sábado, 23 noviembre 2024 - 07:02

Derecho de Nacimiento. Un viaje del pasado al genocidio de hoy

El libro de Camila Baron “Derecho de Nacimiento. Crónicas de Israel y Palestina” invita a discutir uno de los programas sistemáticos del Estado de Israel en su búsqueda de fortalecer el discurso de odio hacia el pueblo palestino en el medio de una escalada belica.

“Judía vergonzante”. Así definieron a Hannah Arendt luego de cuestionar a los tribunales israelíes en su libro “Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal” de 1963. La filósofa alemana de origen judío cubrió el juicio al criminal nazi para la revista The New Yorker y describió el desarrollo de las sesiones desde un punto de vista crítico. Algunas personas nunca se lo perdonaron.
 
Camila Baron sintió que esas palabras sobre Arendt la intervenían constantemente durante su viaje a Israel. La periodista y economista fue parte de un programa llamado BRIA (Birthright Israel Argentina) en 2016. Algo así como “Derecho de nacimiento Israel”. En el mismo, jóvenes judíos tienen la posibilidad de conocer el país. Eso significa recorrerlo en su extensión, ir a los lugares más significativos de su historia y participar de diferentes actividades de adoctrinamiento. Lo hizo a sus 27 años cuando se recomienda para personas de 18 a 26. Casi diez años después, se animó a publicar las crónicas de esa experiencia. Los últimos acontecimientos en Medio Oriente hacen que hoy recobren sentido.

Madrijim. La traducción es “quienes muestran el camino”. El rol, ser una especie de guía de viaje. Ana es la primera persona en la que la autora posa atención. Llegó desde Brasil a los 17 años. Lleva la mitad de su vida en Israel. En su ciudad natal, le hubiese sido imposible estudiar en la Universidad. La situación de pobreza en la que estaba sumergida su familia la hubiera obligado a aceptar el primer trabajo que encontrara. No le quedó otra que emigrar. Al año ya estaba haciendo el servicio militar obligatorio. Tuvo que cambiar el andar relajada en su ciudad brasilera por el andar armada en una base militar.

Bitajón. Esta palabra significa “confianza”. En este caso, es la manera de llamar al encargado de seguridad de su viaje. Se llama Gabriel y es argentino. Cuenta sobre su vida mientras está sentado en la culata de su arma. Su película preferida es “Rambo”; su color, el gris; le gusta el helado de vainilla y no tiene mascotas. Habla español como un extranjero. Tenía nueve años cuando su familia se quedó sin trabajo y decidió emigrar. Fue combatiente en Gaza. Cuando le preguntan si le disparó a alguien, responde: “No maté personas, maté animales”.

Experto en geopolítica. La presentación se la hacen a un uruguayo de rastas rubias. Su nombre es Gonzalo, tiene menos de 40 años y hace 30 que vive allí. Fue paracaidista, combatiente y aún es reservista del ejército. Desenrolla un mapa y les explica a los participantes del programa que el terrorismo se está expandiendo. Cuenta la historia del surgimiento del Estado de Israel y justifica las masacres que perpetraron. No se espera que algunos del grupo discutan su discurso. “¿Son judíos ustedes?”, se queja.

Camila Baron escucha todas estas historias y cuestiona. No solo a las personas que las cuentan sino también a ella misma. Aún más cuando su trayecto la acerca a Palestina. “Podría haber escuelas compartidas y que los nenes se escuchen entre sí para enseñarse sus idiomas”, imagina. Mientras, participa de un programa que funciona como acto de propaganda de un país que busca destruir a otros.
A lo lejos, aquella idea de los Kibutz que fueron fundamentales en la concepción del Estado de Israel. Esa idea comunitaria de compartir los medios de producción y las riquezas. También su abuela Raquel a quien le dedica el libro. La que alguna vez le contó la historia de una tía que gritaba cada vez que se duchaba porque recordaba cuando la manguereaban con agua fría en los campos de concentración.

En los cementerios judíos no se dejan flores, que marchitan y mueren, sino piedras, para simbolizar la permanencia de la memoria y el legado. Esa metáfora se le hace carne. Le pesa todo el tiempo y lo suelta en las crónicas. Como cuando va al Museo del Holocausto en Jerusalén y siente que las paredes se le caen encima. Se pregunta por los otros muertos, por “los enfermos crónicos, negros, gitanos, homosexuales y comunistas” que faltan contar. También por los palestinos que a pocos kilómetros están sufriendo un genocidio. Quiere escaparse y cruzar al otro lado.

La filósofa Silvina Ravinovich escribe en el prólogo que este programa “Derecho de nacimiento” es una invitación a ser parte activa en “la limpieza étnica de Palestina”. También que se ofrece como un “regalo envenenado”. En el caso de Camila Baron, ese veneno funcionó para sanar y encontrarle un nuevo sentido a su propia historia. Una que se puede escribir.

El libro fue editado por Rara Avis y cuenta con fotografías de Ariel Feldman. Además cada crónica es acompañada por frases, reflexiones y poesías. Una de ellas es “Fobia” del poeta palestino Najwan Darwish que en el final dice: “Me expulsarán de la existencia porque tengo debilidad por la nada. Me expulsarán de la nada por mis dudosos lazos hacia la existencia. Me expulsarán a la vez de la existencia y de la nada porque nací para existir. Me expulsarán”.

Jorge Sebastián Comadina

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