lunes, 4 noviembre 2024 - 21:22

Cuba. Revolución y restauración

La Revolución cubana comenzó como una lucha democrática contra la dictadura de Fulgencio Batista. El Movimiento 26 de julio (M26), encabezado por Fidel Castro, no tenía objetivos socialistas. Su eje era la caída de la dictadura y la formación de un gobierno provisorio que garantizase elecciones libres y la constitución democrático-burguesa de 1940.

Presión imperialista y revolución permanente

A partir del triunfo de la revolución, el ascenso de masas obligó al M26 a tomar medidas que, sin romper los marcos capitalistas, generaron roces con EE.UU., como la baja de las tarifas telefónicas y energéticas, que eran de empresas yanquis. EE.UU. presionó recortando el suministro de petróleo y la compra de azúcar. La respuesta de la dirección cubana fue la expropiación de 26 empresas norteamericanas (incluidas petroleras, telefónicas, eléctricas).

En enero de 1961, EE.UU. rompió relaciones diplomáticas y en abril cerca de 1.400 exilados cubanos, entrenados y armados por la CIA, desembarcan en Playa Girón, siendo derrotados en tres días. El 1 de mayo, Fidel declara el carácter socialista de la revolución. La Revolución cubana confirmaba la Teoría de la Revolución Permanente formulada por Trotsky, que plantea que las tareas democráticas, entre ellas la reforma agraria y la independencia nacional, solo pueden llevarse adelante avanzando en medidas socialistas. Era lo que sucedía en Cuba, pero encabezado no por una dirección marxista y revolucionaria, sino por una dirección pequeño-burguesa.

Por este carácter, la dirección cubana nunca impulsó la organización democrática de las masas revolucionarias. Y si bien su subordinación al aparato stalinista no fue un proceso lineal, finalmente se terminó acoplando a él y aplicando en la isla un régimen de partido único e impidiendo la organización democrática de las masas, condición indispensable para cualquier intento de construcción socialista.

El bloqueo yanqui

La presión del imperialismo se agudizó al declararse el carácter socialista de la revolución. En enero de 1962 Cuba fue excluida de la Organización de Estados Americanos (OEA) y en febrero el presidente Kennedy ordenó el bloqueo económico total de Cuba. La revolución era un ejemplo de que era posible derrotar al imperialismo y comenzar a construir el socialismo. Era necesario derrotarla y el bloqueo fue una de las armas utilizada para eso. A lo largo de casi 60 años le ha costado a Cuba alrededor de 900 mil millones de dólares, siendo en gran medida causante de los problemas económicos de la isla.

Las conquistas de la Revolución

A pesar del bloqueo, las medidas anticapitalistas tomadas por la dirección cubana permitieron al pequeño país importantes conquistas en poco tiempo; asegurando trabajo, salario, alimentos, vivienda, salud, educación, jubilación, cultura y deporte para su población, avances sociales que fueron reconocidos hasta por enemigos políticos de la revolución.

La «adaptación» al stalinismo

Fidel Castro y el M26 eran independientes de los partidos comunistas, y la Revolución triunfó contra la política stalinista de «coexistencia pacífica». El stalinismo cubano, nucleado en el Partido Socialista Popular, mantuvo su apoyo a Batista hasta muy poco antes del triunfo revolucionario.

A partir del triunfo, la relación de la dirección cubana con el stalinismo fue zigzagueante, a veces de enfrentamiento y otras de adaptación. El máximo enfrentamiento se da en 1967, cuando Fidel Castro acusa a los partidos stalinistas de oportunistas por su política de «unidades populares» y de «coexistencia pacífica» y rompe con ellos. Para romper el aislamiento, la dirección cubana creó la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) con el objetivo de impulsar la lucha revolucionaria en todo el continente. El Che Guevara se aleja de la isla para llevar adelante este proyecto. Su fracaso en Bolivia acelera el giro del castrismo hacia la URSS. Su apoyo a la invasión de los tanques soviéticos a Checoeslovaquia en 1968 marca el inicio de la subordinación de la dirección castrista al aparato stalinista mundial.

