativas inflacionarias, riesgo país, brecha cambiaria y la caída de acciones. La asunción de Batakis amortiguó el peor momento, pero no soluciona los problemas estruturales. La reunión con el FMI, el triunvirato y los tibios anuncios, buscan “tranquilizar los mercados” y dar la certeza que se seguirá pagando y cumpliendo el plan del FMI. Nada para el pueblo trabajador que no tendrá salida dentro de los márgenes de esta economía capitalista que los de arriba y sus coaliciones reivindican.
Las medidas de urgencia que presentó Batakis, solo ratificaron el rumbo pro FMI. Pero en el gobierno saben que mínimamente tendrán que presentar un plan económico (y una matriz política, claro está), que conforme a la burguesía, una tarea más que difícil para un gobierno débil, con fracturas y una ministra que no termina de generar confianza y que tiene por delante, como todo el gobierno, frenar un proceso de reclamos que se está incrementando.
La economía a los tumbos
Desde el cierre del acuerdo con el FMI, el gobierno trató siempre de imponer la idea de que la economía macro estaba mejor de lo que el pueblo trabajador percibe en sus bolsillos. Así se centró en afirmar que habíamos crecido más del 10%, alcanzando o superando los niveles pre pandemia, que la cosecha récord y los precios disparados de los comodities a nivel mundial traerían divisas frescas. También que la producción de gas y petróleo, mediante Vaca Muerta, en un futuro invertiría la ecuación energética, una fuente de pérdida de divisas que parece inagotable. Sin embargo, pocos adherían a esta visión oficial y todos sufríamos los reales y actuales problemas de la crisis económica.
De los muchos problemas, la inflación es de los principales. Con cifras que ya se proyectaban en el 60-70 y hasta el 80% interanual y un aumento mensual que no baja del 5%, golpea tremendamente en el bolsillo de los trabajadores y el pueblo, siendo origen de la bronca y los reclamos crecientes en calles y paritarias, sumando combustible a la inestabilidad y debilidad de un alicaído Alberto Fernández.
El otro problema crucial es la falta de reservas en dólares y los compromisos con el FMI, que vienen cayendo desde la propia asunción del FdT, pero que hoy ya estarían en un punto crítico, en donde, según la consultora Quantum presentarían un salto negativo de más de U$S 1.300 millones, que sólo se disfrazan de positivo echando mano al encaje bancario de los depósitos en dólares que realiza el Banco Central. Esta situación es de extrema vulnerabilidad, no sólo por los pagos de deuda con el FMI que nos impone el acuerdo, sino porque queda muy débil frente a presiones y maniobras especulativas, que de hecho llevaron a un aumento de la brecha cambiaria oficial/blue en el último mes y que objetivamente presionan para una devaluación del peso. Más allá que se desmienta, por supuesto.
Todos estos elementos, inflación, debilidad política, déficit comercial y falta de reservas, ya eran aún antes de la renuncia un coctel explosivo que llevó a que el riesgo país superara los 2.000 puntos, que complica entre otras cosas la posibilidad de créditos en el exterior.
La falta de divisas llevó también a aumentar las medidas de cepo al dólar que ya existían, así se fueron poniendo trabas a la importación de mercancías e insumos industriales, lo que gatilló la bronca del sector industrial. Sin dólares el problema de la escasez de gas oil se prolonga en el tiempo y crece la bronca en el campo y los camioneros. Estas dos situaciones, entre otras, son un claro límite al propio crecimiento económico que pretendían mostrar. Incluso algunos economistas ya señalaban que el crecimiento se había detenido en los dos meses previos a la salida de Guzmán.
La inflación y el ajuste condicionado por el FMI produjeron una profundización en la pobreza y la indigencia que ningún discurso sobre la macroeconomía podía ocultar. La falta de poder de control sobre la voracidad empresaria, por debilidad propia, sólo empeoraba las cosas y mes a mes las remarcaciones de precios, buscando salvar la ganancia o cubrirse de una posible devaluación, fueron llevando a que las predicciones pasaran de un 80% a 100%, panorama que parecía no tener salida.
Consecuencias de la crisis
En primer lugar, el impacto financiero fue el mayor. El dólar blue y el resto de los dólares financieros pegaron un salto ubicándose en torno a los $ 270 y hasta los $ 300. El Banco Central tuvo que intervenir y se estima que vendió más de U$S 558 millones en lo que va de julio, revirtiendo una tendencia positiva que primó durante los meses previos. Debieron aumentar las tasas de interés para que los vencimientos en pesos de letras y bonos de deuda no se pasaran todos al dólar, peligro que aún hoy subsiste, lo que potenciaría aún más la disparada del blue y los paralelos.
Otro efecto inmediato provocado por la renuncia, fue la desmedida remarcación de precios que, a la ya alta de 6-7% mensual, sumó otro 10-20% o más, sumados al desabastecimiento de mercancías. Esto multiplica las expectativas inflacionarias y la inflación misma que, de no frenarla, podría trepar incluso a más del 100% anual.
Demostrando que la especulación capitalista tiene un rol crucial en este flagelo, opuesto a lo que plantea la derecha liberal sosteniendo que sólo se debe a la emisión monetaria. Hoy no se animan a culpar a los salarios, ante su evidente depreciación.
Estos dos primeros factores que mencionamos, se trasladan rápidamente al plano de la economía real que sufrimos todos, especialmente los sectores asalariados, jubilados y desocupados, donde el salto en la pérdida del valor adquisitivo del salario y los niveles de pobreza sumerge a millones en la miseria. Y si encima estas movidas terminan forzando una devaluación del peso frente al dólar oficial, todo este panorama podría empeorar aún más, con mayor inflación y el riesgo de una nueva hiperinflación, que existe por más que se empeñen en negarlo.
Batakis: más de lo mismo
El lunes 9 Batakis salió a anunciar su propio plan, que de nuevo nada tiene. En realidad, es una reafirmación, seguirán con el ajuste, encabezado por el firme propósito de seguir garantizando tanto el pago de la deuda al FMI y sus metas, continuando con el ajuste, recorte de presupuestos, congelamiento de nombramientos de personal del Estado y a través del aumento de tarifas, tratar de disminuir el déficit como pide el Fondo. Eso sí, a los grandes capitalistas asegurarle tasas de interés por encima de la inflación, en bonos, plazos fijos y otras tenencias.
El plan de Batakis, con ser una clara continuidad del de Guzmán, muestra los límites estrechos de la economía capitalista, que no encuentra manera de estabilizarse si no es por medio de más y más ajuste. Sólo un plan económico opuesto por el vértice, al servicio de las mayorías trabajadoras y populares, puede sacarnos de la crisis, como proponemos desde el MST en el FIT-Unidad.