Arde Colombia, desde hace días la juventud, las y los trabajadores y el pueblo han puesto al país en la tónica que el continente y el mundo expresaba pre pandemia, allá por octubre del 2019. La respuesta del gobierno: balas y más balas para frenar un movimiento tonificado por la victoria de tirar la reforma tributaria, pero que va por más.
Al otro lado del océano Atlántico, luego de una paliza electoral (desde el punto de vista de una fuerza que renunció a todo para sacar votos) Pablo Iglesias anunció su renuncia a “la política institucional”. El líder de “Unidas Podemos” luego de ser diputado, vicepresidente y ministro sin provocar mayores cortocircuitos en el régimen español, se retira con falsa modestia y más escándalo que auto crítica. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Mucho.
La situación se calienta, las direcciones buscan contenerla
Si no fuera por los característicos colores de las banderas, los uniformes de los represores o las fechas del calendario, las imágenes de Colombia tranquilamente podrían ser las de Chile, Ecuador, Bolivia o el Líbano. Masivas movilizaciones, barricadas, violentos enfrentamientos con las fuerzas represivas, asesinatos y mutilaciones por parte de estas. Lograron victorias parciales frente a los planes de ajustes de los gobiernos e impusieron durante días elementos de doble poder no institucionalizado, desorganizado, espontáneo. La pandemia, en gran medida, colaboró con la contención de esos procesos, pero al mismo tiempo socavó aún más los pilares del imperialismo capitalista profundizando la crisis económica y generando una tormenta que un año y meses después no se cierra y sigue acumulando inestabilidad. Colombia es un nuevo estallido en el marco de esta tormenta, una muestra de lo que vendrá, un recuerdo de lo que pasó algunos meses atrás. Es por eso que su lucha genera simpatía y adhesión en todo el continente, es por eso que el mundo mira hacia el caribe.
Por supuesto que poniendo la lupa en cada proceso podrán encontrarse diferencias, particularidades, pero no hay dudas de que responden a una tendencia internacional. Los pueblos estallan contra las políticas de ajuste, contra el hambre y la miseria y también, aunque no se trate del eje de los reclamos, contra la configuración cada vez más autoritaria de los regímenes, que conforme se deterioran frente al movimiento de masas profundizan sus rasgos violentos.
Pero hay una característica particular que se repite y que responde al interés de estas líneas, el papel de las direcciones que surgieron como “alternativa” luego del estallido de la crisis económica global desatada en 2008, que progresivamente apostaron a los canales institucionales y que en la mayor parte de los procesos actúan hoy como elementos de contención de la movilización y salvadores de los regímenes que cuestionaban en sus orígenes. Vamos llegando, de a poco, a Pablo Iglesias.
Transformadores 2.0
Las movilizaciones de la juventud, provocadas por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la emergencia de la crisis económica global encontró a su cabeza a un puñado de direcciones profundamente desestructuradas del movimiento obrero y popular. Se hicieron rápidamente colectoras de grandes masas de votos y creyeron que, por ahí, por el camino de las urnas vendría la transformación. Formaciones como Podemos, entre otras, dispusieron de todo su empeño entonces en construir referencias electorales y entrar con toda la fuerza en el juego de la democracia burguesa. Se alejaron de aquello que los había catapultado al centro de la escena, se dedicaron a explicar que la “democracia” lo era todo. Funcionaron como un transformador, pero un transformador eléctrico, recibiendo la energía del movimiento de masas y convirtiéndola a un voltaje tolerado por el régimen. Así, anularon la base de su fuerza.
Lejos de reflexionar sobre esto, frente a esta nueva oleada, mucho más brutal y decidida de luchas del movimiento de masas, donde los estallidos reflejan un nivel muy superior de necesidades y rabia que en los primeros momentos de la crisis. Directamente se muestran completamente asimiladas a la podrida superestructura burguesa. Esta nueva oleada encuentra al Frente Amplio chileno pactando con la derecha la continuidad del gobierno, encuentra a Podemos con el PSOE al frente del Estado español, encuentra a los “progresismos latinoamericanos” donde podemos incluir a Petro y demás variantes en Colombia, colaborando con la gestión de la pandemia desde el punto de vista capitalista. La renuncia de Pablo Iglesias hace apenas unas horas, es la certificación de este papel, la certificación trágica de aquellos que, en el momento donde las tensiones se acumulan para volver a explotar, se retiran de la arena política haciendo berrinches, volviendo la espalda a quienes hacen política jugándose la vida como en este momento hace el pueblo colombiano.
Estos nostálgicos de Kaustky, se han dedicado a reeditar viejas recetas fracasadas pintandolas de modernidad al tiempo que se burlaban de los “dogmáticos” defensores de la vigencia de la lucha de clases. Bueno, la realidad los abofetea nuevamente en plena cara, en su cara más prolija y “exitosa”.
Administrar o demoler piedra por piedra la vieja institucionalidad
Frente a esta pregunta, Pablo Iglesias y sus variantes alrededor del globo, optaron por la primera opción y a partir de ello se fueron incorporando en mayor o menor medida a las estructuras estatales que solían cuestionar. Quienes optamos, como lo hacemos desde la Liga Internacional Socialista, por la segunda formulación, vemos con entusiasmo la irrupción cada vez más decidida del movimiento de masas, de la juventud y los pueblos en la escena política, pero es cierto también que no hemos logrado transformarnos en fuerzas gravitantes, en la expresión política de este nuevo momento de la situación internacional, pero por allí va el desafío. Para lograrlo, no renunciar es una condición. Armarnos de paciencia y voluntad para seguir intentando, estudiando a fondo la realidad y respondiendo en la medida de esta para transformarla, ya que, como lo dijo Marx y sigue vigente, de lo que se trata es de transformar el mundo y los pueblos no renuncian a intentarlo.
Martín Carcione