Desde 1973 todos los 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Como ellos mismos señalan en su sitio web, “en los últimos 50 años, la celebración ha llegado a convertirse en una de las plataformas mundiales con mayor alcance en favor de las causas ambientales”, y “decenas de millones de personas se han sumado a participar de manera virtual y presencial en actividades, eventos y todo tipo de iniciativas alrededor del mundo.” Cada año la consigna varía. En 2021 fue por “medidas mundiales para revivir nuestros ecosistemas degradados”, en 2022 con el lema Una Sola Tierra se centró “en la necesidad de recuperar el equilibrio entre las personas y la naturaleza”, en 2023 en las soluciones a la contaminación por plásticos y este año será en “Generación Restauración” donde llaman a “hacer crecer los bosques, revitalizar las fuentes de agua y restaurar los suelos”. Este año en Argentina hay organizadas al menos setenta actividades, entre conversatorios y charlas presenciales y virtuales hasta talleres o acciones de limpieza de basurales y playas.
Además de la PNUMA hay otras instancias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que intervienen haciendo alusión al día del ambiente, como es el caso de la Agenda 2030 del Acuerdo de Paris de la COP15 y lo mismo hacen organismos financieros como el Banco Mundial e incluso el FMI y los grandes capitalistas que negocian en el foro de Davos. Todos son ambientalistas a su manera, pero sus intereses apuntan a acciones de maquillaje verde, hacer negocios con la financiarización de la naturaleza y una transición energética controlada por los bancos y las transnacionales extractivistas, saqueadoras y depredadoras.
No son de ninguna manera un freno de emergencia ante el colapso del planeta al que estos mismos sectores nos están llevando. Desde el MST y la Red Ecosocialista decimos hace años que no hay planeta B. El día del ambiente es uno más en la lucha por cambiar de raíz el sistema, también podemos aprovechar para sacar algunas conclusiones de los datos elaborados en el propio centro del sistema.
Huella ecológica: 1,7 ambientes
Veamos qué datos nos aportan desde la Global Footprint Network, una ONG fundada en 2003 por investigadores y expertos de la Universidad de Columbia y con sede en Estados Unidos y Suiza, países que no se destacan por sus políticas socialistas y revolucionarias. La Global Footprint Network desarrolló una herramienta de apoyo a la toma de decisiones en políticas ambientales basada en una ecuación. Los datos que usan para esos cálculos provienen de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y otras bases de datos de la ONU, la Agencia Internacional de Energía (AIE) y otras fuentes globales y nacionales. Las dimensiones que se toman en cuenta son la superficie para cultivos y ganadería perdida por urbanización, las infraestructuras o centros de trabajo, la necesaria para proporcionar alimento vegetal y las pasturas para alimentar al ganado, la superficie marina necesaria para la pesca y la superficie de bosque necesaria para absorber el CO2.
En estas ecuaciones entran, por un lado, el volumen disponible a inicios de año para la alimentación, madera para construcción y bosques para captura de emisiones de CO2, que se denomina biocapacidad y por el otro los volúmenes de consumo de esas mismas capacidades, llamada huella ecológica. Si al final de año la biocapacidad es mayor a la huella ecológica se dirá que el sistema se encuentra en equilibrio y se destacarán las capacidades de regeneración de la naturaleza. Es un balance que marca los límites del planeta.
La Global Footprint Network lleva las cuentas de huella ecológica y biocapacidad globales con datos desde 1971, primer año en el que la huella ecológica superó la biocapacidad, en unidad “planetas”, al final de ese año la humanidad indiferenciada había consumido 1 planeta, estábamos empatados con el Planeta A. Cuanto más avanzado esté el día de sobregiro, menor será el impacto sobre el ambiente, en 1971 las primeras mediciones informaban que el día de sobregiro ese año era a fines de noviembre. En 2024 ese día será el 1 de agosto, ese día nos habremos comido toda la biocapacidad que ofrece el planeta en un año y desde ese día estaremos consumiendo a cuenta gran parte de la que será la “oferta” del 2025. El dato concreto es que para atender esta demanda, en 2024 hará falta 1,7 planetas. Mas que “medio ambiente” son 1,7 ambientes. El planeta A ya no alcanza y no hay planeta B.
Día del Sobregiro
La Global Footprint Network también lleva las cuentas de huella ecológica y biocapacidad de grandes instalaciones como puertos o aeropuertos, minas, ciudades y de todos los países del mundo y se mide en hectáreas globales por habitante. Si un país tiene un balance negativo (la huella ecológica es mayor que la biocapacidad disponible) significa que ese país está consumiendo lo disponible en su medioambiente y absorve recursos de otros países, liquidando su propia biocapacidad o emitiendo más CO2 de lo que sus ecosistemas pueden absorber. Los países con peor balance son Qatar, Luxemburgo, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos y Canadá. Si todos viviéramos como los estadounidenses el día del sobregiro sería el 14 de marzo.
