El 13 de agosto, mientras se realizaban las PASO, varios intendentes peronistas del Gran Buenos Aires lanzaron a la prensa una predicción: habrá un corte de boletas histórico. Un corte que no les afectaría, matizaron, pues el tramo objeto de la tijera sería el de las candidaturas presidenciales. Y explicaron que su vaticinio se basaba en la información que les llegaba de las mesas electorales.
La predicción se cumplió a rajatabla. En el conurbano bonaerense se registró un masivo corte de boleta. Como anticiparon los jefes del peronismo local, sus candidaturas no sufrieron y la mayoría de ellos fueron reelectos. Quien se perjudicó fue su candidato a presidente, Sergio Massa, quien recibió 212.959 votos menos que sus intendentes, de acuerdo con el Instituto Universitario CIAS. En menor escala, ocurrió algo parecido con los sufragios a favor de los candidatos a intendente de Juntos por el Cambio (JxC) y por Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta: los dos obtuvieron 68.717 votos menos que los primeros, siempre conforme a la misma fuente.
Preguntas obligadas: ¿Quién se benefició del corte? ¿adónde fueron a parar esos votos? Cuesta creer que un votante de JxC optase por Massa o por el FITU, por lo que la opción más coherente sería la de Milei. ¿Y los peronistas ¿Votaron a los aspirantes a la Casa Rosada de JxC?
¡Nos pasamos de rosca!
De aclarar los interrogantes se encargaron los intendentes peronistas. Luego del escrutinio se rasgaron las vestiduras: “¡Nos pasamos de rosca!”. Reconocían así que no habían sido meros espectadores del corte de boleta; al contrario, contribuyeron decididamente a él. Exhortaron a sus fieles a votar por Milei; pegaron sus carteles y cuidaron sus votos en las mesas donde aquel no tenía fiscales. Con sus buenos oficios, el ultraderechista pudo presentarse en todos los distritos del GBA.
Algunos justificaron esa táctica argumentando que pretendían debilitar al principal adversario, JxC. La razón de fondo es menos rebuscada: vieron venir el “tsunami libertario” y se subieron a la ola para proteger sus candidaturas; Massa se había vuelto un piantavotos y urgía despegarse de él. El caso más notorio es el de Juan Ignacio Ustarroz, el intendente justicialista de Mercedes. Su pertenencia a La Cámpora no le impidió repartir “origamis” con las boletas de Milei y de JxC, informa La Política Online. “Nos entusiasmamos mucho con Milei y nos fuimos a la concha de la lora”, declaró al mencionado periódico un peronista vencedor en la tercera sección electoral.
Cabe recordar que el armado electoral de Milei en la provincia de Buenos Aires se venía tambaleando. Denuncias de compra de cargos y favoritismos en la confección de las listas provocaron deserciones y rupturas con sonoros portazos en los meses previos a las primarias. De ahí la importancia de la providencial ayuda recibida del archienemigo populista. Gracias a esta cosechó el 27% de los sufragios, un respetable caudal de votos que contribuyó a su triunfo en las PASO.
En cuanto a los votos presidenciales fugados de JxC, una pista de su paradero la proporcionó Miguel Lezcano, el candidato mileísta en Quilmes. Este acusó a Martiniano Molina, el ganador de la interna de JxC, “de querer colgarse de la gran performance nacional de La Libertad Avanza, llamando al corte de boleta” en favor de Milei.
Más claro, agua: para unos y otros los electores son simples peones, moviéndolos de aquí para allá según mejor les convenga.
Frankenstein de arrabal
La maniobra no escapó al análisis post-electoral del equipo de campaña de Massa. Irónicamente, el perjudicado por los intendentes le hizo la misma jugarreta a su referente Néstor Kirchner en las elecciones de 2009: su lista de concejales en Tigre sacó el 53% de los votos; la del Frente para la Victoria, apenas 39,05%. En cualquier caso, Massa se ha fijado recuperar a los díscolos, cuyos votos necesita desesperadamente de cara a los comicios de octubre. No parece difícil que los camaleones de la política comunal vuelvan al redil; con sus puestos asegurados pueden permitirse la lealtad. Queda por ver, no obstante, si los electores obedecerán sin chistar el cambio de línea.
En paralelo, Massa forzará la polarización con Milei con la esperanza de pasar al ballotage. Previsiblemente, quienes se nieguen a apoyar a los candidatos peronistas serán cubiertos de insultos y chicanas, siendo la de “funcionales a la ultraderecha” la más suave. Nada se les reprochará a los imitadores del doctor Frankestein que posibilitaron a la ultraderecha su afianzamiento en los barrios obreros; todos saben que su línea de conducta se resume en la frase con la que Groucho Marx se burlaba de los oportunistas rematados: “Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros”.
Francisco Pablutti