Se ha pasado la barrera de los 110.000 casos y los anuncios de que este crecimiento exponencial puede seguir aumentando en los próximos días, contrasta con la reducción del gobierno de los días de aislamiento, su negativa a establecer restricciones, la insuficiencia de testeos y de la decisión política de completar la vacunación de todas y todos. Frente a la posibilidad cierta de que se sature el sistema de salud, parece que lo único que importa son los pedidos empresarios para achicar y flexibilizar aún más los protocolos para que los trabajadores vayan a trabajar a como dé lugar.
Omicron es la variante que ya predomina sobre la Delta y es de mayor contagiosidad. Dado que hay un importante sector de la población con esquemas de vacunación incompletos, casi el 30% y fundamentalmente jóvenes que tienen vida social más activa, la situación se complica por una política sanitaria que no invierte lo necesario en salud y privilegia el desarrollo de los negocios empresarios.
Si bien el nivel de letalidad y la ocupación de camas de terapia intensiva es bajo (37%) –los infectólogos alertan que esta situación podría modificarse si no hay una intervención más activa y con un rumbo distinto por parte del gobierno. Hoy puede saturarse el sistema de salud por tres problemas serios: el colapso de los dispositivos de testeo y las guardias, la demanda aumentada por la coexistencia con patologías no Covid y el estrés del equipo de salud, sin reconocimiento salarial, laboral ni profesional. Esto ya se observa en las enormes colas de testeos, que el gobierno pretende restringir dictaminando que no se testeen los contactos estrechos y habilitando un testeo privado, que como esta implementado es un gran negocio para los laboratorios y el debilitamiento de la vigilancia epidemiológica.
Los especialistas advierten que, si bien el nivel de vacunación alcanzado ha mitigado las consecuencias de enfermedad grave y muerte de esta nueva ola, advierten que con la nueva variante el nivel de protección hace necesario la aplicación masiva de la tercera dosis, que se encuentra muy retrasada, ya que con sólo dos, el nivel de protección baja a un 30%. Advirtiendo además que, en los no vacunados, con esquema incompleto o inmunodeprimidos y con factores de riesgo, la posibilidad de enfermedad grave aumenta sustancialmente.
Sólo con observar el proceso europeo, que actúa como un espejo adelantado de lo que luego sucede en el país, podía haberse tomado las medidas necesarias para prevenirlo. Al contrario el gobierno, luego de las PASO, siguió eliminando restricciones hasta generar una falsa “normalidad” como si se hubiera terminado la pandemia, permitió aforos del 100%, desalentó el uso del barbijo contribuyendo a la pérdida de disciplina social en su uso, y perdió semanas valiosas para completar esquemas de vacunación, avanzando muy despacio con la tercera dosis. El aumento de los testeos que presenciamos fue impuesto por las demandas de la población antes que por una necesaria política preventiva para detectar el virus y aislar a los contagiados, lo que permitió entre otras cosas, la entrada y rápido desarrollo de Omicron.
El centro de su política ha sido lo que declara en las últimas horas el ministro cristinista de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Nicolás Kreplak, que sostuvo “que no frenaría la necesidad de reactivación económica. En tanto no crezca el nivel de internaciones, no habrá restricciones”. Larreta, el alcalde porteño, tampoco anunció nuevas restricciones frente al avance exponencial de los casos. Ambos coinciden en que todo este liberalizado para favorecer los negocios empresarios y descargan la responsabilidad de los contagios en la actitud individual de cada persona.
En el mismo sentido fueron las conversaciones de la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, con representantes de las grandes empresas y dirigentes sindicales. En la reunión citada ayer, originalmente por el ministro Guzmán para compartir el curso de las negociaciones con el FMI, los empresarios plantearon la necesidad de atacar el 20% de ausentismo laboral por contagios estrechos. Según las declaraciones de participantes en la reunión, que no respetaron el acuerdo de reserva pautado, las autoridades gubernamentales se comprometieron a flexibilizar los protocolos para facilitar la asistencia al trabajo, confirmando así las innumerables denuncias sobre prepotencia patronal para que trabajadores contagiados, enfermos y con síntomas, se presenten a trabajar.
El pase sanitario, se quedó en la publicidad. La apertura es total y los testeos y vacunas insuficientes. Estos son los puntos nodales a atacar.
Hace falta aumentar significativamente los testeos a cargo del estado, implementar aislamientos selectivos con garantías de cobro del salario y ayuda social, plantear un plan de restricción de las actividades con aglomeraciones para reducir la contagiosidad, implementar protocolos estrictos en los medios de transporte y lugares de trabajo y aumentar cualitativamente el ritmo de vacunación con tres dosis para todas y todos. Más que nunca debe cumplirse el slogan, que utilizaba Fernández y que ahora desmienten abiertamente, de que la salud debe primar sobre los negocios. De algo estamos seguros, solo la movilización de los trabajadores y el conjunto de la población puede lograrlo.