Freno a la revolución latinoamericana

Como parte de su incorporación al aparato stalinista, la dirección cubana adoptó la teoría del «socialismo en un solo país» y la «coexistencia pacífica» con el imperialismo, que la llevó a actuar de freno de la revolución latinoamericana: en 1979 triunfó la revolución nicaragüense, llevando al poder al FSLN. Se planteaba la posibilidad de romper el aislamiento y comenzar a extender la revolución. La política del castrismo fue la opuesta, llamó a «no hacer de Nicaragua una nueva Cuba, y no hacer de El Salvador una nueva Nicaragua». En vez de impulsar y apoyar la revolución centroamericana, impulsó los pactos de Contadora y de Esquípulas que salvaron al imperialismo y a sus gobiernos títeres centroamericanos.

En los ’80, Fidel manifestó su apoyo a gobiernos burgueses en momentos que enfrentaban el ascenso obrero y popular, como es el caso de Siles Suazo en Bolivia y Carlos Andrés Pérez en Venezuela.

La ola revolucionaria de inicios de este siglo que dio origen a las corrientes bolivarianas, fue una nueva oportunidad para romper el aislamiento de Cuba e impulsar el socialismo en el continente. Ni la dirección cubana ni el chavismo estuvieron dispuestos a hacerlo. Mientras en Venezuela no se avanzó en medidas anticapitalistas, Cuba acentuó sus medidas pro-capitalistas.

Gran parte de la crisis actual de la economía cubana hay que buscarla por lo tanto en esta política, seguida por la dirección castrista que contribuyó al aislamiento de Cuba evitando extender la revolución en el continente.

El camino a la restauración capitalista

Cuba llegó a la revolución con una economía muy atrasada basada en el monocultivo de azúcar. Las primeras medidas económicas permitieron grandes conquistas. Pero el atraso económico lejos de resolverse llevó a una cada vez mayor dependencia económica de la URSS.

La desintegración de la URSS en los ’90 fue un duro golpe para la economía cubana, que respondió acelerando el proceso de restauración capitalista que había iniciado en los ’80 a tono con las reformas pro-capitalistas en la propia URSS.

A partir del 2006, ya bajo la conducción de Raúl Castro, se profundizaron las políticas de apertura. Detrás de los halagos al «modelo chino» se acentuó el camino hacia la restauración capitalista en la isla, generando mayor desigualdad.

Las nuevas medidas, base de la movilización de julio

La pandemia de Covid agudizó los problemas económicos de Cuba, ya que redujo drásticamente el turismo, uno de los principales motores de la economía. Esto se combinó con el endurecimiento del bloqueo implementado por Trump y mantenido por Biden, y con una profunda crisis energética (producto de la crisis venezolana, que redujo el suministro petrolero).

Igual que la mayoría de los gobiernos capitalistas, el cubano respondió con un fuerte ajuste a la población. El 1 de enero de este año comenzaron a regir las medidas económicas anunciadas en diciembre pasado en el marco del plan «Tarea Ordenamiento» que entre otras medidas unificó la moneda cubana -para favorecer la inversión extranjera-, produciendo una devaluación cercana al 2.400%, acompañada por el recorte de «subsidios y gratuidades indebidas».

La burocracia agrava la crisis

La crisis económica de Cuba tiene responsables muy precisos. En primer lugar, el bloqueo yanqui que se mantiene hace 62 años ocasionando pérdidas millonarias. Pero la otra responsabilidad recae exclusivamente en la dirección cubana: en primer lugar ha sido responsable del aislamiento de Cuba por su política internacional, que lejos de apostar a extender la revolución repitió el camino stalinista del «socialismo en un solo país» y la «coexistencia pacífica».

Y en segundo lugar por la conducción burocrática de la economía y de la sociedad cubana, que se manifiesta en la falta de democracia obrera para discutir la elaboración de los planes económicos, su aplicación y su evalua­ción crítica.

Martín Poliak

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