Este domingo 18 de octubre se conmemora en Argentina el “día de la madre”. Con estas líneas queremos dejar algunas reflexiones sobre la fecha en particular, pero esencialmente sobre nuestra visión de la maternidad como madres y militantes feministas socialistas.
Un poco de historia
El “día de la madre”también conocido como el “día de la familia” es una festividad que se celebra en la mayor parte de los países de nuestro planeta. Históricamente en la antigua Grecia se remonta a una rendición de honores a “Rea” la madre de los dioses Zeus, Poseidon y Hades. Posteriormente con la hegemonía del Cristianismo empezó a vincularse a la Virgen María, madre de Jesús. Existen países donde aún hoy realizan la celebración el 8 de diciembre, como en Panamá, y en España durante muchos años. En Rusia y otras naciones que formaron parte de la Unión Soviética, se coordinó el Día de la Madre con el Día Internacional de la Mujer trabajadora, el 8 de marzo.
En Argentina, como sabemos, se festeja el tercer domingo de octubre, por una tradición vieja de la Iglesia Católica que celebraba el 11 de octubre la maternidad de la Virgen María y se “homenajeaba” a las madres el domingo anterior o posterior.
¿Cuál es el significado del día de la madre hoy?
Nos parece importante poner en crisis el concepto y por ende los roles y estereotipos que nos destinan a las madres a través de este día. Si bien nos quieren hacer creer que el rol de las mujeres madres siempre existió y por lo tanto es inamovible, estático e incluso parte de la naturaleza y biología propia de las hembras, no es más que una de las múltiples mentiras y falsas conciencias que nos inculcaron.
Pues bien, las tareas de cuidado y reproducción de la fuerza de trabajo que tan feminizadas están se remontan al origen del patriarcado y no al de la humanidad. Si analizamos el desarrollo histórico de la humanidad vemos inclusive que “la familia” en términos hegemónicos, (mamá, papá, hijos) no existió siempre. Antes de las sociedades esclavistas mujeres y varones vivían en comunidades “nómadas”, compartían labores y no había “división sexual del trabajo”. Respecto al cuidado de lxs niñxs, la comunidad asumía la crianza. [1]
En ese estado de situación llegamos al día de hoy, donde en pleno siglo XXI se siguen manteniendo y defendiendo -con algunos matices- la idea de la familia hegemónica tal como la describíamos anteriormente, como institución que garantiza la doble opresión que sufrimos las mujeres y disidencias.
El “día de la madre” no es más que un reflejo de esta realidad, cuando a la vista de todxs se ofrecen productos “para regalarle a mamá” que no son más que electrodomésticos, artículos de cocina, productos de “belleza”, que buscan no solo el consumo desmesurado sino también continuar con la opresión, la dominación y la reafirmación de estereotipos que nos recuerden a las mujeres madres cuál es nuestro lugar en el mundo y nuestro rol fijo en las tareas de cuidado.
Deconstruyendo la maternidad
Tanto en nuestro rol de madres, como en el de militantes feministas socialistas es que buscamos deconstruir y desmontar el concepto de maternidad que reproduce la sociedad patriarcal y su aliado inseparable: el capitalismo.
En este camino, hay cuestiones relativas a derechos tan reales e inmediatos, que no podemos dejar de mencionar. El primer lugar -sin lugar a dudas- se lo lleva el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. La maternidad debe ser fruto del deseo y no de una imposición por mandato social o legal (en Argentina el aborto sigue siendo ilegal y clandestino). No hay forma de concebir la obligatoriedad de gestar, parir y criar como otra cosa que no sea tortura.
Por portar vulva padecemos desigualdades que se desprenden de la profunda opresión patriarcal y capitalista, como lo es el acceso a trabajos más precarios, menores salarios por igual trabajo, la dificultad de acceder a cargos de renombre y jerárquicos, y la consecuente feminización de la pobreza; el flagelo sistemático de la violencia de género en todos sus ámbitos, la discriminación, la misoginia, y tantos otros etc. Tener hijos suma unas cuantas más.
Laboralmente, nos cuesta más conseguir trabajos estables y que se adecuen al cuidado de nuestrxs hijxs: el Estado no garantiza la escolarización desde los 45 días, es casi imposible conseguir un jardín estatal donde poder dejar al cuidado de nuestrxs peques. Si ya tenemos trabajo, se nos deja atrás por las limitaciones propias que impone el sistema cuando se trata de cuidar/criar a alguien más, contamos con licencias totalmente insuficientes, no existen las guarderías, lactarios, ni espacios que visibilicen a les trabajadores que maternan. En relación a la formación académica, de cualquier nivel -primaria, secundaria o universitaria- se nos impide asistir con nuestrxs hijxs y/o no se nos brindan opciones de guarderías dentro de los propios espacios de estudio. Esta segregación se da inclusive en el aspecto social con la condena que implica la salida por diversión y ocio de una madre, -a lo que ya hasta le otorgaron una denominación peyorativa “mamá luchona”-. No podemos salir sin que se nos cuestione, sin que se nos interrogue sobre dónde dejamos a nuestres hijes, como si el hecho de ser madres nos inhibiera de la posibilidad de poder elegir ser algo más que eso: los mandatos culturales hegemónicos del mito mujer-madre, nos dedibujan para que sólo existamos en tanto somos madres. Claro que, siguiendo la línea de la desigualdad, jamás se cuestiona la actividad de un progenitor varón cis hétero con hijxs.
Si bien nos es imposible desarrollar pormenorizadamente esta cuestión tan compleja en estas breves líneas, entre otras cosas porque el origen del patriarcado no tiene una sola arista, sin dudas la consolidación de la propiedad privada de los medios de producción fue uno de los ejes determinantes, y por consiguiente, para las sucesivas sociedades de explotación y apropiación, resultó indispensable el Estado y sus instituciones, incluida la familia con sus roles bien diferenciados.
Consecuentemente con ese mito mujer-madre, se nos dice que la maternidad debe ser full time, madres dedicadas, 100% amorosas y perfectas. Como si fuéramos máquinas: debemos parir felices, debemos recuperar nuestro cuerpo para “respetar” su parámetro hegemónico de belleza, debemos seguir siendo mujeres para consumo del machismo patriarcal, y al mismo tiempo, debemos ser madres abnegadas que estén siempre disponibles, y además, se ocupen de las tareas domésticas.
Pero si sucede que deseamos y elegimos dedicarnos al cuidado de nuestrxs peques, se nos trata despectivamente, y no se valora esa decisión como lo que realmente es : un trabajo.
Por otro lado, bajo la lógica del sistema que empobrece a la clase trabajadora, se nos fuerza a salir a trabajar como si no fuéramos madres, con trabajos más precarios, peores condiciones de contratación, y peores salarios.
Ya dijimos, claro, que de igual manera se nos juzga si encontramos goce en espacios de trabajo o de estudio: somos las abandónicas y las malas madres, que desean algo por fuera del rol maternal.
En definitiva, claro está, el problema siempre es la decisión de las mujeres.
Por eso, entendemos que la mejor manera de festejar las maternidades, más allá de los saludos afectuosos y bien intencionados, es dando la pelea para derrotar de una buena vez este sistema de roles, estereotipos, explotación y doble opresión, en la pelea integral hasta que el capitalismo y el patriarcado caigan juntos.
Para que las maternidades nunca más sean impuestas, para que respondan al deseo y no a la obligatoriedad, y para que las que elegimos maternar podamos hacerlo con acompañamiento, contención, y en igualdad.
Sofia Martinez y Catalina Coles
[1] El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Engels, 1884.-