La tragedia que lleva consumidas bajo fuego 600.000 hectáreas, el 7% del territorio total de la provincia de Corrientes, se está desarrollando desde septiembre de 2021 y tomo más fuerte visibilidad en los últimos días debido al descontrol total de los incendios que los acercan peligrosamente a los Esteros del Iberá reservorio de la biodiversidad del humedal más grande del país y a zonas urbanas densamente pobladas.
En más de cuatro meses ni las autoridades nacionales ni las provinciales tomaron medidas efectivas para detener los incendios y actuaron solo como comentaristas, culpando al lado opuesto de una situación dramática. La insensibilidad y la desidia del Juntos por el Cambio, responsable del Ejecutivo provincial, del ministro de Ambiente, Cabandié y de todo el gobierno del Frente de Todos merecen una condena unánime y deben hacerse responsables de una catástrofe que solo en apariencia tiene causas naturales.
Si bien es cierto que la sequía se podría considerar un fenómeno climático “natural”, eso no justifica ni la violencia ni la dinámica y velocidad con la que se extiende el fuego en tierras tradicionalmente húmedas. Hay causas propias del modelo productivo extractivista que agota los recursos naturales en búsqueda de dólares, y también del ajuste en gastos del Estado, tanto provincial como nacional para enfrentar estas contingencias, que por otra parte eran completamente previsibles. Los escasos recursos, los medios artesanales, y la falta de profesionales en cantidad en el combate a estos fenómenos, más allá del esfuerzo heroico que hacen los voluntarios, solo se explica por el ajuste en el gasto, o mejor dicho en la inversión pública.
Sequía y bajante de la Cuenca del Plata
Como los huracanes del Caribe que puntualmente golpean año a año las costas de los países de esa región, las sequías y las lluvias prolongadas que provocan inundaciones son fenómenos atribuibles a efectos como el de La Niña o el Niño, que tiene también una secuencia y se prevén con meses de anticipación. Este ritmo del planeta que es alterado y profundizado directamente por el cambio climático también puede ser científicamente leído con anterioridad. Al mismo tiempo que estos fenómenos climáticos no son espontáneos y que, por el contrario, son altamente previsibles con meses de anticipación, que facilita la preparación para enfrentarlos, no tomar en cuenta los anuncios científicos que los pronostican con bastante exactitud y por lo tanto dejar librada la suerte de esos ecosistemas a los rezos pidiendo lleguen las lluvias, es simple negacionismo primitivo y criminal.
Por otra parte, la bajante de la Cuenca del Plata que hace que, por ejemplo, el río Paraná este en su punto más bajo de caudal de los últimos cien años, también es previsible para las consecuencias en toda la cuenca, incluyendo el río Uruguay que baña las costas correntinas en las que se está produciendo los incendios.
La hidrología es una ciencia que calcula los comportamientos de las cuencas de agua a 50, 100, 500 y 1000 años, que con las correcciones que se pueden hacer calculando los efectos del cambio climático y el calentamiento global puede predecir también con bastante exactitud. Por eso mismo es posible realizar previamente las obras que manejen esos cursos para evitar en lo posible las catástrofes.
En el caso de la bajante de las cuencas, que también juegan un papel en la velocidad y potencia de los incendios en la provincia de Corrientes, se ven profundizadas por el desmonte irracional del Amazonas, zona donde nace la cuenca que recorriendo al sur desemboca en el Plata. Las consecuencias del método extractivista también se hacen sentir en estos fenómenos, haciéndolos más agresivos. Pero esto como lo anterior se sabe desde hace años. Mantener el modelo productivo como si nada pasara y no tomar previsiones ampliando el gasto y la inversión para modificar estos fenómenos, no solo es negacionismo, es sobre todo para continuar arrancando ganancias extraordinarias para las corporaciones.
Pinos, eucaliptos y extractivismo
Una industria mundial en auge en los últimos 50 años, pero que se aceleró de manera exponencial desde los ‘90 del siglo pasado es la forestación artificial de especies extrañas en cualquier lugar del planeta para aprovechar las condiciones de tierras y aguas, para un crecimiento rápido que otorga más ganancias. Las maderas extraídas por esta forestación son el recurso natural para la industria pastera, para la elaboración de celulosa de papel, de muebles, de madera arrollada y de módulos, entre otros. En nuestro país las dos provincias principales productoras de estas maderas a partir de la forestación son Corrientes y Misiones. Y en Corrientes están las zonas donde más agresivos son los incendios actuales, como en el departamento Santa Rosa.
En los últimos 30 años el área ha sido forestada con pinos y eucaliptos a costa de todo el monte nativo, e inclusive desplazando la industria yerbatera para utilizar parte de las tierras usadas para la plantación de yerba mate, un cultivo de la región nativo de esas tierras.
Estos especímenes no solo avanzan sobre los ejemplares nativos modificando todas las características del suelo, sino que, por ejemplo, un eucalipto adulto consume diariamente 200 litros de agua, diez veces más que cualquiera de los ejemplares nativos. Agotando en una época de sequía como la actual la reserva de agua acumulada en la tierra, ayudando a secarla.
Por supuesto los beneficiarios de este verdadero crimen ambiental son en primer lugar corporaciones extranjeras que tienen como socios menores a terratenientes locales. Con el incentivo fiscal de no pagar impuestos y tener subsidios para esa producción ecocida, al igual que la minería a cielo abierto.
Es el modelo de país del acuerdo con el FMI
Este modelo productor de dólares para pagar la deuda a costa de todo tipo de tragedias como el agronegocio, la megamineria, las hidrovías, la forestación forzosa; junto con el ajuste feroz que hace que se elimine la inversión en personal y herramientas para prevenir las catástrofes como los incendios en Corrientes, es lo que está en la letra no escrita del pacto con el FMI.
El fuego extractivista es el que está quemando las tierras correntinas.