La renuncia del canciller Werthein expuso las disputas entre Caputo, Francos y Karina Milei, y dejó al gabinete al borde del colapso.
Empiezan a caer las hojas del árbol
A pocos días de las elecciones, el gobierno de Javier Milei atraviesa su momento más crítico desde que asumió. La renuncia anticipada del canciller Gerardo Werthein expuso el desmoronamiento del gabinete y las feroces disputas internas en el núcleo del poder.
Lejos de tratarse de un cambio aislado, la salida del empresario responde a una puja entre los principales operadores del oficialismo: Santiago Caputo, cerebro político en las sombras; Guillermo Francos, jefe de Gabinete con cada vez menos autoridad; y Karina Milei, quien intenta concentrar aún más poder desde la Secretaría General de la Presidencia.
La Cancillería no es la única afectada. En los ministerios de Seguridad, Defensa y Justicia, y hasta en la presidencia de la Cámara de Diputados, se multiplican las vacantes, los rumores de desplazamientos y los enfrentamientos por los cargos. Las diferencias ideológicas y de gestión se mezclan con ambiciones personales y disputas por el control del rumbo económico y político del Gobierno. El prometido “relanzamiento” de la gestión tras las elecciones quedó así condicionado por un clima de caos e incertidumbre.
En este contexto, el discurso de orden y eficiencia que Milei intenta proyectar se desmorona frente a la realidad de un gabinete dividido y debilitado. El fuego amigo se intensifica, las renuncias se acumulan y los sectores aliados observan con creciente preocupación un poder que parece resquebrajarse desde adentro. Con la economía en tensión, el dólar en alza y el malestar social en aumento, la crisis política dentro de La Libertad Avanza se convierte en un nuevo frente que amenaza con acelerar el desgaste del oficialismo antes de pasar por las urnas.