El día de Argentina es el 20 de junio. Un país que según las mismas fuentes podría producir alimentos para 120 millones de personas se “come” esa biocapacidad anual a mitad de año.
El impacto ambiental medido por la huella ecológica es incompleto, no contabiliza la contaminación de suelos, aguas y otros gases de efecto invernadero como el metano y supone que la productividad del suelo es constante, no se agota en el tiempo por sobrecargas o por efectos del cambio climático. Tampoco profundizan estudios sobre los flujos materiales que se generan por los intercambios entre regiones y países.
Países deudores (en rojo) y acreedores (en verde)
Desiguales y combinados
Otra forma que usan esos mismos sitios para nombrar los resultados de esas ecuaciones es la de países acreedores ambientales, que exportan biocapacidad y países deudores, que importan biocapacidad y en el mismo acto exportan su huella ecológica. Es una versión actual del saqueo colonial e imperialista histórico y de las dinámicas del desarrollo geográfico desigual y combinado de Neil Smith en 1988, basadas en las leyes del desarrollo desigual y combinado sistematizadas por primera vez por Trotsky en 1917 y profundizadas en 1957 por Novack.
Mas allá de los números y de estos sitios, estos datos tienen explicaciones históricas y políticas, principalmente el estatus de semicolonia, décadas de ajuste y de políticas impuestas por potencias imperialistas y las transnacionales y contribuyeron a asegurar el flujo de alimentos, energía y materias primas, gran parte de su biodiversidad, de los países acreedores hacia los países deudores. Guerras imperialistas para asegurar el acceso a la energía y alimentos y planes genocidas como la masacre que Israel está provocando en Palestina, en Gaza y Cisjordania (con mucho menos huella ecológica y mayor disponibilidad de agua) se pueden evaluar desde estos indicadores.
En particular las corporaciones capitalistas del sector extractivo -petróleo, gas, carbón- o las industrias automotrices se encuentran entre las mayores emisoras de CO2 y otros gases de efecto invernadero. Estas y otras empresas propietarias de grandes plantaciones forestales, emiten bonos para ampliar sus territorios y capturar la mayor proporción de CO2 o para la reconversión de grandes porciones de territorios para implantar granjas solares, parques eólicos y toda la matriz de producción de hidrógeno en sus distintos colores[1] impulsando una transición energética sin cambiar el sistema.
El otro problema que presentan la huella ecológica y la biocapacidad es que toma como unidad de análisis a la humanidad indiferenciada, sin diferencias de clase, género o raciales. Según el informe de Oxfam, una ONG internacional que interviene en crisis humanitarias, situaciones de desigualdad extrema, apoya a los refugiados y combate a la pobreza, publicó en noviembre de 2023 un informe titulado “Igualdad Climática: Un planeta para el 99%”. En uno de sus capítulos informan resultados de investigaciones que indican que el 10% más rico de la humanidad emitió en 2019 el 52% de los gases de efecto invernadero, mientras el 40% intermedio emitió el 43% y el 50% restante fue responsable del 8% de las emisiones. El día de sobregiro de los más ricos no está calculado, pero seguramente se ubicaría en los primeros días del año, consumiendo el resto de su año recursos expropiados a los más pobres.
Algunas pistas
Desde una política ecosocialista el día del sobregiro es solo una anécdota, al igual que la huella ecológica las usamos para ejemplificar algunas explicaciones de su carácter desigual entre regiones y entre clases y tienen la facilidad de que son un único número. En Argentina con el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), en la Argentina de Milei los grandes capitalistas locales y globales buscan fomentar aún más el saqueo de los bienes naturales. Las megainversiones de más de doscientos millones de dólares servirán para expandir aún más el extractivismo minero, de gas y petróleo incluyendo el fracking, las grandes represas y los agronegocios. Un efecto del RIGI combinado con la Ley de Bases, por la cual se imponen despidos masivos, cierres de empresas, inflación, ajuste y hambre a cada vez más trabajadores será una mayor posibilidad de apropiarse de biocapacidad por la baja del consumo y la baja de la huella ecológica, en el país y en particular en provincias poco pobladas donde predominan regímenes extractivistas. En términos ambientales el saqueo imperial del RIGI y la ley de bases van de la mano de la explotación cada vez más profunda de la naturaleza y los trabajadores.
Alejandro Schweitzer
Investigador principal CONICET – Doctor en Geografía y Ordenamiento Territorial
[1] Los colores del hidrógeno se definen en base a la fuente de energía que se utiliza para generar la electrólicis del agua y la separación del hidrógeno del oxígeno. Si la fuente es nuclear es hidrógeno rosa, la de fuentes de gas es azul, la del carbón es gris, la de fuentes renovables es verde.